WEN - TZU

WEN - TZU

(extractos)

1

Lao Tse dijo:

Existe algo, un todo indiferenciado, que antes de los cielos y la tierra. Sólo tiene imágenes abs­tractas, ninguna forma concreta. Es profundo, oscuro, silencioso, indefinido; no oímos su voz. Asignándole un nombre, lo llamo el Camino.

El Camino es infinitamente elevado, insondable­mente profundo. Abarcando el cielo y la tierra, reci­biendo de lo que no tiene forma, produce una corrien­te que fluye intensa y ampliamente sin desbordarse. Opaco, se sirve de una clarificación gradual mediante la calma. Cuando se aplica, es infinito y no tiene día ni noche; pero cuando es representado, ni siquiera llena la mano.

Es reducido, pero puede expandirse; es oscuro, pero puede iluminar; es flexible, pero puede ser firme. Absorbe lo negativo y emite lo positivo, manifestando así las luces del sol, la luna y las estrellas.

Gracias a él son altas las montañas, son profundos los océanos, corren los animales, vuelan los pájaros. Gracias a él vagan los unicornios, remontan el vuelo los fénix, siguen su curso las estrellas. Garantiza la supervivencia mediante la destrucción, la nobleza mediante la bajeza, y el avance mediante la retirada. En la antigüedad, los Tres Augustos alcanzaron el orden unificador del Camino y permanecieron en el centro; sus espíritus vagaron con la Creación, y así reconfortaban a todo el mundo en los cuatro cuadrantes.

De esta manera, el Camino produce el movimien­to de los cielos y la estabilidad de la tierra, girando incesantemente como una rueda, fluyendo sin cesar como el agua. El Camino se encuentra en el principio y en el fin de las cosas: cuando se levanta el viento, se condensan las nubes, ruge el trueno y cae la lluvia, res­ponde como un concierto sin fin.

Devuelve lo esculpido y lo pulido a la simplicidad. No se las ingenia para hacerlo, sino que se funde con la vida y la muerte. No se las ingenia para expresarlo, sino que comunica virtud. Conlleva en sí una felicidad pacífica que no tiene orgullo, y así alcanza la armonía.

Existen infinitas diferencias cuando el Camino facilita la vida: armoniza la oscuridad y la luz, regula las cuatro estaciones y armoniza las fuerzas de la natu­raleza. Humedece el mundo vegetal, impregna el mundo mineral. Los animales salvajes se hacen gran­des, sus pieles lustrosas; los huevos de los pájaros no se rompen, los animales no mueren en el seno materno. Madres y padres no sufren la pena de perder a sus hijos, los hermanos no experimentan la tristeza mutua­mente. Los niños no quedan huérfanos, las mujeres no enviudan. No se ven signos atmosféricos de mal agüe­ro, no se producen robos y bandolerismo. Todo esto es aportado por la virtud interna.

El Camino natural incesante da nacimiento a los seres, pero no los posee; engendra la evolución, pero no la gobierna. Todos los seres nacen dependientes de él, pero ninguno sabe cómo agradecérselo; todos mueren a causa de él, pero ninguno puede quedar resentido por ello. No se enriquece por el almacenamiento y la acumu­lación, ni se empobrece por el desembolso y el disfrute.

Es tan inasible e indefinible que no puede ser imagi­nado; no obstante, aunque sea indefinible e inasible, su función es ilimitada. Profundo y misterioso, responde a la evolución sin forma; triunfante y efectivo, no actúa en vano. Se enrosca y se desenrosca con firmeza y flexibili­dad; se contrae y se expande con oscuridad y luz.





2



Lao Tse dijo:

Las personas avanzadas están en paz y no tienen deseos; están en calma y no tienen preocupaciones. Hacen del cielo su baldaquín y de la tierra su carruaje; de las cuatro estaciones hacen sus caballos y convierten a la oscuridad y a la luz en sus conductores. Viajan por donde no hay camino, vagan por donde no hay abati­miento, parten sin atravesar ninguna puerta.

Con el cielo como baldaquín, nada queda sin cubrir; con la tierra como carruaje, nada queda sin lle­var. Con las cuatro estaciones como caballos, nada queda sin emplear; con la oscuridad y la luz como conductores, nada queda sin ser incluido. Por ello, son rápidos sin vacilaciones, viajan sin cansarse. No pertur­bados sus cuerpos, sus intelectos no quedan disminui­dos, y ven al mundo entero con claridad. Esto es man­tenerse en la esencia del Camino y observar la tierra sin ataduras.

Por ello, los asuntos del mundo no son planeados, sino promovidos según su propia naturaleza. No puede hacerse nada para facilitar los cambios de las miríadas de seres, excepto captar lo esencial y regresar a ello. En consecuencia, los sabios cultivan los cimien­tos internos y no se adornan externamente con cosas superficiales. Activan su espíritu vital y dejan en reposo sus opiniones aprendidas. Por ello, son abiertos y sin argucias, aunque no hay nada que no hagan; no tienen leyes, pero no hay desorden.

No tener argucias significa no actuar antes que los demás. No tener leyes significa no cambiar la naturale­za. Que no hay desgobierno significa que avanzan mediante la afirmación recíproca de los seres.





3



Lao Tse dijo:

Quienes se mantienen en el Camino para guiar a la gente fluyen con los acontecimientos a medida que suceden y actúan conforme a lo que la gente hace. Responden según la evolución de cada ser y están en armonía con los cambios de cualquier acontecimiento.

Así pues, el Camino está vacío y no es cosificado, llano y fácil, claro y en calma, flexible y complaciente, sin adulteración y puro, plano y simple. Éstas son imá­genes concretas del Camino.

La no cosificación vacía es la morada del Camino. Incluso la facilidad es la base del Camino. La calma clara es su espejo. La complacencia flexible es su fun­ción. La inversión es normal para el Camino: la flexibi­lidad constituye su firmeza, la complacencia su fuerza.

La pureza no adulterada y la simplicidad llana es la principal línea del Camino.

El vacío significa que no hay fardo dentro. La ecuanimidad significa que el espíritu es ilimitado. Cuando los deseos habituales no son un fardo para uno, eso es la consumación del vacío. Cuando no se tienen preferencias ni aversiones, eso es la consuma­ción de la ecuanimidad. Cuando se está unificado e inalterable, eso es la consumación de la calma. Cuando no se está metido en las cosas, eso es la consumación de la pureza. Cuando uno no se duele de nada ni se recrea por nada, eso es la consumación de la virtud.

El gobierno de las personas completas abandona el intelectualismo y deja de lado el adorno ostentoso. Dependiendo del Camino, rechaza la astucia. Emerge de la imparcialidad, en armonía con la gente. Limita lo que se conserva y minimiza lo que se busca. Se aparta de los anhelos seductores, elimina el deseo de los bie­nes valiosos y reduce el dar vueltas a los pensamientos.

Limitar lo que se desemboca en claridad; minimi­zar lo que se busca desemboca en el logro. Por ello, cuando lo externo está controlado por el centro, nada es descuidado. Si puedes alcanzar el centro, puedes gobernar lo externo.

Con el logro del centro, los órganos internos están en calma, los pensamientos son ecuánimes, los nervios y los huesos son fuertes, los oídos y los ojos están claros.

El Gran Camino es llano y no está lejos de uno mismo. Quienes lo buscan lejos van y después regresan.



4



Lao Tse dijo:

El estado de sabiduría no tiene nada que ver con el gobierno de los demás, sino que es un asunto de ordenarse a sí mismo. La nobleza no tiene nada que ver con el poder y el rango, sino que es una asunto de autorrealización; lograr la autorrealización, y el mundo entero está dentro de uno mismo. La felicidad no tiene nada que ver con la riqueza y la condición social, sino que es un asunto de armonía.

Quienes saben suficiente para disminuir la impor­tancia del yo y considerar la ligereza del mundo están próximos al Camino. Por ello he dicho: «Alcanzando el extremo del vacío, conservando la calma definitiva, mientras millones de seres actúan en concierto, de ahí observo el retorno.»

El Camino moldea a miríadas de seres, pero conti­núa sin tener forma. Silencioso e inmóvil, abarca total­mente lo desconocido indiferenciado. Ninguna vastedad es suficientemente grande para estar fiiera de él, ningu­na cosa diminuta es suficientemente pequeña para estar dentro de él. Carece de morada, pero da origen a todos los nombres de lo que existe y de lo que no existe.

Las verdaderas personas lo encarnan a través del vacío abierto, facilidad ecuánime, inteligencia clara, fle­xibilidad elástica, pureza no adulterada y simplicidad llana, sin enredarse en las cosas. Su virtud perfecta es el Camino del cielo y de la tierra, por ello son llamadas verdaderas personas.

Las verdaderas personas saben cómo disminuir la grandeza del yo y la pequeñez del mundo; estiman el autogobierno y desdeñan gobernar a los demás. No permiten que las cosas perturben su armonía, no dejan que sus deseos molesten sus sentimientos. Ocultando sus nombres, se esconden cuando el Camino está en acción y aparecen cuando no lo está. Actúan sin argu­cias, trabajan sin esfuerzo y saben sin intelectualizar.

Apreciando el Camino del cielo, aceptando el corazón del cielo, respiran la oscuridad y la luz, exha­lando lo viejo e inhalando lo nuevo. Se cierran junto con la oscuridad y se despliegan con la luz. Se enrollan y se desenrollan con firmeza y flexibilidad, se contraen y se expanden con oscuridad y luz, tienen la misma mente que el cielo y el mismo cuerpo que el Camino.

Nada les complace, nada les produce dolor; nada les da placer, nada les disgusta. Todas las cosas son misteriosamente lo mismo; no hay nada correcto ni equivocado.

Quienes son físicamente heridos por las torturas de las condiciones climáticas extremas se encuentran con que el espíritu es sofocado cuando el cuerpo está exhausto. Quienes son heridos psicológicamente por las aflicciones de las emociones y de los pensamientos se encuentran con que el cuerpo es abandonado cuan­do el espíritu está exhausto. Por ello, las verdaderas personas vuelven deliberadamente a la esencia, con­fiando en el apoyo del espíritu, y alcanzando de esta manera la plenitud. Así pues, duermen sin sueños y se despiertan sin preocupaciones.







5







Cuando Confucio le preguntó acerca del Camino, Lao Tse dijo:



Endereza tu cuerpo, unifica tu visión y llegará la armonía del cielo. Concentra tu conocimiento, rectifi­ca tu afirmación, y el espíritu llegará a permanecer. La virtud te será receptiva, el Camino estará ahí para ti.

Mira fijamente hacia adelante como un ternero recién nacido, sin buscar los porqués; deja que tu cuerpo sea como un árbol seco y tu mente como cenizas muertas. Alcanza el conocimiento auténtico y no utilices razonamientos torcidos. Mantente abierto, sin preocupación, y podrás alcanzar la claridad y toda la maestría. ¿Cómo podría permanecer esto descono­cido?



6



Lao Tse dijo:

Quienes sirven a la vida se adaptan a los cambios cuando actúan. Los cambios surgen de los tiempos; quienes conocen los tiempos no se comportan de manera fija, por ello digo: «Los caminos pueden ser guías, pero no senderos trazados; los nombres pueden ser designados, pero no etiquetas fijadas.»

Los escritos se producen mediante palabras, y las palabras proceden del conocimiento; los intelectuales no saben que ellos no constituyen un camino fijado. Los términos que pueden ser designados no forman libros que puedan ser atesorados. Las personas instrui­das llegan una y otra vez a un callejón sin salida; esto no es tan bueno como mantenerse centrado. Acaba con el escolasticismo, y no habrá preocupaciones; pon un final a la sagacidad, abandona el conocimiento, y la gente se beneficiará muchas veces.

Los seres humanos son tranquilos por nacimiento; ésta es la naturaleza celestial. Al sentir las cosas, actúan; esto es deseo natural. Cuando las cosas vienen a ellos, responden. Éste es la acción del conocimiento. Cuan­do el conocimiento y las cosas interactúan, surgen las preferencias y las aversiones. Cuando las preferencias y las aversiones están formadas, el conocimiento va hacia las cosas externas \ no puede retornarse al ser; de esta manera desaparece el diseño celestial.

