LOS DIFERENTES ARQUETIPOS

Arquetipos:

El primero en acuñar la palabra arquetipo fue Jung. La tesis es que los arquetipos forman parte del inconsciente colectivo del que todos somos parte. Los mitos, las leyendas, los cuentos, las metáforas, las parábolas, la historia están llenos de estos personajes universales, colectivos que perduran y viven a través del tiempo. Dentro de nosotros existen los arquetipos del padre, de la madre, del hermano, del guerrero, del juez, del maestro, del artista, del verdugo, de la victima, de la princesa, del rey, del saboteador, de la prostituta, del adicto, del niño y muchos, muchos más. Lo importante es que estos personajes existen fuera del tiempo y son parte de nosotros mismos. Cada día les damos nuestro Poder Personal para darles vida, para darles voz. A través de estos vivimos y expresamos nuestra vida emocional. La forma en que caminamos, en que hablamos, en que vivimos tiene que ver con nuestra relación con estos personajes. Estos arquetipos viven en nuestro inconsciente y son parte de lo que somos ahora, son nuestra creación!

La forma de romper el encantamiento en el que vivimos es lograr nombrarlos por su nombre. Es decir quitarles ¡el velo de invisibilidad! rescatándolos de nuestro inconsciente.
¿cómo rompo el encantamiento?

Aprendiendo a verlos, a reconocerlos, a identificarlos y a bailar la danza de las resistencias con ellos. Esto significa aprender a usar la intuición para ver el lenguaje profundo de los símbolos y de la vida impersonal. Mientras veamos al mundo de forma personal estamos atrapados en nuestra propia prisión. La misión consiste en descubrir la constelación personal e individual de los principales personajes que viven en nuestra psique. La tarea cotidiana consiste en auto observarse a sí mismos y en relacionar la forma de sentir, de decir, de vivir cada momento con alguno de estos arquetipos. Los pilares son el niño(a) interna, la prostituta, el saboteador, y la victima. El desafío consiste en convertirlos en maestros y aliados para recuperar nuestro espíritu o nuestro poder personal. En el inconsciente viven los fragmentos que están pendientes a ser integrados a nuestra conciencia.

Ahora vamos a escuchar las voces de estos arquetipos que son universales e impersonales. Pertenecen a toda la humanidad. Ellos tienen los fragmentos de nuestro Poder Personal. En ellos esta depositado todo nuestro poder creador y con ellos estamos creando cada instante.

Niño Inocente, Niño Malcriado/Consentido ,Niño Dependiente, Niño(a) herido(a), Niña(o) Maltratada(o), Niña(o) Abandonada(o), Niña(o) fea(o), Niña(o) violada(o), Niña Huérfana, Saboteador, Prostituta, Victima, Verdugo, Poeta, Juez/Crítico Interno, Guerrero, Padre, Rebelde, Heróe, Maestro/Guía/Terapeuta, Soldado, Ser Luminoso, el Rey, el sirviente, el Marciano, Seductora, Traidor, Manipuladora Jefe, Amo y señor, Alpha Male.

Niño Inocente


Soy el soñador y creo que todo es posible, que todo se puede hacer sabiéndolo hacer. Creo en el corazón de las personas y tengo confianza en la sabiduría de la vida. Jamás me he sentido sólo, siempre he sentido la presencia espiritual de algo mucho más grande que yo. Creo en mi poder personal y Creo que Dios es parte de mi y yo de él. Juntos somos invensibles. Creo en el Amor y deseo poder dar mi amor a los cuatro vientos. Deseo tener un millón de amigos y un millón de amigas. Veo a la diosa madre en cada mujer que se me cruza. Las respeto y las amo por su entrega, su generosidad, y por cuidarme y alimentarme. Anhelo la simbiosis cósmica de ser uno con mi madre, de ser amamantado y acogido por ella, de sentirme protegido, amado, seguro en el calor de su seno materno. Esa unión simbiótica es lo que busco recuperar rescatando la energía femenina dormida en la actualidad. Deseo descubrir a la madre interna que vive en el corazón de cada hombre.
Niño Malcriado:



