XLVIII - LOCKE

XLVIII - LOCKE

John Locke - Historia de la filosofía287. Locke, caudillo de los sensualistas modernos, nació en 1631 y murió en 1704. Desde la más remota antigüedad había sido proclamado en algunas escuelas filosóficas el famoso principio: nada hay en el entendimiento que antes no haya estado en el sentido; nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu; en los siglos medios lo adoptaron los escolásticos (XXXIX), y aun en tiempos más modernos no le han faltado otros defensores. ¿Por qué, pues, se suele mirar a Locke como el fundador de una nueva escuela? Porque en una obra titulada Ensayo sobre el entendimiento humano, donde se halla el fruto de largas meditaciones sobre los fenómenos de la conciencia, se dedicó a exponer y defender ese principio, dándole además una interpretación particular, conocida entre los antiguos, pero no entre los escolásticos. Estos decían que el conocimiento procedía de la sensación, mas no que el alma no tuviese otra cosa: la sensación era el punto de partida, mas no todo el camino. Locke no lo entiende así, y por esto se le mira como el padre del sensualismo entre los modernos. Bacon y Hobbes tendrían tal vez algún derecho al mismo título; sea como fuere, dejando a Hobbes la supremacía en cuanto a política despótica, y a Bacon en lo relativo a método físico, Locke se ha sobrepuesto a sus dos compatriotas en lo tocante a ideología.

288. El punto de vista en que se coloca el filósofo inglés es meramente psicológico: la observación de los fenómenos de la conciencia; de suerte que su doctrina, tan opuesta a la de Descartes, parte, sin embargo, del mismo hecho, yo pienso. «Pues que nuestro espíritu no tiene otro objeto de sus pensamientos y raciocinios que sus propias ideas, las cuales son la única cosa que él contempla o que puede contemplar, es evidente que nuestro conocimiento se funda todo entero sobre nuestras ideas.» (Ensayo sobre el entendimiento humano, lib. IV, cap. VII.)
Locke se propone observar estas ideas interrogando la conciencia o sentido íntimo, y desde allí investigar no solo cuál es la naturaleza de ellas, sino también el origen. «En primer lugar examinaré cuál es el origen de las ideas, nociones o como se las quiera llamar, que el hombre percibe en su alma, y que su propio sentimiento le hace descubrir en ella.» (Ibid, prólogo.)

289. «La fuente de todas las ideas, dice Locke, es la experiencia; en ésta se halla el fundamento de todos nuestros conocimientos. Las observaciones que hacemos sobre los objetos sensibles o sobre las operaciones de nuestra alma que percibimos con la reflexión y el sentido íntimo, nos proporcionan todas nuestras ideas; cuantas tenemos y podemos naturalmente tener dimanan de estas dos fuentes: sensación y reflexión.» (Lib. II, cap. 1.) Tal es el principio fundamental a cuyo desarrollo consagra el filósofo inglés su extensa obra. Como todas las doctrinas superficiales, presenta la de Locke una apariencia de claridad y sencillez que a primera vista seduce, y así no es de extrañar que se atrajera por de pronto muchos discípulos; pero examinada a fondo ofrece, desde luego, gravísimas dificultades, y la claridad y sencillez se convierten en complicaciones y tinieblas. (V. Ideol., caps.. I, V y XIII. —Fil. fund., 1. IV.) En ciertas épocas se ha ensalzado a Locke de una manera desmedida; en la actualidad, aun entre los que le consideran como un gran ideólogo, el entusiasmo ha disminuido; su obra es más bien citada que estudiada. Sobre la doctrina y el estilo de Locke es digno de leerse el conde de Maistre en sus Veladas de San Petersburgo.

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