Por consiguiente, los sabios no sustituyen lo celes­tial por lo humano. Externamente evolucionan con las cosas, pero internamente no pierden su verdadero estado. Así, quienes realizan el Camino regresan a la clara tranquilidad. Quienes descubren el secreto de las cosas acaban sin tener estratagemas. Alimentan la inte­ligencia mediante la calma, unifican el espíritu median­te la abstracción, y se dirigen a la puerta de la nada.

Quienes siguen el cielo viajan con el Camino; quienes siguen a los humanos se mezclan con lo vul­gar. Por ello, los sabios no dejan que los negocios per­turben al mundo y no permiten que los deseos con­fundan los sentimientos. Hacen lo que es apropiado sin argucias; se confía en ellos aunque no hablen. Tie­nen éxito sin pensar en él, logran sus metas sin estrata­gemas.

Por lo tanto, cuando están arriba, la gente no lo toma a mal; y cuando no están al frente, los demás no les atacan. Todo el mundo recurre a ellos, los traicio­neros le temen. Como ellos no luchan con nadie, nadie se atreve a luchar con ellos.



7

Lao Tse dijo:

Cuando las personas pierden su naturaleza esencial por seguir sus deseos, sus acciones nunca son correc­tas. Gobernar una nación de esta manera desemboca en el caos; gobernarse a sí mismo de esta manera desemboca en la deshonra.

Por ello, quienes no escuchan al Camino no tie­nen manera de regresar a su naturaleza esencial. Quie­nes no entienden las cosas no pueden estar claros y en calma.

La naturaleza esencial del ser humano original no tiene perversión ni corrupción, pero después de una larga inmersión en las cosas esto cambia con facilidad, de manera que olvidamos nuestras raíces y nos adapta­mos a una naturaleza aparente.

A la naturaleza esencial del agua le gusta la clari­dad, pero la arena la contamina. A la naturaleza esen­cial de la humanidad le gusta la paz, pero los deseos habituales la perjudican. Sólo los sabios pueden dejar las cosas y regresar al ser.

Por ello, los sabios no utilizan el conocimiento para explotar las cosas y no dejan que sus deseos per­turben su armonía. Cuando son felices no están exul­tantes de gozo, y cuando padecen dolor no están desesperados. De este modo, no se encuentran en peli­gro ni siquiera en las altas cumbres; están seguros y estables.

Así pues, planear inmediatamente la escucha de buenas palabras es algo que incluso los ignorantes saben suficientemente como para admirarlo; la acción noble de acuerdo con las virtudes de los sabios es algo que incluso las personas más modestas conocen sufi­cientemente como para estimarla.

Pero mientras quienes admiran son los muchos, quienes lo aplican son los pocos; y mientras quienes los que estiman estas cosas son numerosos, quienes las ponen en práctica son escasos. La razón de ello es que los muchos se aferran a las cosas y están atados a lo mundano.

Por ello, se dice: «Cuando no planifico nada, la gente evoluciona por sí misma. Cuando no me esfuer­zo por nada, la gente prospera por sí misma. Cuando disfruto de la tranquilidad, la gente se corrige a sí misma. Cuando no tengo deseos, la gente es natural­mente llana». La serenidad limpia es la consumación de la virtud. La complacencia flexible es la función del Camino. La calma vacía es el antepasado de todos los seres. Cuando las tres se ponen en práctica, se entra en lo que carece de forma. Lo que carece de forma es un término para describir la unidad; unidad significa ausencia de mente fundiéndose con el mundo.

La práctica de la virtud no es altiva; su uso no es forzado. No se la ve cuando se la mira, no se la oye cuando se la escucha. Carece de forma, pero de ella han nacido las formas. Carece de sonidos, pero en él se producen todos los sonidos. Carece de aroma, pero en él se forman todos los aromas. Carece de color, pero todos los colores están hechos de él.

Así, el ser ha nacido del no ser, la realización ha nacido del vacío. Sólo existen cinco notas musicales, pero las variaciones de esas cinco notas son tantas que están más allá de nuestro poder de escucharlas. Sólo existen cinco aromas, pero sus variantes son tantas que están más allá de nuestro poder de gustarlas. Sólo existen cinco colores, pero sus variantes son tantos que están más allá de nuestro poder de verlos.

En lo que respecta al sonido, cuando se establece la primera nota, las cinco notas quedan definidas. En lo que respecta al aroma, cuando se establece el dulzor, los cinco aromas quedan determinados. En lo que res­pecta al color, cuando se establece el blanco, se forman los cinco colores. En lo que respecta al Camino, cuan­do queda establecido el Uno, nacen todas las cosas.

Por ello, el principio de la unicidad se aplica a todas las cosas. La vastedad de lo Uno es evidente en la totalidad del cielo y de la tierra. Su totalidad es sóli­da, como un bloque sin esculpir. Su dispersión es total, como si estuviera en suspensión. Aunque esté en suspensión, gradualmente se aclara; aunque vacío, gra­dualmente se llena. Es profundo como un océano, vasto como las nubes que flotan. Parece que no es nada, pero existe; parece estar ausente, pero está ahí.







21



Lao Tse dijo:

Todos los seres acuden a la luz del sol del invierno y a la sombra del sol de verano, sin que nadie les coac­cione a hacerlo. De una manera extremadamente natu­ral, por la sensibilidad de la vitalidad esencial, acuden sin ser llamados y van sin ser enviados. Es un profundo misterio, y nadie sabe qué es lo que hace que esto se produzca, pero los efectos se desarrollan de manera espontánea.

Cuando se depende de los ojos para ver y se depende de las palabras para establecer la dirección, es difícil tratar con el gobierno. Una vez hubo un primer ministro que no podía hablar, pero bajo su administra­ción no había duros castigos; así, ¿por qué estimar las palabras? También hubo un primer ministro que era ciego, pero bajo su administración no había corrup­ción en el gobierno; así pues, ¿por qué estimar la vista? La orden que no es pronunciada y la visión que no mira, son los medios mediante los cuales los sabios se convierten en líderes.

Cuando el pueblo es influenciado por los gober­nantes, no sigue sus palabras sino sus acciones. Por ello, si los gobernantes admiran la valentía, aunque no originen voluntariamente la competición del conflicto, sus países tendrán muchas dificultades y más adelante se apoderará de ellos el desorden mediante el pillaje y el asesinato. Si los gobernantes admiran la belleza físi­ca, aunque no permitan el comportamiento licencioso, sus países se irán a pique tornándose ingobernables, y paulatinamente se manifestarán los problemas causa­dos por el comportamiento licencioso.

Por ello, la sinceridad pura de los sabios es inequí­voca interiormente, mientras que las preferencias y las aversiones están claras exteriormente. Hablan de tal manera que reflejan sentimientos, dan órdenes de tal manera que clarifican la dirección a seguir.

Así pues, los castigos no son suficientes para cambiar las costumbres, las ejecuciones no son suficientes para detener la traición. Sólo la influencia espiritual es válida.

Cuando la pureza es perfecta, ésta es espiritual. El movimiento causado por un corazón puro es como la influencia vivificante del aire de primavera y la influen­cia relacionada con la muerte del aire de otoño.

Así pues, ser un líder es como disparar una flecha; una minúscula desviación en el disparo tiene como consecuencia un fallo por un amplio margen. Ésta es la razón por la que quienes gobiernan a los demás son cuidadosos respecto a cómo les influyen.







22



Lao Tse dijo:

Si se promulgan leyes y se estable un sistema de recompensas, y a pesar de ello no se puede influir en las costumbres o cambiar la moral, esto significa que está ausente la aceptación del corazón sincero.

Así pues, escucha la música del pueblo y conocerás su modo de actuar; obsérvalo cuando toca música, y conocerás sus costumbres. Cuando veas sus costum­bres, sabrás su desarrollo.

Quienes aceptan la realidad y ejercen la verdade­ra sinceridad conmueven a los espíritus del cielo y de la tierra más allá de toda convención y al margen de los mandamientos y de las prohibiciones. Recorren su camino y alcanzan su aspiración mediante la since­ridad. Aunque no digan una sola palabra, todo el mundo, los pájaros y los animales salvajes, los espec­tros y los espíritus, evolucionan en armonía con ellos.

Por tanto, los grandes gobernantes ejercen influen­cia espiritual, los que vienen a continuación hacen que sea imposible equivocarse. Los peores gobernan­tes recompensan a los virtuosos y castigan a los vio­lentos.







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Lao Tse dijo:

El gran Camino carece de argucias. Sin argucias, no hay posesividad. No ser posesivo significa no insistir en las cosas, no insistir en las cosas significa ser sin forma. Lo que carece de forma es imperturbable. Ser imperturbable significa que no hay nada que decir. Cuando no hay nada que decir, existe la quietud, sin sonido ni forma.

Lo que no tiene sonido ni forma no puede ser visto ni oído. A esto se le llama sutil y espiritual. A aparentar continuamente estar presente, se le llama la raíz del cielo y la tierra.

El Camino no tiene forma ni sonido, así los sabios lo han descrito deliberadamente como una unidad y lo han nombrado el Camino del universo.

Lo grande se basa en lo pequeño, lo mucho comienza con lo poco. Los gobernantes tienen en cuenta los bienes del cielo y de la tierra y los recursos de todos los seres.

El mérito y la virtud se consideran las cosas más grandes, el poder y la fama se consideran las cosas más valiosas, la belleza de las cualidades gemelas igualan al cielo y la tierra, así, es imperativo mantener el gran Camino como la madre del mundo.







24



Lao Tse dijo:

Ayuda a los pobres y a los menesterosos, y nacerá una reputación. Promociona lo que es benéfico y eli­mina lo que es dañino, y el mérito quedará estableci­do. Cuando no hay problemas en el mundo, incluso los sabios no tienen ningún lugar donde dispensar sus gracias. Cuando las clases elevadas y las clases inferio­res están en buenas relaciones mutuas, incluso los filántropos no tienen proyectos que emprender.

Por ello, el gobierno de los pueblos completos está imbuido de la virtud y acepta el Camino, promo­viendo la confianza y dispensando felizmente el cono­cimiento inagotable. Se deja que descanse la retórica y quede sin expresión, pero el mundo no sabe estimar a quienes no hablan.

Así, un camino que puede ser articulado no es un Camino permanente, y los nombres que pueden ser pronunciados no son etiquetas perpetuas. Cualquier cosa que pueda ser escrita o inscrita y que pueda ser transmitida a los demás es una burda generalización.

Los dirigentes idealizados de antaño hicieron dife­rentes cosas, pero con las mismas intenciones; toma­ron diferentes caminos, pero con la misma meta. Los eruditos de los últimos días, al no conocer la unidad del Camino o la totalidad de la virtud, siguen las hue­llas de cosas que ya han sucedido y se sientan a hablar sobre ellas. Aunque sean muy estudiosos y cultivados, no pueden evitar la confusión.







25



Lao Tse dijo:

La esencia vital de la mente puede ser influida espiritualmente, pero no puede ser guiada a través de la palabra. El hecho de que los sabios puedan gobernar al mundo sin dejar sus asientos ocurre porque los sen­timientos van más allá que las palabras.

Así, cuando existe confianza en los acuerdos ver­bales, la confianza se halla antes de las palabras. Cuan­do existe acción en las direcciones comunes, la sinceri­dad de la acción está presente al margen de las directi­vas.

Cuando los sabios están en posición de liderazgo, el pueblo es influido espiritualmente, siendo conduci­do por medio de los sentimientos. Cuando los que están arriba actúan sin obtener una respuesta de los que están abajo, esto significa que los sentimientos y las órdenes están en desacuerdo.

El hecho de que los niños de tres meses no conoz­can lo que es beneficioso y lo que es dañino, y una madre amorosa esté por tanto más atenta para cuidar­les, es un asunto de sentimiento.

Así pues, la función del habla es pequeña, mientras que es grande la función de lo inexpresado.