Yo soy el siempre busco salirme con la mía. No me importan los demás, sólo yo importo y lo que yo quiero. En casa a mi me atienden primero y buscan cumplir mis deseos para que no haga un buen berrinche. Cuando no me gusta lo que me dan de comer, se los aviento, lo escupo, lloro y grito. Con el berrinche he logrado controlar a mis padres que se desviven por hacer todo lo que les pido por absurdo que sea. Juguete que yo pido, juguete que mis padres me compran. El poder que tengo sobre mis padres me da una gran seguridad y fuerza. Ahora estoy convencido que yo me merezco todo y que soy más importante que todos los demás. Yo soy el que tiene los ojos azules, yo soy hermoso, yo soy fuerte, alto, blanco, rubio. Yo soy inteligente. Yo en verdad valgo más que los feos, los gordos, los tontos, los pobres.



En la escuela mis padres se han encargado en dejar bien claro que yo soy especial, que yo soy su rey y que más les vale que me traten bien so pena de meterse en verdaderos líos. Mi padre es el alcalde de la ciudad y la familia de mi madre son dueños prácticamente de todo el pueblo. Mis maestros me tratan con sumo respeto y hasta con un poco de miedo. Saben que si yo los señalo hasta la chamba pueden perder. Tengo dos amigos en la escuela que no se separan de mí ni un momento, me acompañan adonde quiera que voy. Son como mis secretarios y están para apoyarme en todo lo que hago. Si hago una broma ellos son los primeros en reírse, si critico a otro compañero ellos están ahí para darme la razón. Me siento como mi padre con sus secretarios que lo acompañan a todos lados y toman notas de todo lo que él decide. Frecuentemente uso mi posición privilegiada para arrebatar lo que quiero y al que no le parece le doy un buen empujón y lo tiro al suelo.

Mis padres están orgullosos de mí, de las buenas calificaciones que recibo, de mis logros en los deportes, de que soy más alto que el resto de mis compañeros, de que soy el más hermoso. Las malas lenguas dicen que soy un niño consentido, que soy insoportable, que soy un creído, y hasta prepotente. Que por el nombre de mis apellidos recibo un montón de privilegios que no me he ganado por merito propio.

A mi me sorprende el impacto que tengo con las demás personas. Observo cómo algunas personas se me acercan con el objeto de ser agradables. Me parecen unas lambisconas y su actuación patética. Otras personas mantienen su distancia y se siente hasta el miedo y la inseguridad que tienen. Las hijas del jardinero de quince y dieciséis años se ponen muy nerviosas cuando me les acerco y tan pronto pueden se echan a correr. Siento lástima por la gente en general. Los veo tan inseguros, tan temerosos, tan poca cosa, y sus vidas tan miserables. Hay días en que juego a hacerles la vida más miserable y me sorprendo de ver todo lo que aguantan. Mi voz de repudio es suficiente para que se agachen y se pongan a llorar. Hay días que siento coraje por su cobardía, por su temor, su inseguridad, su nula auto estima y hasta les he llegado a darles de palos para castigarlos con la esperanza de que aprendan a defenderse. Verdaderamente ellos se sienten inferiores a mí y me entregan todo su poder para que yo decida su suerte. Por momentos siento lastima, coraje y flojera. Espero crecer y irme de este pueblo que tan aburrido se ha vuelto para mi.
Niño Dependiente:





Yo soy el niño al que siempre decían que debería de tener cuidado, que no me acerque a las escaleras porque me puedo caer, que no salga sin sweater porque me puedo enfermar, que no me acerque a la avenida porque es peligroso, que nunca salga sólo porque me pueden robar, que no confíe en nadie que no conozca, que con las únicas personas con las que puedo contar son mis familia.



Mi madre esta todo el tiempo al pendiente de mi. Siempre me pide que este al alcance de su vista, que no me aleje de ella. Ella me acompaña a la escuela y muchas veces que queda ahí cuidándome haciendo trabajo voluntario. A la hora del lunch, ella come conmigo. Cuando necesito algo ella esta ahí para conseguírmelo. Ella habla por mí ante los demás. Habla con los maestros por mi, hasta con mis compañeros del salón. Cuando va a ser mi cumpleaños ella es la que se encarga de invitar a mis compañeros de clase. Si algún niño se mete conmigo, ella interviene inmediatamente y los aleja de mi.

La verdad es que quiero mucho a mi madre, pero a veces siento que no me deja respirar. A veces quisiera que dedicara más tiempo a sus cosas, que hiciera una vida propia para que me dejara a mi explorar el mundo.

Ya no quiero que ella me bañe, pero temo ofenderla si le digo que yo puedo sólo. Temo que si le hago saber que no la necesito va a sentirse muy triste. No deseo causarle penas a mi madrea que tan buena es conmigo.

No se que haría sin mi madre. Ella se encarga de todo lo que necesito. Ella me selecciona a mis amistades, ella escoge la ropa que me voy a poner, ella me indica cómo debo relacionarme, ella hace la tarea conmigo, ella duerme conmigo, ella se baña conmigo. Yo soy su príncipe, su rey.
He aprendido a confiar todo en mi madre. Ella me aconseja siempre que hacer. Ella consiguió el pase de entrada a la universidad más prestigiada y selectiva. Ahora estoy por graduarme y ella ya me presento con unas amistades suyas que me ofrecen un buen puesto en un banco.

Mi madre me dice que llegó la hora de encontrar una buena pareja para mi. Ya organizo una cita con la hija de una de sus amigas. Me dice que esta lindísima y que es de una muy buena familia.

Mi madre administra el dinero que gano muy bien. Me dijo el fin de semana que gracias a las buenas inversiones que hizo con mi dinero ella me va a completar para el enganche de un condominio que esta precioso y muy cerca de la casa.

Ya mi madre se encargo de todo. El departamento esta listo y amueblado, la boda ya esta toda organizada, y la luna de miel también.

A cabo de cumplir tres años de casado y a sido muy difícil para mi. Siempre quedo en medio entre mi madre y mi esposa. Mi esposa se la pasa reclamándome que mi madre se mete en todo y que yo lo permito. La verdad es que mi relación con mi esposa va de mal en peor. Hace semanas que no hacemos el amor. Esta molesta conmigo siempre a causa de mi madre. Esta loca si piensa que yo voy a pelearme con mi madre. Prefiero perderla a ella que perder a mi madre.

Mi madre me ayuda a ver todos los defectos de mi esposa. Parece que nos equivocamos con ella. Es una mal agradecida, es corriente, vulgar, manipuladora, intrigante, y mi madre dice que hasta medio puta a de ser.

Ya no aguanto a la vieja con la que me case. La voy a echar de la casa. La voy a humillar para que se vaya y me deje en paz. Le voy a pedir a mi madre que hable con ella.

Ahora a los cuarenta me doy cuenta que salvo mi madre todas las viejas son iguales. Son unas interesadas, manipuladoras, que engañan. Hice bien en regresar a vivir con mi madre.

Niño(a) herido(a):

Yo soy el niño que ha sentido la humillación. Mis compañeros de clase se burlan de cómo me viste mi mamá, de mi pelo chino. Me dicen que soy blanco como la nata, que tengo cara de plato, que si soy chino, que si soy extraterrestre. La critica me lastima, me hace sentir que soy diferente a los demás. Yo deseo ser como los demás y sentirme aceptado. No me gusta cuando alguien señala que soy diferente, que no pertenezco ahí, que no quieren ser mis amigos.