La con­fianza constituye el mundo de la persona ideal, la fide­lidad constituye la voluntad de la persona ideal; cuan­do la fidelidad y la verdad se forman dentro, su influen­cia origina una respuesta externa. Ésta es la cultura del sensato y el sabio.







26



Lao Tse dijo:

Cuando los hijos mueren por sus padres, o los subditos por sus gobernantes, no se trata de que sal­gan a morir buscando fama, sino que el sentimiento de gratitud se ha almacenado en su interior hasta el punto de no evitar la aflicción.

Lo que apena a las personas ideales no es exacta­mente lo que se hace, sino lo que procede del interior, ya que observan adonde ello conduce. Los sabios no se avergüenzan de las apariencias, las personas ideales son cuidadosas incluso cuando están solas. Si descuidas lo que está cerca a la espera de lo que está lejos, que­darás frustrado.

Por ello, cuando los sabios están en posición de liderazgo, el pueblo es feliz con su gobierno; cuando los sabios se hallan entre las masas, el pueblo considera sus ideas. En su determinación, no olvidan el deseo de ayudar a los demás.







27



Lao Tse dijo:

Cuando todo un ejército se sale de su ruta por el solo grito de un valiente guerrero, esto ocurre a causa de la confianza de la cual surgió el grito. Si las pro­puestas no son seguidas por la cooperación y las ideas no son tomadas en cuenta, debe haber algo que no está en armonía. Quienes pueden aportar orden al mundo sin dejar su asiento son quienes lo buscan a partir de sí mismos.

Así pues, las expresiones del rostro pueden llegar allí donde el habla no puede, y los sentimientos pueden llegar allí donde no pueden hacerlo las expresiones. Lo que se siente en la mente emerge para formar el cuer­po. El logro de la iluminación puede ser contactado físicamente, pero no puede ser buscado con sólo mirar.







28



Lao Tse dijo:

Las palabras tienen una fuente, las obras tienen un fundamento. Si pierdes la fuente y el fundamento, es mejor hablar poco, aunque tus capacidades sean muchas. Lo que perjudica al pueblo es la astucia, así pues, si el listo se corta los dedos, ello muestra que no está bien ejercitar mucha astucia.

Por tanto, los maestros actúan mediante el conoci­miento, no mediante el talento. Son protegidos, según los tiempos, sin conciencia de ser protegidos. De esta manera, cualquier cosa que esté voluntariamente cerra­da, más adelante ha de abrirse.







29



Lao Tsc dijo:

Los esfuerzos de los sabios toman diferentes cami­nos, pero tienen la misma meta. Para ellos es lo mismo supervivencia y extinción, estabilidad e inestabilidad; en su determinación, no olvidan el deseo de ayudar a los demás.

Así pues, las canciones de las diferentes regiones suenan de manera diferente, pero todas son alegres; los cantos fúnebres de otras naciones suenan diferen­tes, pero todos son tristes. Esto ocurre porque la can­ción es una prueba de felicidad, mientras que el luto es un efecto de la tristeza. Lo que es profundo por den­tro emerge externamente, por tanto, se trata de una cuestión de cómo se producen las impresiones.

La mente de los sabios no olvida el deseo de ayu­dar a los demás, día o noche; y, sin duda, es grande la extensión que alcanza su beneficio.









30



Lao Tse dijo:

Cuando el pueblo gobierna mediante la no acción, hay intención y por tanto es dañino. Quienes gobier­nan mediante la no acción están siendo voluntaria­mente inactivos, y quienes actúan de una manera deli­beradamente intencionada no pueden carecer de intención. Quienes no pueden estar sin intención no pueden ser creativos.

Si las personas no dicen nada pero sus espíritus están hablando, esto es perjudicial. Si no dicen nada pero sus espíritus se ponen en disposición de no decir nada, esto es perjudicial para el espíritu que es espiri­tual.







31



Lao Tse dijo:

Aquellos a quienes llamamos sabios reposan pacífi­camente en sus lugares de acuerdo con los tiempos y disfrutan de sus obras de una manera apropiada a la época.

La tristeza y la felicidad son desviaciones de la vir­tud, las preferencias y las aversiones son cargas para la mente, la alegría y la cólera son excesos en el camino.

Por ello, su nacimiento es la acción del cielo, su muerte es la transformación de las cosas.

Cuando estás en calma, te fundes con la cualidad de la oscuridad; cuando estás activo, estás en la misma onda que la luz.

Así, la mente es la maestra de la forma, el espíritu es la joya de la mente. Cuando se trabaja el cuerpo sin descanso, éste se desmorona; cuando la vitalidad se utiliza sin descanso, ésta se agota. Por tanto, los sabios conscientes de esto no se atreven a ser excesivos.

Utilizan el no ser para responder al ser y están seguros de descubrir la razón; utilizan el vacío para recibir la plenitud y están seguros de encontrar la medi­da. Pasan sus vidas en pacífica serenidad y en abierta calma, sin alienarse de los demás ni separarse de ellos.

Aceptando la virtud, son cálidos y armoniosos, siguiendo así el Cielo, encontrándose con el Camino, y estando cerca de la virtud. No empiezan nada por provecho ni inician ninguna cosa que les pueda causar daño. La muerte y la vida no originan cambios en el ser, y así se llama a esto lo más espiritual. Cualquier cosa que se busque con el espíritu puede ser encontrada, y cualquier cosa que sea hecha puede ser completada.







32



Lao Tse dijo:

Considera la luz del mundo, y así no quedará car­gado el espíritu; considera la miríada de cosas de manera ligera, y la mente no quedará confusa. Consi­dera la vida y la muerte como cosas iguales, y el inte­lecto no quedará asustado; considera el cambio igual que la rutina, y la claridad no será oscurecida.

Las personas perfectas se apoyan en una columna que nunca se conmueve, viajan por un camino que nunca está bloqueado, se alimentan de una fuente que nunca se agota, y aprenden de un maestro que nunca muere. Tienen éxito en todo lo que emprenden, y lle­gan a cualquier parte a donde se encaminen. Hagan lo que hagan, aceptan el destino y pueden caminar junto a la confusión. La calamidad, la fortuna, el beneficio y el perjuicio no pueden alterar sus mentes.

Quienes actúan justamente pueden ser presiona­dos por el humanitarismo, pero no pueden ser amena­zados por las armas; pueden ser corregidos por la rigu­rosidad, pero no pueden ser aprisionados por el prove­cho. Las personas ideales morirán por la justicia, pero no pueden ser paralizadas por las riquezas y el rango.

Quienes actúan justamente no pueden ser intimi­dados por la muerte; mucho menos pueden serlo quienes no actúan en absoluto. Quienes no actúan delibe­radamente no tienen cargas. Las personas que no tie­nen cargas utilizan el mundo como la señal de un reloj de sol: arriba observan la manera en que las personas perfectas ahondan con profundidad en los significados del Camino de la Virtud; abajo consideran los com­portamientos usuales del mundo, que son suficientes para inducir un sentimiento de vergüenza.

No hacer nada por el mundo es el tambor que anuncia el aprendizaje.







33



Lao Tse dijo:

El rango, el poder y la riqueza son cosas que la gente codicia, pero cuando se comparan con el cuerpo son insignificantes. Por ello, los sabios comen suficien­temente para llenar el vacío manteniendo la energía, y se visten suficientemente para cubrir sus cuerpos pro­tegiéndose del frío. Se adecuan a su verdadera condi­ción y rechazan el resto, sin codiciar la ganancia ni acumular demasiado.

Clarificando sus ojos, no miran; aquietando sus oídos, no escuchan. Cerrando sus bocas, no hablan; dejando reposar sus mentes, no piensan. Abandonan­do el intelectualismo, vuelven a la simplicidad esencial; haciendo descansar su espíritu vital, se desapegan del conocimiento. Por ello, no tienen preferencias o aver­siones. A esto se llama el gran logro.

Para liberarse de la contaminación y eliminar las cargas, no hay nada como no abandonar nunca la fuen­te. Entonces, ¿qué acción podría dejar de tener éxito?

Quienes saben cómo alimentar la armonía de la vida no pueden ser atrapados por el beneficio. Quienes saben cómo unir lo interno y lo externo no pueden ser seducidos por el poder.

Lo más grande mora más allá de donde no hay más allá; lo más precioso reside en el interior en el que no hay interior. Si conoces lo grande y lo precioso, ¿adonde podrás ir y no triunfar?







34



Lao Tse dijo:

Quienes practicaban antaño el Camino, ordenaban sus sentimientos y su naturaleza y gobernaban sus fun­ciones mentales, alimentándolas con armonía y conser­vándolas proporcionadamente. Disfrutando del Cami­no, olvidaban la humilde condición; seguros en la Vir­tud, olvidaban la pobreza.

Existía lo que por naturaleza no querían, y como no tenían deseo de ello no les llegaba. Existía aquello de lo que sus corazones no disfrutaban, y como no disfrutaban de ello no lo hacían.

A cualquier cosa que no beneficiase la naturaleza esencial no le permitían debilitar la virtud; a cualquier cosa que no tuviera una ventaja para la vida no le permitían perturbar la armonía. No se permitían a sí mismos actuar o pensar de manera arbitraria, de manera que sus pautas podían ser consideradas como modelos para el mundo entero.

Comían de acuerdo con la capacidad de sus vientres, se vestían según la necesidad de sus cuer­pos, vivían en espacios suficientes que se ajustase a ellos, y actuaban de acuerdo con su verdadera condi­ción.

Consideraban el mundo como algo extraordinario, y así no intentaban poseerlo; dejaban a cada uno y a cada cosa en sí mismos y no buscaban provecho. ¿Cómo podían perder su vida esencial a causa de la pobreza o de la riqueza, de la alta o baja condición social?

Quienes son así pueden ser llamados capaces de entender y encarnar el Camino.













35



Lao Tse dijo:

La energía que la gente recibe de la naturaleza es una en lo que concierne a los sentimientos de los sen­tidos hacia el sonido, la forma, el olor y la temperatu­ra. Pero la manera en que se utiliza difiere en que algunos mueren y otros viven por ello; algunos se con­vierten en personas ejemplares y otros se convierten en personas miserables.

El espíritu se halla donde se reúne el conocimien­to; cuando el espíritu es claro, el conocimiento está iluminado. El conocimiento es la sede del corazón; cuando el conocimiento es objetivo, el corazón es ecuánime.

La razón por la que la gente utiliza el agua límpida como espejo, y no una corriente en movimiento, es porque está clara y tranquila. Así, cuando el espíritu está claro y la atención es ecuánime, es posible discer­nir entonces la verdadera condición de las personas.

Por ello, su uso depende inevitablemente de la no explotación.

Cuando un espejo es claro, el polvo no lo ensucia; cuando el espíritu es claro, los deseos habituales no lo engañan.

De esta manera, si la mente va a algún lado, el espíritu está allí en un estado de atención creativa; si regresas al vacío, esto extinguirá la actividad convulsa, de manera que la mente pueda descansar. Ésta es la libertad de los sabios. Esta es la razón por la que quie­nes gobiernan al mundo deben realizar la verdadera condición de la naturaleza y de la vida antes de poder gobernarlo.







36



Lao Tse dijo:

Aquellos a quienes llamamos sabios se adecuan a sus condiciones reales, esto es todo: comen según el tamaño de sus vientres, se visten de acuerdo con el tamaño de sus cuerpos. Como se moderan a sí mis­mos, no hay lugar para que pueda surgir en sus mentes una actitud contaminada por la codicia.

Así pues, para poder gobernar el mundo es esen­cial no tener nada que ver con el mundo. Para poder manejar la fama es esencial no hacer nada en exceso para conseguirla. Cuando alcanzan verdaderamente la condición real de la naturaleza y de la vida, la humani­dad y la justicia llegan junto a ellas.

Si no hay nada que ponga un velo al espíritu, y nada que cargue a la mente, estás completamente claro y totalmente en armonía, en paz y sin preocupaciones. El poder y el beneficio no pueden tentarte, el sonido y la forma no pueden seducirte; los creadores de discursos no pueden anularte, los intelectuales no pueden conmoverte, los guerreros no pueden asustarte. Esta es la libertad de las verdaderas personas.