Cuando la maestra me pregunta algo en clase y no doy la respuesta correcta los demás se burlan de mi. Las voces que escucho son las de mi madre, las de mi padre, las de mis hermanos y hermanas que me dicen: ¿qué no entiendes?, ¿qué no piensas?,¿éres o te haces? Estas voces me causan heridas que me llenan de inseguridad, de duda sobre mí mismo, me hacen sentir que no valgo nada, que no soy aceptado, que no soy respetado. Siento vergüenza por mí mismo y siento coraje y odio hacia mí mismo por no ser cómo los demás esperan que yo sea. Soy la victima de la critica de los demás, de sus juicios de valor, de sus sentencias.



Dentro de mi nace un critico interior que es sarcástico y vengativo. No dejo pasar ninguna oportunidad para desquitarme cada vez que alguien se equivoca, cada vez que alguien se viste o se peina diferente a los demás. Busco la forma de convertirme en el verdugo del débil, del inseguro y no siento compasión alguna. Siento deseos de venganza. Busco justicia por las heridas que tengo a través de la venganza. Quero que otros sufran igual que yo. Disfruto poniéndole apodos a los demás, es como ponerles una marca y cuando mi marca tiene la risa de aprobación de los demás me siento muy bien. Siento que los demás cierran círculo alrededor mío y me siento fuerte y seguro. De alguna forma los demás disfrutan las pequeñas crucifixiones que realizo con mi sarcasmo, con mi desprecio, con mi burla. A veces siento pena por el pobre desgraciado que utilizo para la diversión colectiva. Algo en mí me recuerda que ayer yo era el objeto de burla de los demás. Yo era el que lloraba y sufría con el sarcasmo, con la burla, con los insultos que recibía de los demás. Ahora superaba a mis maestros con la agudeza de mi sarcasmo y todos estaban al pendiente de mis disparos para ponerse en primera fila y así dar inicio al circo romano. Muchas veces empezábamos con violencia física. Escogía a mi victima y le daba un empujón. Mis camaradas cerraban el círculo y ellos recibían al infeliz con otro empujón. Cada vez aumentábamos la fuerza y observamos cómo el infeliz empezaba a desmoronarse. Olíamos su miedo, lo veíamos temblar, luego escuchábamos su lloriqueo, y lo dejábamos finalmente en el suelo después de que nos rogaba que lo dejáramos en paz. El episodio terminaba restregándole que era un cobarde, que no era un hombre, que lloraba cómo marica, y que si se cruzaba en nuestro camino le iba a ir peor.



Ahora que volteo atrás veo cómo las heridas de la burla, la humillación , la discriminación, el racismo, el insulto, gesto en mí los sentimientos de la victima. Yo aprendí a odiarme. Detestaba mi apariencia, mi miedo que me paralizaba, mi impotencia me mantenía sin saber que hacer. Me estaba desangrando en las manos de mis verdugos. Durante mucho tiempo aguante todo tipo de humillaciones y un día algo en mi había cambiado. Sentí la energía para transformar la situación. Decidí que me convertiría en un verdugo y que seria el peor de todos. Mi lengua se volvió filosa y de ella salía un veneno sumamente poderoso. Lo espontáneo y ocurrente de mis comentarios hacia reír a muchos a costa de humillar a alguien. Descubrí al verdugo interno detrás del odio que sentía hacia mí mismo. Ahora sólo tenia que canalizar ese odio interno hacia fuera. En símbolo la victima lleva al verdugo adentro y el verdugo lleva a la victima adentro. Detrás de la victima se esconde un verdugo que pide venganza. Detrás del verdugo se esconde una victima llena de miedo y un niño herido. Disfrutaba de este poder y control y tenia muchos aliados que apoyaban mis acciones y decisiones. Sin embargo me daba cuenta que este poder y control se basaba en el miedo que sentían los demás a ser crucificados por mi. En lugar de respeto a la grandeza de mi sentido de dignidad y justicia sentía simplemente conveniencia. Intuía que el día que perdiera mi facilidad de palabra para hacer reír a los demás con mis ocurrencias y sarcasmos llenos de burla se voltearían en mi contra. Este supuesto compañerismo y amistad era también parte del circo. El circo pedía sangre y yo corría el riesgo de ser destronado por alguien más hábil que yo. Muchos en su silencio deseaban ver mi caída, deseaban ver mi sangre correr. Cada vez estaba mas a la defensiva, cuidándome las espaldas. No podía confiar en nadie y no sentía la sinceridad en los que se decían mis amigos. Algo en mi buscaba la retirada y sentía el peligro de la venganza de quien asumiera el papel vacante que dejaba.

Me considero afortunado y la vida me dio una oportunidad de abandonar tanto al papel del verdugo, como al papel de la victima. La oportunidad fue con mis primeras experiencias del amor. El corazón fue el que me guío por el nuevo camino y tuve la suerte de que la mujer que escogí me dijo que sí y con su aceptación, sus atenciones, su generosidad, su confianza, su respeto y su amor curo y sano las heridas de mi niño herido. Ya sin heridas no me sentía victima, ni tampoco sentía ganas de vengarme. Encontré la paz interna y el mundo que en otros tiempos era un circo romano para mi se convirtió en un lugar hermoso donde cada día me sonreía. Empecé una nueva etapa donde recibía la bendición del voto de confianza en mí, en las posibilidades latentes a desarrollar. Empecé a crear poesía, a tocar la guitarra, a cantarle a la vida y al amor, a compartir afecto y respeto, a vivir en armonía sintiendo paz y tranquilidad en mi corazón. Recupere mi vida espiritual y empecé a sentir deseos de agradecer a la vida y a Dios por todo lo que tenia. Empecé a apreciarme a mí mismo como nunca antes y a encontrar belleza, talento, gratitud, y sobre todo a sentir compasión por mí mismo y por los demás. Nació en mí el deseo de ir a compartir esta energía de alegría en los orfanatorios donde lleve un teatro guiñol. La experiencia fue inolvidable. De alguna forma empecé a darle a las personas un poco de mi alegría y sobre todo a mostrar respeto por sus personas. Quería ponerme en paz por el daño que le cause a muchas personas cuyos rostros y nombres no recuerdo. Ahora podía compartir una experiencia agradable tanto con los huérfanos, como con los viejitos de los asilos. Ambos estaban deseosos de ser escuchados, de ser tomados en cuenta. La convivencia les daba grandes satisfacciones. El mundo no los había olvidado, alguien se acordaba de ellos y venia a visitarlos. En aquella época llore con muchos sus perdidas, su abandono, su soledad, y con muchos otros reí los chistes, los juegos, las ilusiones y las esperanzas.

Quiero darle las gracias al niño herido que me llevo a este gran viaje a través del mundo de la victima hasta voltearlo en el mundo del verdugo. Gracias a la vida y a la mujer que con su amor supo curar estas heridas para que sanaran y abrir mi corazón. Ahora es mi corazón el que lleva el timón en mi barco y siempre busco la compañía de los vientos de la compasión que tanto provecho hacen al mundo.

Niña Maltratada:



Soy golpeada cada vez que mi madre no tiene dinero para comprar cigarros, cada vez que mi padre ya no tiene una botella que tomar. Mi madre me exige resolver sus problemas. Me exige que consiga comida. Cuando no cumplo sus deseos en el acto soy golpeada y menospreciada. Con frecuencia mi madre me dice que soy una pobre tonta, que no entiendo nada, que ya no me aguanta, que no sabe que hacer conmigo, y que le estorbo.

Mi padre biológico tuvo duda sobre mi origen y simplemente no me quiso reconocer dándole origen a mi titulo de niña bastarda –una hija de nadie.