Lo que crea la creación no es creado; lo que hace evolucionar a la evolución no evoluciona. Quienes no llegan a este Camino tal vez tengan conocimiento que abarque el cielo y la tierra, reflejando la iluminación del sol y de la luna, lógico como anillos que se unen y retórico como oro y joyas; sin embargo, nada de ello sirve en absoluto para gobernar el mundo. Por ello, los sabios no pierden lo que tienen.







37



Lao Tse dijo:

La abstracción tranquila y la luminosidad del cora­zón son maneras de alimentar la vida. La felicidad armoniosa y el desinterés vacío son maneras de asegu­rar la virtud.

Cuando las cosas externas no te perturban interna­mente, tu naturaleza encuentra lo que le conviene; cuando la quietud no acepta la armonía, la virtud des­cansa en su sitio.

Si alimentas siempre la vida y aceptas la virtud, a esto puede llamársele capacidad de comprender y encarnar el Camino.

Cuando éste es el caso, no hay bloqueo estancado en las venas sanguíneas, ni energías acumuladas en los órganos; ni la calamidad o la fortuna pueden molestar­te, ni las críticas o los halagos pueden engañarte.

¿Quién puede tener éxito a menos que tenga su tiempo? Incluso si las personas poseen talento, si no encuentran el tiempo adecuado, no pueden todavía libe­rarse a sí mismas, especialmente si les falta el Camino.

Los oídos de alguien cuyos ojos están examinando la punta de un pelo fino no oyen el restallar del true­no; los ojos de alguien cuyas orejas están afinando un instrumento musical no ven una enorme montaña. Así, cuando existe la fijación de la atención en peque­ñas cosas, se olvidan las grandes cosas.

Ahora todo llega y desgasta nuestras vidas, extra­yendo de nuestra vitalidad como si fuera una primave­ra. Aunque queramos negarnos a estar sometido a esto, ¿podemos lograrlo?

Ahora bien, si quisiéramos aclarar una taza de agua, se necesita al menos un día antes de que poda­mos ver nuestras cejas y parpadeos reflejados en ella; pero basta sólo con un movimiento para hacerla tan turbia que no podamos ver nada más en ella. Al igual que una taza de agua, el espíritu vital en los seres humanos es difícil de aclarar y fácil de enturbiar.





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Lao Tse dijo:

Los más grandes sabios emulan la ley natural, los sabios del rango inmediato estiman la sensatez, los sabios inferiores dejan las cosas a los ministros. Dejar las cosas a los ministros es un camino peligroso y des­tructivo, estimar la sensatez es una fuente de locura y confusión, y emular la ley natural es la manera de gobernar el cielo y la tierra.

La calma vacía es el punto principal: no hay nada que el vacío no pueda tomar en su interior, nada que la calma no pueda sustentar. Si conoces el camino de la calma vacía, puedes acabar lo que empiezas. Ésta es la razón por la que los sabios consideran la calma como orden y la alteración como desorden.

Así se dice: «No te alteres, no te asustes; todas las cosas se aclararán por sí mismas. No te incomodes ni te asustes; todas las cosas se ordenarán por sí mismas.» A esto se le llama el Camino de la ley natural.







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Lao Tse dijo:

Los emperadores y los señores consideran todo el imperio o toda la nación como su propia casa, y todas las cosas como sus pertenencias. Si toman de corazón la grandeza de la tierra y dominan la multitud de cosas y personas dentro de él, se encuentran entonces llenos de energía y liberados de sus ambiciones. Los más grandes lanzan invasiones armadas sobre los más pequeños, los más pequeños miran altaneramente a sus subditos.

Servirse de la mente teniendo como meta el orgu­llo y el engrandecimiento es similar a un viento racheado o una violenta tormenta; no puede durar mucho tiempo. Por ello, los sabios controlan esto por medio del Camino, manteniéndose en la unidad sin estratage­ma alguna y, de este modo, sin disminuir la energía armoniosa.

Ven lo pequeño y permanecen flexibles; son reser­vados y no posesivos. Emulan los ríos y los mares; por­que los ríos y los mares no actúan con un propósito, llegan a ser conocidos por sus méritos mediante un proceso natural de desarrollo.

Como no coaccionan, pueden cumplir la tarea de dirigir. Siendo como una mujer para el mundo, pue­den evitar la muerte espiritual. Porque se cuidan a sí mismos, pueden realizar la nobleza.

Todas las cosas contribuyen a la efectividad y reputación del poder material; la responsabilidad de la autoridad es lo más serio, por ello no permite el auto-menosprecio. El automenosprecio conduce al fracaso en el logro y en la reputación.

En el Camino, lo grande se hace gracias a lo pequeño, lo mucho está basado en lo poco. Por ello, los sabios presiden el mundo por medio del Camino: siendo flexibles y complacientes, imprecisos y sutiles, ven lo pequeño; siendo frugales y austeros, ven lo escaso. Porque ven lo pequeño, pueden realizar lo grande; porque ven lo escaso, pueden realizar lo bello.

El camino del cielo es rebajar lo elevado y ensalzar lo rebajado, reducir lo excesivo y aumentar lo insufi­ciente. Los ríos y los mares están situados en donde hay falta de tierra, y así el mundo recurre a ellos y los honra.

Los sabios son humildes y modestos, puros y tran­quilos, deferentes en su hablar; esto es ver lo humilde. Tienen mentes abiertas y no posesivas; esto es ver lo que falta. Porque ven lo humilde, pueden alcanzar las alturas; porque ven lo que falta, pueden alcanzar la bondad y la sabiduría.

Los orgullosos no tienen éxito, los extravagantes no duran; los poderosos mueren, quienes llenan sus días perecen. Un viento racheado o una tormenta vio­lenta no dura todo el día, una quebrada no puede ser llenada en un instante. Los vientos racheados y las tor­mentas violentas actúan enérgicamente, por tanto, no pueden durar mucho antes de extinguirse. Las quebra­das están en posición de poder, por tanto, sólo pueden ser drenadas.

Por ello, los sabios se mantienen en lo femenino y se apartan de la extravagancia y de la arrogancia; no se atreven a actuar violentamente. Porque se mantienen en lo femenino, pueden establecer lo masculino; por­que no se atreven a ser extravagantes y arrogantes, pueden resistir mucho tiempo.







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Lao Tse dijo:

La manera de actuar del cielo es hacer una inver­sión después de alcanzar un climax, disminuir al alcan­zar la plenitud; esto lo ilustran el sol y la luna. Por tanto, los sabios se empequeñecen a sí mismos día a día y vacían estados de ánimo, no atreviéndose a que­darse autosatisfechos; progresan diariamente mediante la flexibilidad, de manera que su virtud no se marchite. Así es la manera de actuar del cielo.

Es la naturaleza de los sentimientos humanos el que a todos les guste encontrarse en elevadas posicio­nes y les disguste hallarse en posiciones inferiores; a todo el mundo le gusta el provecho y le disgusta la aflicción; a todo el mundo le gusta el honor y le dis­gusta la humildad. La gente ordinaria lucha por esta razón y, por ello, no puede tener éxito; porque se aga­rran a algo no pueden dominarlo.

Así pues, los sabios emulan al cielo, obteniendo logros sin esforzarse, alcanzando metas sin agarrarse a ellas. Tienen los mismos sentidos que las demás personas, pero están en un camino diferente; por ello, pue­den vivir mucho tiempo.

Por consiguiente, los antiguos reyes tenían un ins­trumento que se mantenía en pie cuando estaba vacío y se volcaba cuando estaba lleno. El asunto consiste en que cuando las cosas alcanzan su pleno florecimiento, en ese momento empiezan a declinar; cuando el sol alcanza el punto más alto del cielo, empieza a ponerse; cuando la luna está llena, empieza a decrecer; cuando la felicidad acaba, uno se pone triste.

Así pues, el brillo y el amplio conocimiento son preservados por la ignorancia; el aprendizaje y la elo­cuencia son preservados por la frugalidad; el poder mar­cial y el valor son preservados por el miedo; la riqueza, la condición social y la grandeza son preservados por la restricción; la benevolencia extendida a todo el mundo es preservada por la deferencia. Estas cinco cosas son los medios con los que los reyes de antaño conservaban el mundo. Quienes eligen este camino no quieren la ple­nitud; únicamente no estando plenos pueden utilizar la plenitud y no empezar otra vez de nuevo.







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Lao Tse dijo:

Los sabios se cierran más con la oscuridad y se abren con la luz. Capaces de alcanzar el punto en el que no hay gozo, encuentran que no hay nada de lo que no puedan disfrutar. Puesto que no hay nada de lo que no puedan disfrutar, alcanzan la cumbre del gozo.

Utilizan lo interno para hacer lo externo suscepti­ble de disfrute y no utilizan las cosas externas para hacer lo interno gozoso; por ello, tienen un gozo espontáneo en sí mismos y así tienen su propia volun­tad, que es estimada por el mundo. La razón para que sea así es que esto es esencial para el mundo en los propios términos del mundo.

No es conforme a otro, sino conforme a uno mismo; no es conforme a alguien, sino al individuo. Cuando el individuo lo alcanza, todo queda incluido.

Así, quienes comprenden la lógica de las funciones mentales consideran los deseos, las ansias, las preferen­cias y las aversiones como cosas externas. Por ello, nada les deleita, nada les enfada, nada les gusta, ni nada les produce dolor. Todo es misteriosamente lo mismo; nada es erróneo, nada es correcto.

Así pues, existe una lógica consecuente para los hombres y un comportamiento consecuente para las mujeres: no necesitan autoridad para ser nobles, no necesitan riquezas para ser prósperos, no necesitan fuerza para ser poderosos; no explotan los bienes materiales, no ansian reputación social, no consideran que una elevada condición social sea segura, ni que una humilde condición social sea peligrosa; su cuerpo, su espíritu, su energía y su voluntad permanecen en su propio lugar.

El cuerpo es la morada de la vida, la energía su fundamento, el espíritu su controlador: si se pierde su respectiva posición, los tres son perjudicados. Por ello, cuando el espíritu es el que conduce, el cuerpo le sigue, produciéndose resultados beneficiosos; cuando el cuerpo es el que conduce, el espíritu le sigue, pro­duciéndose resultados dañinos.

Las personas que viven para la glotonería y la luju­ria son hundidas y cegadas por el poder y el beneficio, seducidas y encantadas por la fama y la posición social, casi más allá de toda concepción humana.

Cuando tu rango es elevado en el mundo, tu vita­lidad y tu espíritu se agotan diariamente, posterior­mente se disipan y no regresan al cuerpo. Si interna­mente te cierras y los conservas afuera, no tienen nin­guna manera de entrar. Por esta razón, existen a veces problemas con la actitud de distracción y de olvido del trabajo.

Cuando la vitalidad, el espíritu, la voluntad y la energía están en paz, te llenan día a día y te fortalecen. Cuando son hiperactivas, disminuyen día a día, hacién­dote envejecer.

Por consiguiente, los sabios continúan nutriendo su espíritu, hacen que su energía sea suave, hacen sus cuerpos normales, y fluctúan con el Camino. De esta manera, acompañan a la evolución de todas las cosas y responden a los cambios de todos los acontecimientos.



106

Lao Tse dijo:

Todo el mundo conoce los efectos del orden y del caos, pero nadie conoce los medios de preservar la totalidad de la vida. Por ello, los sabios estudian la sociedad y trabajan por ella; evalúan lo que hacen y lo planean.

Los sabios pueden ser pasivos y pueden ser activos; pueden ser flexibles y pueden ser firmes; pueden ser complacientes y pueden ser enérgicos. Activos o pasi­vos conforme a la ocasión, establecen las obras confor­me a los recursos.

Viendo cómo van las cosas, saben cómo acabarán. Trabajan por la totalidad, pero observan sus transfor­maciones: cuando se produce un cambio, adoptan for­mas en función del mismo. Y cuando hay movimiento, responden a él. De esta manera, actuando así durante toda su vida, no son detenidos por nada.

Así pues, existen cosas acerca de las que es correc­to hablar pero no hacer, existen cosas que es correcto hacer pero no hablar de ellas. Existen cosas que son fáciles de hacer pero difíciles de completar, y existen cosas que son difíciles de perfeccionar y fáciles de arruinar.

Algo que es correcto hacer pero sobre lo que no es correcto hablar es hacer una elección. Algo sobre lo que es correcto hablar pero que no es correcto hacer es planear un engaño. Algo que es fácil de hacer pero arduo de completar es trabajar. Algo que es arduo de perfeccionar pero fácil de arruinar es la reputación. Estas cuatro cosas son objetos de la atención de los sabios, son vistas únicamente por los iluminados.





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Lao Tse dijo:

El Camino implica respeto por lo que es pequeño y sutil, y actúa sin perder el justo ritmo.

Redobla tu cautela incluso a la centésima ocasión y no aumentarán los problemas. Planear la fortuna no es suficiente; pre­ocuparse de la calamidad es excesivo.

De entre aquellos sobre los que ha caído la helada el mismo día, quienes estaban a cubierto no sufren daño. Cuando los ignorantes están equipados, tienen tanto éxito como los eruditos.

El amor acumulado se convierte en buena fortuna, el odio acumulado se convierte en desgracia. Todo el mundo sabe cómo ayudar en un problema, pero nadie sabe cómo evitar que surja el problema.

Es fácil hacer que no surja el problema, arduo actuar útilmente en el mismo. Las personas de hoy día no se esfuerzan por que no surja el problema, se esfuerzan en ayudar cuando ha surgido. Incluso los sabios no pueden inventar un plan para ellos.

Existen millones de causas de problemas y calami­dad, más allá de cualquier posibilidad de compara­ción. Los sabios viven inaccesiblemente para evitar los problemas, esperando la ocasión en calma y en si­lencio.

Las personas de miras estrechas, que no conocen la puerta de la calamidad y de la fortuna, son suscepti­bles de caer en problemas cuando actúan; aunque tomen precauciones elaboradas, no es suficiente para mantenerlas a salvo.

Por ello, los caballeros de más alto rango evitan primero el problema y sólo después buscan la ventaja;

primero se mantienen apartados de la desgracia y sólo después buscan la fama.

Por consiguiente, los sabios siempre trabajan en lo que no tiene forma afuera y no mantienen sus mentes en lo que ha cobrado forma adentro. De esta manera, la calamidad y los problemas no tienen manera de alcanzarlos, y ni el rechazo ni la aclamación pueden salpicarlos.





108





Lao Tse dijo:

A lo largo de toda la vida humana, la atención debe ser minuciosa, mientras que la aspiración debe ser gran­de; el conocimiento debe ser rotundo, mientras que la acción debe ser recta; las capacidades deben ser muchas, mientras que las preocupaciones deben ser pocas.

La minuciosidad de la atención significa considerar los problemas antes de que surjan, poniéndose a salvo de la calamidad fijando la atención en las cosas peque­ñas y sutiles, no arriesgándose a caer en una actitud indulgente con los propios deseos.

La grandeza de la aspiración significa aceptar miría­das de naciones y unificar igualitariamente diferentes maneras de vivir, siendo un eje en el centro de una serie de juicios sobre lo correcto y lo equivocado.

La rotundidad del conocimiento significa que éste no tenga principio ni fin, sino que fluye lejos en todas las direcciones, brotando inagotablemente de una fuente profunda.

La justicia de la acción significa mantenerse incon­moviblemente honrado, permanecer puro y sin mancha, mantener el autocontrol en las dificultades extre­mas, y retenerse de la autocomplacencia cuando se tiene éxito.

Tener muchas capacidades significa ser competen­te, tanto en la cultura como en la defensa, y hacer pre­cisamente lo que es justo en términos de tu propia conducta en la acción y en el reposo, en lo que tomas y en lo que dejas de lado, en lo que dispensas y en lo que eriges.

Tener pocas preocupaciones significa captar lo que es esencial para comprender lo múltiple, atenerse a lo mínimo para gobernar lo máximo, vivir tranquilamen­te para mantener la actividad.

Así, quienes ejercen una atención minuciosa con­trolan con sutilidad, aquellos cuya aspiración es grande toman todo a pecho, aquellos que poseen un conoci­miento rotundo conocen todas las cosas, quienes actúan justamente hacen todas las cosas, aquellos que tienen muchas capacidades lo dominan todo, y aquellos cuyas preocupaciones son pocas minimizan lo que mantienen.

Por ello, la actitud de los sabios hacia lo bueno es que nada es demasiado pequeño de hacer; y su actitud hacia el error es que nada es demasiado pequeño para corregir. No utilizan a los adivinos para informarse de sus acciones, aunque espectros y espíritus no se arries­guen a seguir adelante; a esto puede llamarse lo más válido. Sin embargo, son extremamente cautelosos y están alerta, siendo cuidadosos con cada día de manera cotidiana. Así es como alcanzan la unidad espontánea.

El conocimiento de la gente ordinaria es desde luego pequeño, pero las cosas que hacen son muchas. Por ello, sus acciones eventualmente mueren. Por tanto, es fácil aumentar la tendencia de los aconteci­mientos con educación correcta, y esto inevitablemen­te tiene éxito, mientras que es arduo aumentar la ten­dencia de los acontecimientos con educación errónea, y esto inevitablemente fracasa. Abandonar lo que es de éxito fácil y seguro, y emprender lo que es arduo y de seguro fracaso, es la acción de la ignorancia y de la confusión.





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Lao Tse dijo:

Los principios de la fortuna son sutiles, los oríge­nes de la calamidad son confusos. Los factores deter­minantes de la calamidad y de la fortuna son sutiles hasta el punto de ser imperceptibles. Los sabios ven sus principios y finales, así deben ser observados sin falta.

Las recompensas y los castigos dispensados por los gobernantes iluminados no son por lo que la gente ha hecho por los gobernantes mismos, sino por lo que ha hecho por el país. No conceden recompensas a quie­nes complacen a los mismos gobernantes, pero no hacen nada por el país; no imponen castigos a quienes ofenden a los mismos gobernantes, pero son útiles para el país.

Por ello, cuando la justicia y el deber reposan en lo que es apropiado, a alguien que encarna esto se le llama persona ejemplar. A quienes descuidan la justicia y el deber apropiados se les llama personas miserables.

El conocimiento penetrante logra su objetivo sin fatiga, el conocimiento que viene a continuación trabaja sin sufrimiento. Los conocimientos inferiores sufren y se fatigan.

La gente de antaño era sensible pero no posesiva. La gente de hoy día es posesiva pero no sensible. Cuan­do un antiguo tirano tuvo palillos para comer hechos de marfil, un hombre noble se lamentó; cuando los aristócratas de Lu fueron enterrados junto a estatuas, el erudito Confucio exhaló un suspiro. Viendo dónde había empezado todo, sabían dónde acabaría.





110





Lao Tse dijo:

La benevolencia es algo que el pueblo admira, el deber es algo que el pueblo estima. Cuando aquellos a los que el pueblo admira y estima pierden sus vidas y sus países, es porque no comprendieron los tiempos. Así pues, quienes conocen la benevolencia y la obliga­ción pero no conocen la estrategia apropiada al tiempo no alcanzan el Camino.

Los Cinco Señores de la alta antigüedad valora­ban la virtud. Los Tres Augustos Jefes de la antigüe­dad media practicaban la justicia. Los Cinco Hegemónicos de la antigua antigüedad empleaban el poder. Ahora bien, tomar el Camino de los señores e intentar aplicarlo al tiempo de los hegemónicos no sería el Camino.

Por ello, lo bueno y lo malo es lo mismo en el sen­tido de que el rechazo y el halago dependen de las tendencias convencionales; las acciones son iguales en el sentido de que oposición y armonía dependen de la época.

Cuando sabes lo que hace la Naturaleza y conoces cómo actúa la gente, tienes los medios de atravesar el mundo. Si conoces la Naturaleza pero no conoces a la gente, no tienes entonces modo alguno de interactuar con la sociedad. Si conoces a la gente pero no conoces a la Naturaleza, no tienes modo alguno de viajar a lo largo del Camino.

Si diriges tu intención directamente a lo que es cómodo, los inexorables y poderosos te robarán; si utilizas tu cuerpo para trabajar por cosas, el yin y el yang te devorarán.

Las personas que han alcanzado el Camino cam­bian externamente pero no cambian internamente. El cambio externo es la manera mediante la que conocen a las demás personas; el no cambio interno es la mane­ra mediante la que se preservan a sí mismos.

Por ello, si posees un control interno estable, al tiempo que eres capaz de contraerte y expandirte externamente, fluyendo con las cosas, puedes evitar el fracaso en todo lo que emprendas.

Lo que se estima en el Camino es la capacidad de cambiar. Si te mantienes en una sola disciplina y lle­vas a cabo una sola actividad, aunque alcances con ello la realización, aun esto no es algo diferente de bloquear el gran Camino aferrándote a la pequeña preferencia.

El Camino es silencioso, porque está vacío; no implica actuar sobre los demás y no implica actuar sobre uno mismo. Por ello, cuando sigues el Camino al emprender algo, éste no es el hacer del Camino, es la aplicación del Camino.

Lo que encierra el cielo y la tierra es iluminado por el sol y la luna, calentado por el yin y el yang, humedecido por la lluvia y el rocío, y sostenido por el Camino y la virtud, todo es la misma única armonía.

Por tanto, quienes pueden llevar el cielo pueden caminar por la tierra; quienes reflejan absoluta pureza ven gran claridad. Quienes establecen gran paz viven en una vasta morada; quienes pueden vagar en la más profunda oscuridad tienen la misma luz que el sol y la luna, sin forma y, sin embargo, produciendo formas.

Por tanto, las verdaderas personas dejan descansar sus esperanzas en la base de la atención, y hacen su morada en el principio de las cosas. Miran dentro de la más profunda oscuridad y escuchan el silencio. En medio de la más profunda oscuridad solitaria encuen­tran luz; sólo en medio del silencio esencial encuen­tran la iluminación. El uso que hacen de ellas es un no uso; sólo después del no uso son capaces de utilizarlas. El conocimiento que tienen de ellas es un no conoci­miento; sólo después del no conocimiento son capaces de conocerlas.

El Camino es lo que siguen los seres, la virtud es lo que la vida sostiene. La humanidad es una prueba de caridad acumulada, la justicia es lo que está cerca del corazón y se armoniza con lo que es adecuado para la comunidad. Cuando desaparece el Camino, surge la virtud; cuando decae la virtud, aparecen la humanidad y la justicia. Por ello, la gente de la muy remota anti­güedad caminaba por el Camino y no por la virtud; la gente de la antigüedad media conservaba la virtud pero no el sentimiento; mientras que la gente de los últimos tiempos era precavida y cuidadosa para no per­der la humanidad y la justicia.

Así pues, sucede que sin justicia superior la gente no tiene modo alguno de vivir; si pierden la justicia, pierden aquello por lo que están viviendo. Sin prove­cho, las personas ordinarias no tienen una manera de vivir; si pierden el provecho, pierden su manera de vivir. Por ello, las personas superiores temen la pérdida de la justicia, mientras que las personas ordinarias temen la pérdida del provecho. Observa lo que temen, y podrás ver la diferencia entre lo que es desastroso y lo que es afortunado para ellos.





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Lao Tse dijo:

Las cosas que se pretende que beneficien pueden de hecho ser perjudiciales, mientras que aquellas que se pretende que causen daño pueden de hecho ser beneficiosas.

Comer alimentos calientes cuando se padece la humedad o beber algo frío cuando se sufre de sed son hábitos alimentarios comunes, pero los médicos exper­tos los consideran insanos.

Cualquier cosa que sea agradable a los ojos o agra­dable a las emociones se considera provechosa por parte de los ignorantes, pero es evitada por los maes­tros del Camino.