Cómo hija de nadie recibo las sobras de los demás, la ropa que ya no quieren, la comida que ya no quieren. Vivo de la lastima que sienten por mi y mi condición. Este sentimiento de lastima hace que me sienta culpable y que sienta verguenza por mi misma. Intuyo que algo esta mal conmigo aunque no se qué es. No entiendo porque me tratan diferente que a los demás. No entiendo porque soy separada y aislada por la sociedad. No entiendo porque algunos familiares no me quieren ver, ni recibir en su casa. No entiendo porque soy golpeada por los adultos. Seguramente soy una niña mala y merezco todo lo que me pasa.

Niña abandonada:



Soy la niña olvidada en el rincón más oscuro de la casa. Nadie tiene tiempo o interés por mi. Me hace falta ropa, y zapatos siempre ya que nadie se ocupa por ver si tengo que ponerme o no. Tengo hambre en mi estomago y en mi corazón. A veces me siento sucia, fea y menos que los demás. Creo que hay algo mal en mí y que por eso estoy abandonada. Creo que si fuera una Barbie el mundo me sonreiría y la gente estaría deseosa de brindarme amistad y afecto. Siento lastima por mi misma y desprecio. Me da coraje no ser tan bonita cómo una Barbie. Me da coraje estar abandonada. Me da coraje estar sola.

La niña fea:



Muchas veces he oído y escuchado el reclamo de mis padres por estar tan gorda, por estar tan morena, por estar tan peluda, por estar tan flaca, por estar tan fea. Me dicen una y otra vez de muchas maneras que ellos quieren una Barbie, con el cuerpo perfecto, el color de ojos azul o verdes, el pelo güero, la piel blanca. Ellos quieren un trofeo para lucir, que los haga sentirse orgullosos. Yo les apeno, les doy vergüenza, no quieren que nadie la vea, no quieren que salga de la casa, me esconden en el rincón más frío y oscuro de la casa. He aprendido a sentir vergüenza por mí misma y a considerarme sin valor alguno. Evito verme al espejo. Creo que no tengo ningún derecho a nada por ser fea. Creo que nadie se interesa en ser mi amigo o amiga, que nadie me puede dar atención, cariño o afecto por ser fea. Estoy dispuesta a aguantar todo tipo de abusos con tal de no estar sola y abandonada. No me importa que me peguen, que me insulten, que abusen emocionalmente y sexualmente de mí mientras no me abandonen. Lo que más temo es a la soledad, a quedarme sola.

La niña violada:

Me han hecho creer que están interesados en mí y que soy especial para ellos siempre y cuando me deje hacer todo lo que ellos quieran conmigo. Aprendo a creer que esta bien que me deje tocar y a tocar también. Hay un sentimiento de pertenecer a un estilo de vida a una forma de ser y a entregarse al placer. Parece un juego para mi y de momento lo disfruto.

Lo que odio es cuando soy sometida a la fuerza, cuando me gritan que soy una pinche perra, cuando me pegan, cuando me lastiman y cuando me abandonan después de usarme. Entonces es cuando me siento basura y confirmo que en verdad no valgo nada.

Saboteador


Yo soy el que te dice: “Mejor no te metas, lávate las manos y deja las cosas como están”. Yo soy el que busco pretextos para evitar la entrada del “rebelde” del “héroe” y sobre todo del “guerrero de corazón impecable”. Mi creencia es evitar toda posibilidad de cambio. Mi misión es dar continuidad a los hábitos para que estos se repitan una y otra vez. Que cada quién se quede con su papel, que me siga prostituyendo al lado del Lobo, que las victimas sigan siendo victimas, que los héroes sigan tratando de rescatar a las victimas. Ese es mi papel de “saboteador”.