Los sabios suscitan objeciones al principio, a conti­nuación cooperan; la gente ordinaria coopera al princi­pio, y después suscita objeciones.

Así pues, es imperativo examinar las puertas de la calamidad y de la fortuna, los reveses del provecho y del perjuicio.







112

Lao Tse dijo:

De aquellas personas que tienen éxito sin ser humanas simplemente se desconfía, mientras que sim­plemente se confía en aquellas personas que han erra­do pero son humanas. Por consiguiente, la humanidad y la justicia son normas constantes para todos los asun­tos, y son honradas por el mundo.

Aunque la estrategia sea apropiadamente calcula­da, y exista la preocupación de liberarse del dolor y los planes para la supervivencia de la nación, si se prosigue con ello sin humanidad y justicia, no puede tener éxito.

Aunque el consejo no sea adecuado para la política y los planes no beneficien al país, si la intención persi­gue el interés nacional y está en armonía con la huma­nidad y la justicia, uno sobrevivirá.

Por ello se dice: «Si cien consejos y cien planes no consiguen el objetivo, es mejor abandonar el curso de la acción y buscar la humanidad y la justicia.»







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Lao Tse dijo:

Cuando la educación proviene de personas con cualidades de liderazgo, las personas ordinarias se enri­quecen con ello. Cuando el provecho proviene de la gente ordinaria, el liderazgo se beneficia de su éxito. Manten a los dirigentes y a la gente ordinaria realizan­do cada cual lo que es adecuado para ellos, y su éxito común será fácil de nutrir, así se alcanza el Camino.





Cuando las personas tienen muchos deseos, esto perjudica a la justicia. Cuando tienen muchas ansieda­des, esto daña a la sabiduría. Por ello, un país en orden disfruta de las cosas que conducen a la supervivencia, mientras que un país cruel disfruta de cosas que con­ducen a la destrucción.

El agua que fluye hacia abajo se vuelve profunda y extensa; los gobernantes que se rebajan a sí mismos hasta sus gobernados se vuelven receptivos y lúcidos. Cuando los gobernantes no luchan con sus goberna­dos, entonces se hace el Camino del orden.

Así, los gobernantes son las raíces, los gobernados son las ramas y las hojas. Las ramas y las hojas nunca florecen sin buenas raíces.



114





Lao Tse dijo:

Cuando padres amorosos cuidan de sus hijos, no significa que busquen recompensa de ellos, sino que no pueden quitárselos de sus mentes. Cuando diligen­tes sabios nutren a su pueblo, no es para emplearlos para sus usos personales propios, sino porque no pue­den hacer de otra manera por naturaleza.

Cuando las personas se basan en su propio poder y abusan de su mérito, inevitablemente llegan a un calle­jón sin salida. Si de alguna manera hay argucia, enton­ces no hay conexión con la gracia.

Así, si utilizas lo que les gusta a las masas, obtienes el poder de las masas. Si promueves aquello de lo que las masas disfrutan, entonces ganas los corazones de las masas. Así pues, conoces el final cuando ves el principio.





115





Lao Tse dijo:

A aquellos que ganan injustamente y no dan les visitarán los problemas. No pueden ayudar a los demás ni tampoco tienen medios de ayudarse a sí mismos. Pueden llamarse ignorantes, no diferentes a los pájaros caníbales que aman a los niños que los comerán.

Por ello, seguir llenando no es tan bueno como detenerse; un borde afilado no puede ser mantenido para siempre.

El Camino existe en la virtud, la virtud existe en el Camino; su evolución es infinita. El yin existe en el yang, el yang existe en el yin; todas las cosas son así y no pueden ser completamente entendidas.

Cuando llega la fortuna, allí están los presagios; cuando llega la calamidad, los presagios la preceden. Si ves los presagios pero no actúas correctamente, no llega entonces la fortuna. Si actúas correctamente sin ver presagios, no llega entonces la calamidad.

El beneficio y el perjuicio atraviesan la misma puerta, la calamidad y la fortuna están en la misma vecindad: sólo los santos y los sabios pueden distin­guirlos. Por ello se dice: «La calamidad es aquello de lo que depende la fortuna, la fortuna es lo que gobier­na la calamidad; ¿quién puede conocer su final?»

Cuando las personas están a punto de caer enfer­mas, primero tienen un deseo de pescado y carne; cuando un país está a punto de perecer, primero rechaza las palabras de ministros fieles. Así, cuando una enfermedad va a ser fatal, uno no puede tratarla médicamente; cuando un país está a punto de perecer, uno no puede planificar para él con fidelidad.

Cultívalo en ti mismo, y sólo entonces podrás gobernar al pueblo; vive en casa de una manera orde­nada y civilizada, y sólo entonces podrás transferir esto a un liderazgo gubernamental. Por ello se dice: «Cultí­vala en ti mismo, y esa virtud es real; cultívala en casa, y esa virtud es abundante; cultívala en el país, y esa vir­tud es rica.»

Lo que sostiene las vidas de la gente es el alimento y el vestido. Si los negocios proporcionan suficiente comida y vestido para sobrevivir, entonces tienen éxito; si no proporcionan suficiente alimento y vestido para sobrevivir, entonces son un fracaso. Cuando el negocio no tiene éxito, el carácter no madura.

Por ello, cuando fluyes en armonía con los tiem­pos, pero no tienes éxito, eso no cambia el sistema; cuando te adecúas a los tiempos pero no tienes éxito, eso no cambia el orden. Otro tiempo vendrá de nue­vo; a esto se le llama la ley del Camino.

Los reyes señoriales enriquecen a sus pueblos, los reyes despóticos enriquecen sus tierras, las naciones en peligro enriquecen a sus burócratas. Las naciones pací­ficas aparentan carecer, las naciones perdidas tienen vacíos sus almacenes.

Por ello se dice: «Cuando los gobernantes no explotan a sus pueblos, éstos prosperan de manera natural; cuando los gobernantes no explotan a la gente, ésta se vuelve civilizada por propia naturaleza.»

Cuando se moviliza a un ejército de cien mil per­sonas, ello cuesta cien mil monedas de oro por día; siempre existen malos años después de una expedición militar. Por ello, las armas son instrumentos de mal agüero y no son atesoradas por las personas cultivadas. Si reconcilias a grandes enemigos de manera que inevitablemente queda alguna enemistad, ¡con qué poca pericia lo has hecho!

Por consiguiente, los antiguos no atraían a los ínti­mos hacia ellos mediante las palabras, y no las utiliza­ban para dar órdenes a los que estaban lejos; pero las personas que estaban cerca eran felices, y la gente no les venía de lejos.

Cuando tienes los mismos deseos que el pueblo, estás en armonía. Cuando tienes los mismos principios que el pueblo, estás seguro. Cuando tienes los mismos pensamientos que el pueblo, lo conoces. Quienes ganan el poder del pueblo se hacen ricos; quienes ganan la ala­banza del pueblo se vuelven personas notables.

Si hay algo en tus acciones que te invita a la ene­mistad, o algo en tus palabras que atrae problemas, a menos que alguien te prevenga, la gente murmurará sobre ello más tarde.

Rumoreadas a lo largo y a lo ancho, las palabras son molestas. Es la lengua por donde ello empieza; una vez que has hablado de manera impropiada, un equipo de caballos no puede sobrepasar tus palabras.

En los antiguos tiempos, el Maestro del Centro decía que el cielo tiene cinco direcciones, la tierra cinco elementos, la música cinco notas, las cosas cinco sabores, la materia cinco colores primarios, el pueblo cinco posiciones. Así, hay veinticinco clases de perso­nas entre el cielo y la tierra.

Las más elevadas son las personas espirituales, las verdaderas personas, las personas del Camino, las per­sonas perfectas, y los sabios.

A continuación vienen las personas con virtud, las sensatas, las que saben, las buenas personas y las que disciernen.

En medio están las personas honradas, las personas fieles, las personas confiables, las personas justas y las personas corteses.

A continuación vienen los estudiosos, los artesa­nos, los leñadores, los campesinos y los comerciantes.

Las inferiores son las personas sin individualidad, las personas seniles, las personas tontas, las personas que son como trozos de carne, y las personas de miras estrechas.

La diferencia entre los cinco tipos más elevados y los más bajos es como la diferencia entre los seres humanos y los bueyes o los caballos.

Los sabios miran con sus ojos, escuchan con sus oídos, hablan con su boca y caminan con sus pies. Las verdaderas personas se dan cuenta sin mirar, oyen sin escuchar, se desplazan sin caminar, son honradas sin hablar.

Por ello, los medios mediante los cuales los sabios mueven al mundo nunca han pasado por las verdade­ras personas; los medios a través de los cuales las per­sonas sabias corrigen la moral de la sociedad nunca han sido observados por los sabios.

Lo que llamamos el Camino carece de parte de delante y de parte de atrás, de izquierda y derecha: todas las cosas son misteriosamente lo mismo, sin ver­dad ni error.





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Lao Tse dijo:

De las energías del universo, ninguna es mayor que la armonía. Armonía significa regulación del yin y del yang, la división de noche y día. Así, miríadas de seres nacen en primavera y maduran en otoño. El naci­miento y la maduración requieren la vitalidad de la armonía, es decir, el yin acumulado no produce y el yang acumulado no desarrolla; sólo cuando el yin y el yang interactúan son capaces de producir armonía.

Por tanto, el Camino de los sabios consiste en ser magnánimos pero severos, estrictos pero cálidos, ama­bles pero justos, fieros pero humanos. Lo que es demasiado duro se quiebra, y lo que es demasiado blando se dobla: el Camino está justo entre la dureza y la blandura. La benevolencia llevada demasiado lejos debilita, lo cual es indigno. La severidad llevada dema­siado lejos se convierte en ferocidad, lo cual es discor­dante. El amor llevado demasiado lejos se convierte en complacencia, lo cual es ineficaz. El castigo llevado demasiado lejos se convierte en calamidad, lo cual sig­nifica pérdida de familiares. Esta es la razón por la que se valora la armonía.





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Lao Tse dijo:

Lo que permite sobrevivir a una nación es el logro del Camino; lo que origina que una nación perezca es la obstrucción de la razón. Por ello, los sabios ven el desarrollo de la sociedad observando sus signos. La virtud florece y decae, siendo las modas los primeros indicativos de ello.

Así, quienes alcanzan el Camino de la vida, inevi­tablemente se vuelven grandes aunque sean pequeños; quienes tienen signos de morbosidad inevitablemente fracasan aunque por el momento tengan éxito. Cuan­do una nación está moribunda, la grandeza no es sufi­ciente para basarse sólo en ella; pero si allí dentro se sigue el Camino, incluso una pequeña nación no debe de ser menospreciada.

Así, la supervivencia se encuentra en el logro del Camino, no en la pequeñez; la ruina se encuentra en la pérdida del Camino, no en la grandeza. Los gobernan­tes de un país confuso se esfuerzan por ensanchar el territorio, no por la humanidad y la justicia; luchan por conseguir elevadas posiciones, no por el Camino y la virtud. Esto es abandonar los medios de sobrevivir y crear las causas de la destrucción.

Si perturban las luces del sol, la luna y las estrellas arriba, y pierden los corazones de las masas del pueblo abajo, ¿quién no podría culparles? Por ello, quienes examinan el ser no lo atribuyen a otros.

Cuando quienes actuaban como dirigentes en antiguos tiempos lo practicaban profundamente, a esto se llamaba el Camino y virtud; cuando lo practicaban superficialmente, a esto se le llamaba humanidad y jus­ticia; cuando lo practicaban ligeramente, a esto se le llamaba cortesía y conocimiento.

Estas seis cosas constituyen el entramado de una nación. Cuando se practican profundamente, se reci­ben bendiciones abundantes. Cuando se practican superficialmente, las bendiciones se reciben ligeramen­te. Cuando se practican al máximo, todo el mundo camina junto a uno.

En los antiguos tiempos, cultivar el Camino y su virtud podía aportar orden a todo el país; cultivar la humanidad y la justicia podía aportar orden a un esta­do; cultivar la cortesía y el conocimiento podía aportar orden a una región. Aquéllos cuya virtud era abundan­te eran grandes, y aquéllos cuya virtud era escasa eran pequeños.