Poeta



Yo soy el creativo, el que deja que las palabras jueguen en nuevos significados. Encuentro placer es decir mi verdad en la poesía. Me libero cada vez que expreso y doy voz a lo que siento, a lo que veo, a lo que escucho. Algunas veces hago cuentos, historias, anécdotas, otras prosa. Mi papel es reflejar al inconsciente colectivo de nuestros tiempos. En mis letras plasmo las experiencias de los acontecimientos que vive la sociedad. Soy cómo un sensor, un espejo social. En mi voz se reflejan las voces de los demás, en mis sentimientos expreso los sentimientos de muchos. Soy la voz colectiva y mi arte consiste en ser cómo un espejo de lo que otros no pueden ver ni expresar con facilidad. Yo soy el que se atreve a ventilar y a decir lo que otros callan y ocultan.
Héroe



Yo soy aquel que escucha una y otra vez el llamado del deber, el lamento de los desamparados, de los débiles, de los indefensos, y de las causas perdidas. Yo soy el que cree que le toca ser Responsable y hasta respirar por los demás. Me considero mejor preparado, más apto, más listo y eso es mi forma de justificar mi papel de héroe.



Hacer mi papel significa estar dispuesto al sacrificio personal de tiempo, dinero, esfuerzo para dedicarlo a la causa. La misión se convierte en una misión imposible porque a los que quiero salvar no quieren realmente ser salvados y sabotean una y otra vez mis esfuerzos. Soy un Héroe sin gloria, ya que nunca logró realmente salvar a nadie y por ende no tengo nadie que festeje mis logros. He notado cómo yo mismo escojo rescatar a los insalvables. Busco a los casos perdidos. A los que no creen en sí mismos.

La verdad es que busco salvar precisamente a los que no creo en ellos. A los que considero incapaces de salir adelante solos, a los que veo cómo perdedores, cómo inválidos, cómo enfermos de muerte. Esos son a los que pretendo salvar y pronto me convierto en mi propia victima. Mi vida es una prisión del deber por un lado y por el otro el fracaso. Justifico mis fracasos diciéndome que la próxima vez será diferente. La gloria y el reconocimiento del pueblo que defiendo y cuido nunca se hace realidad. La gente ahora consideran que es mi obligación rescatarlos y asumir la responsabilidad que ellos no asumen por sí mismos. Soy un Héroe que necesita ser rescatado del atolladero en el que me he metido. Necesito apoyarme en mi personaje del Rebelde y del Guerrero para salirme de este bendito infierno en el que me he metido y dejar que las cosas tomen su rumbo, y dejar que las personas asuman su responsabilidad. No deseo seguir respirando por otros, ni cargar con la responsabilidad de otros. Creo que mis buenas intenciones hacen más daño al impedir que cada quién aprenda las lecciones que la vida le presenta. Voy a dejar de interferir respetando el Tonal(destino) y el Nahual(potencial espiritual) de cada persona empezando por el propio. Voy a rescatarme a mí de mi prostituta , mi saboteador, mi víctima.
Juez, Critico Interno

Yo soy el que señala con el dedo de la justicia al culpable. Mi deber es repartir culpas y sentencias y señalar los errores y faltas que otros cometen. Mi papel es vigilar permanentemente y en todo momento cada movimiento, cada pensamiento y criticar todo lo que me parezca “malo”. Yo soy el que guarda y hace respetar el código moral de mis creencias. Este código me dice con claridad lo que hay que repudiar, lo que hay que castigar y lo que hay que “matar” y destruir porque ofende, es nocivo, vulgar, incorrecto, pecado, aberración. A mí me toca crucificar al que tiene deseos de la carne, al que comete adulterio, incesto, al que viola los derechos de otros, al que abandona a sus hijos, a las que pierden su virginidad fuera del matrimonio, a los que cometen sodomía, a los que consumen drogas.