Así, el Camino no es para establecerse a sí mismo mediante la agresividad, ni para conquistar por la fuer­za, ni para obtener mediante la competítividad. La posición consiste en ser promovido por el mundo, la victoria consiste en el acuerdo espontáneo del mundo, y la ganancia consiste en que el mundo te la otorgue, no en tomarla para ti mismo.

Por tanto, llegarás a estar establecido si no eres agresivo, serás victorioso si eres flexible y te adaptas, y ganarás si eres humano y justo. Si no luchas, nadie puede luchar contigo. Esta es la razón por la que el Camino es para el mundo como los ríos y los océanos.

El Camino de la Naturaleza es arruinado por quie­nes planean estratagemas, perdido por quienes inten­tan agarrarlo. Mira a aquellos que quieren tener una gran fama, y por consiguiente buscan y luchan por conseguirla: vemos que no pueden detenerse, pero que incluso si la obtienen aferrándose a ella, ésta no permanece.

La fama no puede ser obtenida mediante su bús­queda, debe ser dada por el mundo. Quienes la dan recurren a ella. A lo que recurre el mundo es a la vir­tud. Por ello se dice que el mundo recurre a aquéllos de elevada virtud, el país recurre a aquéllos de elevada humanidad, un estado recurre a aquéllos de elevada justicia, y una región recurre a aquéllos de elevada cor­tesía.

El pueblo no recurrirá a nadie que carezca de estas cuatro cualidades. Armar y desplegar al pueblo que no tiene confianza en su gobierno es una acción peligrosa.

Por esto se dice que las armas son instrumentos de mal agüero, que deben utilizarse únicamente cuando son inevitables.

Cuando obtienes la victoria matando e hiriendo a gente, no te vanaglories por ella. Así, se dice que las zarzas crecen en un terreno donde la gente ha muerto; en donde se ha llorado por ellos con tristeza, se les ha dejado descansar con los ritos del duelo. Ésta es la razón por la que las personas superiores se esfuerzan por obtener la virtud del Camino y no acumulan gran­des reservas mediante el uso de la fuerza militar.





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Cuando Wen-tzu preguntó: ¿Por qué se conside­ran la humanidad, la justicia y la cortesía menores que la virtud del Camino?

Lao Tse dijo: Quienes practican voluntariamente la humanidad siempre la calculan en términos de aflic­ción y felicidad, quienes practican voluntariamente la justicia siempre la entienden en términos de tomar y dar. La propia aflicción y felicidad no puede extender­se a todos dentro de los cuatro mares; los bienes y el dinero de una tesorería exhausta no son suficientes para proveer a todo el pueblo.

Por ello, sabemos que es mejor practicar el Cami­no y poner en práctica su virtud. Basados en la natura­leza esencial del cielo y de la tierra, todos los seres se corrigen a sí mismos y todo el mundo se realiza. La humanidad y la justicia son dependientes y subsidia­rias. Por ello, las grandes personas viven mediante lo profundo y no mediante lo superficial.

En lo que respecta la cortesía, se trata de un embe­llecimiento de la sustancia. La humanidad es un efecto de la benevolencia. Por lo tanto, la cortesía debe ser regulada de acuerdo con los sentimientos humanos, de manera que no excedan lo que es sustancial. Humani­dad no significa derrochar caridad; despedirse de los muertos con sentimientos de aflicción puede ser llama­do humanidad.

Nutrir la vida no fuerza a la gente a hacer lo que no quiere hacer, ni les impide hacer lo que no pueden dejar de hacer. Cuando las evaluaciones de medida no dejan de tener en cuenta lo que es apropiado, la censu­ra y la alabanza no tienen modo alguno de surgir.

Así pues, de la composición de la música es sufi­ciente unir sentimientos de disfrute, no oír más allá de la armonía, comprender las proporciones del decres­cendo y del crescendo, dominar las medidas apropia­das de magnificencia y austeridad.

Las cosas no son así en las sociedades actuales. Las palabras y las acciones se oponen entre sí, los senti­mientos y las apariencias se contradicen recíprocamen­te. Las maneras corteses se embellecen hasta el punto del aburrimiento, la música es agitada hasta el punto de ser licenciosa, las costumbres están hundidas en la mundanidad, y la censura y la alabanza se acumulan en las cortes. Ésta es la razón por la que las personas reali­zadas abandonan estas cosas y no las utilizan.

Un hombre no puede correr más que un veloz caballo, pero si el caballo es enganchado a un carro no puede correr más que un hombre. Por ello, quienes se sirven del Camino con habilidad emplean los recursos de otra gente para cumplir sus tareas, usando lo que pueden hacer por lo que no pueden hacer.

Cuando los gobernantes le dejan tiempo, el pue­blo le paga de vuelta con bienes; cuando los gobernan­tes le tratan de manera cortés, irá hasta la muerte para corresponder. Por esta razón, cuando hay naciones en peligro, no hay gobernantes seguros; cuando hay gobernantes preocupados, no hay ministros felices.

Se honra a aquéllos cuya virtud excede su rango; se maldice a aquéllos cuyo salario excede su virtud. La nobleza de la virtud no implica engrandecimiento; un salario justo no es demasiado. Aquéllos que son enno­blecidos sin virtud están robando el rango, aquéllos que toman injustamente están robando la riqueza.

Los sabios están cómodos en la pobreza, disfrutan­do del Camino. No perjudican a la vida codiciando, y no se cargan a sí mismos con cosas materiales. Por ello, no se desvían de la justicia tomando lo que no merecen.

Antiguamente no se honraba a los que carecían de virtud, no se confiaban cargos oficiales a los que care­cían de capacidad, no se recompensaba a los que care­cían de mérito y no se castigaba a los que no habían hecho nada malo. Cuando se promovía a la gente, se hacía con cortesía; cuando se la despedía, se hacía con justicia. En la era de las personas cortas de mira, cuan­do se promovía a la gente era como si se la elevase a los cielos, y cuando se despedía a la gente era como si se la sumergiese en el abismo. Cuando hablamos de antaño, lo hacemos para criticar el presente.

Quienes pesan caballos dejan de lado a los flacos, quienes escogen hombres dejan de lado a los pobres. Cuando la despensa está llena de carnes ricas, nadie se preocupa de los huesos y del cartílago.

Las personas superiores miran en el interior de cada realidad y no creen las palabras calumniosas.

Cuando los gobernantes han errado, los ministros que no les amonestan no son leales, mientras que los gobernantes que no escuchan cuando son amonesta­dos no están iluminados. Los dirigentes que no se pre­ocupan cuando el pueblo está abatido no son inteli­gentes. Así, mantener el autocontrol hasta la muerte, incluso en las dificultades, es tarea de los servidores de la sociedad; vestir a los que tienen frío y alimentar a los que tienen hambre constituye la benevolencia de los buenos padres.

Cuando los grandes sirven a los pequeños a aque­llo se llama personas cambiantes; y a que los pequeños opriman a los grandes se llama rebelarse contra la Naturaleza. Aunque al principio puedan escalar los cie­los, más adelante caerán inevitablemente en el abismo. Esta es la razón por la que las aldeas no abandonan a las personas de edad aunque sean inútiles, mientras que las cortes tienen diferencias en la condición social de los rangos.

Quienes reverencian a los nobles lo hacen porque los consideran cercanos al gobernante. Quienes hon­ran a las personas de edad lo hacen porque los consi­deran cercanos a sus padres. Quienes respetan a sus mayores lo hacen porque los consideran cercanos a sus hermanos mayores.

Quienes han nacido dentro de la nobleza se vuel­ven arrogantes, quienes han nacido dentro de la rique­za se vuelven extravagantes. Por ello, la riqueza y la condición social no conducen a comprender el Cami­no. En efecto, pocos son quienes se vigilan a sí mismos y pueden evitar hacer algo erróneo.

Aprender sin cansarse es la manera de gobernarse a sí mismo. Enseñar sin cansarse es la manera de gobernar al pueblo. Pocos, en efecto, son quienes se unen a maestros sabios y buenos compañeros y aun así hacen cosas erróneas.

Conocer la bondad práctica se llama conocimien­to, amar la bondad práctica se llama humanidad, hon­rar la bondad práctica se llama justicia, respetar la bon­dad práctica se llama cortesía, y disfrutar de la bondad práctica se llama música.

En antiguos tiempos, quienes trabajaban con habi­lidad por el mundo no planeaban nada, pero nada quedaba sin hacer. Así, hay una manera de trabajar por el mundo: si averiguas cómo, hay realización sin esfuerzo; si no averiguas cómo, tus acciones serán ine­vitablemente infelices.

La manera en la que trabajar por el mundo se hace tan dubitativamente, es como si estuvieras atravesando un poderoso río en invierno; con cautela, como si tuvieras miedo de todo lo que te rodea; respetuosa­mente, como si fueras un invitado; sé tan ligero como si huyeras del hielo, tan puro como una persona sim­ple, tan opaco como si estuvieras sin decidirte, tan amplio como un valle. Así es como trabajar por el mundo.

Ser tan dubitativo como cruzar un poderoso río en invierno significa no actuar con presunción. Ser tan cauteloso como si tuvieras miedo de todo lo que te rodea significa andar con pies de plomo respecto a todo lo que es perjudicial. Ser tan respetuoso como si fueras un invitado significa ser humilde y tener una actitud de reverencia. Ser tan ligero como cuando huyes del hielo significa no arriesgarte a apilar tesoros. Ser tan puro como un bobalicón significa no arriesgar­te a hacer las cosas sin cuidado. Ser tan opaco como si estuvieras sin decidirte significa no presumir de clari­dad. Ser tan amplio como un valle significa no arries­garte a estar completamente lleno.

Quienes no avanzan de manera presuntuosa no se arriesgan a ser los primeros en retirarse. Quienes son cautelosos respecto a lo que es perjudicial para ellos permanecen flexibles y condescendientes, sin atreverse a ser altivos. Quienes son humildes y tienen una acti­tud de reverencia se rebajan a sí mismos y honran a los demás. Quienes no se arriesgan a apilar tesoros se reducen a sí mismos y no se atreven a ser rígidos. Quienes no se arriesgan a hacer las cosas sin cuidado se consideran a sí mismos como carentes y no presumen de estar completos. Quienes no presumen de claridad permanecen en la oscuridad y en la ignominia y no pretenden ser nuevos y frescos. Quienes no se atreven a estar completamente llenos ven aquello de lo que carecen y no pretenden ser personas de valía.

El Camino es de tal manera que es posible avanzar retrocediendo, recibir honores manteniendo la flexibi­lidad, ser elevado rebajándose a uno mismo, ser col­mado disminuyéndose a sí mismo, ser completo expre­sando los propios defectos, ser nuevo y fresco mos­trándose oscuro y lleno de ignominia, ser bueno vien­do las propias carencias. El Camino no planea nada, pero nada deja de ser hecho.





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Lao Tse dijo:

En cuestiones de aprendizaje, si puedes entender la división entre lo celestial y lo humano, penetrar en las raíces del orden y la confusión, conservar esta con­ciencia clarificando la mente y purificando la atención, ver el final y el principio, y retornar a la no cosificación abierta, a esto puede llamársele realización.

Las raíces del orden son la humanidad y la justicia; las ramas del orden son la ley y las regulaciones. La vida humana está basada en las raíces, no en las ramas. Las raíces y las ramas son un cuerpo; su dualidad se halla en la naturaleza de la preferencia. Quienes dan prioridad a las raíces antes de dársela a las ramas son llamadas personas superiores; quienes dan prioridad a las ramas antes que a las raíces son llamadas personas de miras estrechas.

Las leyes se originan para asistir a la justicia; tomar las leyes tan en serio que se abandona la justicia es como valorar el sombrero y los zapatos olvidando la cabeza y los pies.