Yo soy el Critico interno y me enfoco en vigilar a los personajes internos. Soy el primero en señalar y criticar al “Rebelde”, a condenar a la “Prostituta”, en pedir castigo para la “victima” por cobarde, culpar al “Saboteador” por indiferente, y calificar cada cosa que “el Padre” hace. Yo soy el que lo hago responsable por los actos de sus hijos. Yo soy el que impulsa al Héroe a continuar el proceso de auto sacrificio y a exigirle que aguante y que cumpla con sus “obligaciones”. Yo soy el que critica los actos del guerrero calificándolo cómo agresivo, violento, salvaje, y hasta inmoral. Mi brazo justiciero, el ejecutor de mis sentencias y castigos es el “Verdugo”.
Manipuladora



Yo soy la maestra del control sutil, casi invisible pero con agarre sólido. Mi secreto es que controlo a mis hijos, hijas, marido, empleados, hermanos, hermanas, padre y madre sin que ellos se den cuenta de ello. ¿y cómo es posible eso? No es fácil, es todo un arte que aprendí a manejar desde pequeña. Mi maestra fue mi abuela en paz descanse. Observándola aprendí que la clave de la manipulación esta en fomentar la “dependencia” de los demás en uno. Los motivos pueden ser muy variados. En el caso de mi madre, ella siempre se sintió pequeña ante la presencia de mi abuela –su madre. Mi abuela siempre sabia que había que hacer y mi madre nunca dejo de ser una niña indefensa para mi abuela. Sí, mi abuela fue la autoridad, el líder de la familia durante su vida y yo herede el bastión de mando. Yo ahora soy la líder y tengo un doctorado en antropología. Mí título de “Dr.” me es de mucha utilidad para crear una imagen de autoridad, de que yo si se como es la vida y lo que hay que hacer. Mi seguridad y mi autoridad depende de la inseguridad del clan que me rodea. Soy una líder que sabe darle sólo el suficiente aire para no sofocar a mi gente y mantenerlos contentos dentro de mi círculo de control. Les muestro mi lado compasivo cuando me vienen a contar sus problemas, cuando me piden apoyo o consejo. De vez en cuando les doy palmaditas en la espalda de apoyo y afecto. Independientemente de su edad todos son como pequeños hijos e hijas para mi. Hay equilibrio y tranquilidad y yo me siento muy bien ejerciendo el control invisible en mi clan.



La parte siniestra para asegurar que los demás me entreguen su poder personal es la de fomentar los sentimientos de “culpa”. Bajita la mano no pierdo oportunidad para anclar ese sentimiento de culpa, de inferioridad en cada uno de mis gentes. Con unos aprovecho el que no tenga suficientes estudios o un doctorado como yo para justificar el porque me necesitan. Con otras aprovecho la auto imagen que tienen de que cómo no son hermosas cómo la Barbie, o tienen algo de sobre peso, no tienen derecho a aspirar a ser grandes y que están mejor a mí lado de asistentes, ayudantas, secretarias y hasta de mis criadas. A cambio de su libertad les ofrezco seguridad, techo y sustento. Yo sólo pido obediencia sin ningún cuestionamiento, que se creen para ponerme en duda. Sin mi no serian nada, no tendrían nada, se irían por la coladera. Yo soy el centro de este mi clan y sólo yo debo de tomar las decisiones por los demás.

Con los más fuertes uso el chantaje moral. Los hago sentirse endeudados, comprometidos con la familia y el no obedecer es igual a traicionar a toda la familia, significa hacer sufrir a las personas que más quieren en el mundo. Hasta el más fuerte pronto lo doblo y lo domo con mi chantaje moral. Los hago sentir remordimientos por ser egoístas al tratar de separarse de la familia y entre líneas de mi control. Sí disfrazo mi control y manipulación con bandera de lealtad, de salva guardar la moral de la familia, y su bienestar. La desobediencia corre el riesgo de ser castigada con el exilio, la expulsión total del clan. En mi clan el infierno significa la soledad, el rechazo de nuestro grupo. Todos prefieren sacrificar su alas y sus ganas de volar, de independizarse por el bien de la familia. Desde niños les enseño a tener “miedo” a desobedecer, a irse al infierno, a ser expulsados de la familia.
Mi secreto para ejercer el control sobre los demás se basa en tres palabras mágicas: miedo, culpa, inseguridad.

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