La humanidad y la justicia son vastas y elevadas. Si extiendes la amplitud de algo sin aumentar su espesor, se rompe; si aumentas el peso de un edificio sin ampliar sus cimientos, se viene abajo; si no haces que las vigas sean anchas, no pueden sostener gran peso. Para soportar un peso pesado, nada puede compararse a una viga; para llevar la responsabilidad de una nación, nada puede compararse a la virtud.

El pueblo es para un gobernante como los cimien­tos para una ciudadela, como las raíces para un árbol. Si las raíces son profundas, el árbol es estable; si los cimientos son gruesos, el edificio que está encima es seguro.

Así, cualquier asunto que no está enraizado en la virtud del Camino no puede ser tomado como norma; las palabras que no están de acuerdo con los antiguos reyes no pueden ser tomadas como guía. El arte de la charla fácil a partir de una sola acción o de una sola obra no es el Camino comprensivo para el mundo.





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Lao Tse dijo:

La manera de gobernar al pueblo es como la de un experto conductor de carros: ajusta los frenos y las bri­das adecuadamente, permanece dentro en el centro, y por fuera se armoniza con la voluntad de los caballos; por ello, puede ponerse en ruta y recorrer largas dis­tancias, conservando energía sobrante, yendo y vinien­do de un lado para otro a voluntad propia. Esta es la verdadera realización del arte.

Ahora bien, quienes tienen el poder son el carro del gobernante, y los grandes ministros son el equipo que gobierna los caballos. El gobernante no debe dejar la seguridad del carro y sus manos no deben per­der el control de los corazones del equipo de caballos. Si los caballos son ingobernables, incluso un experto conductor de carros no puede ponerse en ruta; si el gobernante y los ministros no están en armonía, inclu­so un sabio no puede establecer el orden.

Si recurres al Camino en búsqueda de guía, el talento ordinario puede ponerse entonces al máximo de su capacidad; si clarificas los papeles de las personas para ellos, la traición puede ser detenida. Cuando lle­gan las cosas, observas su evolución; cuando ocurren los acontecimientos, respondes a su desarrollo. Cuan­do no hay desorden a mano, hay orden a lo lejos. Al alcanzar el Camino natural espontáneo sin hacer uso de la oportunidad de la instrucción, puedes realizar miles de empresas sin contratiempo.







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Lao Tse dijo:

En general, la práctica del Camino implica bloquear los errores, detenerlos antes de que sucedan. Él no valo­ra la autoaprobación, valora la incapacidad para equi­vocarse.

Por ello se dice: «No hagas que surja el deseo de algo, o habrá una constante búsqueda; no permitas que algo esté a disposición de todo el mundo, o habrá una lucha constante.» De esta manera, los deseos de las personas se funden y se lleva a cabo el Camino imparcial.

Cuando quienes tienen más que suficiente se detienen en una buena medida, y quienes tienen menos que suficiente tienen acceso a lo que necesitan, entonces el mundo puede ser uno.

Si escuchas las críticas y los halagos en lugar de prestar atención al trabajo que la gente hace, si confías en facciones y en camarillas en lugar de considerar el mérito y el esfuerzo, se perpetuarán entonces artes extrañas mientras que el trabajo ordinario no progresa­rá; las costumbres de la gente se volverán confusas en el país, mientras que ministros afortunados lucharán en la corte.

Por ello, si tienes el Camino, con él guiarás al pue­blo; sin el Camino, serás controlado por los demás.





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Lao Tse dijo:

Existen constantes para gobernar a las naciones, pero la base consiste en beneficiar al pueblo; existen medios de promulgar políticas, pero el precedente consiste en llevarlas a cabo. Si beneficias al pueblo, no es necesario ser gobernado por el precedente; si gestio­nas cada cosa, no es necesario seguir la costumbre.

Por ello, las leyes de los sabios cambian con el tiempo, y sus maneras evolucionan con las costumbres. Sus vestidos y sus máquinas se hacen convenientemen­te funcionales, sus leyes y regulaciones están basadas en lo que es apropiado. Por consiguiente, repudiar el cambiar lo antiguo no es muy apropiado; fluir con las costumbres no es suficiente para considerarse superior.

Recitar libros de los antiguos reyes no es tan bueno como oír sus palabras; y oír sus palabras no es tan bueno como alcanzar con ellas aquello de lo que hablaban. Quienes alcanzan aquello de lo que habla­ban encuentran que las palabras no pueden expresarlo. Por lo tanto, un camino que puede ser expresado no es el Camino eterno, y un término que puede ser designado no es un nombre permanente.

Así, por donde caminan los sabios se llama el Camino, el cual, al igual que los instrumentos de per­cusión, no debe cambiarse una vez que ha sido afina­do. Los asuntos concretos, por otra parte, son como instrumentos de cuerda, que se devuelven una vez que se ha estropeado una pieza. Las leyes, las regulaciones, los ritos y la música son instrumentos de orden; no son lo que hace que el orden sea ordenado. Por tanto, el Camino esencial no puede ser discutido con eruditos triviales, porque éstos consideran las convenciones para la iluminación y están sujetos al dogma.





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Lao Tse dijo:

¿Cómo podría tener el mundo leyes permanente­mente fijas? Trata apropiadamente con los tiempos, encuentra pautas razonables de humanidad, armoníza­te con el cielo y la tierra y comprende a espectros y espíritus; entonces es posible gobernar correctamente.

En la antigüedad, los Tres Augustos no tenían regulaciones ni directivas, pero el pueblo les seguía; los Cinco Señores tenían regulaciones y directivas, pero no castigos ni sanciones. El rey Yu de la dinastía Hsia no se retractaba de su palabra; el pueblo de la dinastía Yin hacía promesas; el pueblo de la dinastía Chou jura­ba fidelidad. Con el deterioro de las últimas eras, hubo menosprecio y desdeño para las clases inferiores; hubo codicia de ganancia y poca vergüenza.

Las leyes y órdenes deben ajustarse a las costum­bres de la gente; los instrumentos y las máquinas deben ajustarse a los cambios de los tiempos. Por ello, las personas obligadas por las leyes no pueden partici­par en la planificación de nuevos proyectos, y las per­sonas que se apegan al ritual no son aptas para respon­der a los cambios. Es necesario tener la luz de la per­cepción individual y la claridad del aprendizaje indivi­dual antes de que sea posible dominar el Camino en la acción.

Quienes conocen de dónde provienen las leyes se adaptan a los tiempos; quienes no conocen la fuente de las maneras de ordenar pueden seguirlas, pero más adelante se agitan en el caos. Los eruditos actuales practican su trabajo de manera rutinaria, con libros en sus manos y vigilando las reglas de la gramática, que­riendo realizar el orden social de esta manera. ¿No es esto lo mismo que atenerse a una receta que no ha curado o intentar poner un poste cuadrado en un agu­jero redondo? Será difícil que ajuste.

Sostener lo que corre riesgo y aportar orden al caos no es posible sin sabiduría. En lo que respecta a hablar de precedentes y citar a los antiguos, hay muchos ignorantes que lo hacen. Por ello, los sabios no actúan sobre las leyes que no son útiles ni escuchan palabras que no han demostrado ser eficaces.





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Cuando Wen-tzu preguntó: ¿En qué se basa la ley?

Lao Tse dijo: La ley surge de la justicia, la justicia surge de lo que es apropiado para las masas, y lo que es apropiado para las masas es lo que se armoniza con las mentes de la gente. Ésta es la esencia del orden.

La ley no desciende del cielo, ni emerge de la tie­rra; se inventa a través de la autorreflexión humana y de la autocorrección. Si llegas realmente a la raíz, no quedarás confundido en las ramas; si sabes lo que es esencial, no estarás aturdido por las dudas.

Si lo tienes dentro de ti, no lo niegas a los demás; si no lo tienes en ti mismo, no culpas a la condición social. Lo que se establece entre los escalones más bajos no debe ser ignorado en los escalones superiores; lo que se prohibe al pueblo en general no debe ser practicado por las personas privilegiadas.

Por ello, cuando los dirigentes humanos determi­nan las leyes, deben aplicárselas primero a ellos mismos para probarlas y comprobarlas. Así, si una norma fun­ciona sobre los mismos gobernantes, entonces puede ser impuesta al vulgo.

Las leyes son las plomadas de la tierra, las medidas utilizadas por los dirigentes, las normas establecidas que gobiernan a los ingobernables. Después de estable­cerse las leyes, quienes se conforman a ellas son recom­pensados, mientras que quienes no viven contorne a ellas son sancionados. Aunque las personas sean ricas y nobles, sus recompensas no deben ser disminuidas, y aunque las personas sean pobres y de humilde condi­ción, sus castigos no deben de ser aumentados; quienes violan la ley han de ser castigados sin excepción aunque sean buenas personas, mientras que quienes se confor­man a la ley han de ser considerados inocentes aunque no valgan para nada. Por esta razón, se practica la imparcialidad y se bloquean los deseos privados.

En la antigüedad se establecían funcionarios para impedir que la gente fuera demasiado egoísta, mien­tras que se ponían gobernantes para controlar a los funcionarios e impedirles que actuaran de manera autocrática. Las leyes y las artes del Camino son los medios de controlar a los gobernantes, de impedirles tomar decisiones arbitrarias. Si nadie puede ser auto-complaciente, el Camino prevalece y se alcanza la razón.

Por consiguiente, retorna a la simplicidad, sin pla­nes. La no planificación no significa inacción, significa adaptarse a lo que ya está en marcha.





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Lao Tse dijo:

Quienes son competentes al recompensar propor­cionan gran ánimo con pequeño gasto quienes son competentes en sancionar impiden la traición con un mínimo castigo. Quienes son habilidosos en dar son frugales, pero son considerados benevolentes; quienes son habilidosos en tomar tienen muchos ingresos pero no se les envidia.

Por ello, los sabios alientan el bien basado en 1 que le gusta a la gente, y prohiben el mal basados en lo que disgusta a la gente. Cuando recompensan a una persona, todo el mundo toma de ellos, y cuando casti­gan a una persona, todo el mundo les teme.

Ésta es la razón por la que la mejor recompensa no es cara y el mejor castigo no es arbitrario. Esto es lo que significa el dicho de que lo que los sabios guardan es mínimo mientras que lo que gobiernan es vasto.





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Lao Tse dijo:

La vía de los ministros es discutir lo que es correc­to y administrar apropiadamente, tomar la dirección al hacer las cosas, conservarse en sus trabajos y compren­der claramente sus partes, para establecer con ello obras efectivas.

Así, hay orden cuando los gobernantes y los ministros toman diferentes senderos, y desorden cuando toman el mismo sendero. Cuando cada uno encuentra lo que es correcto y lleva a cabo las responsabilidades necesarias, los de arriba y los de abajo tie­nen un medio de beneficiarse de los servicios de cada uno de ellos.

Así, las ramas no pueden ser más grandes que el tronco, el ramaje no puede ser más fuerte que la raíz. Esto significa que existe una manera en que lo ligero y lo pesado, lo grande y lo pequeño, se regulan recí­procamente.

En lo que respecta a aquellos que alcanzan el poder autoritario, lo que tienen es poco, pero su pre­sencia es muy grande; lo que mantienen es muy limi­tado, pero lo que controlan es muy vasto. Un gran árbol puede sostener una gran casa porque tiene la fuerza para hacerlo; una pequeña cerradura puede controlar la apertura y el cierre porque está en un lugar esencial.

Si se promulgan órdenes imperativas de tal mane­ra que quienes se conforman a ellas se aprovechan y quienes se oponen a ellas son infelices, todo el mundo escuchará y obedecerá entonces. La promulgación de órdenes y la ejecución de prohibiciones son reforzadas por las masas. Los justos no pueden beneficiar a todo el mundo en el país; pero cuando benefician a una persona, todo el mundo les sigue. Los violentos no pueden perjudicar a todo el mundo en el país; pero cuando dañan a una persona, todo el mundo se rebela contra ellos.

Ésta es la razón por la que es imperativo examinar cuidadosamente las cuestiones de qué hacer y qué no hacer, qué abandonar y qué dejar en su lugar.





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Lao Tse dijo:

Contraer un centímetro para extender un metro, llegar a un compromiso en pequeñas cuestiones para realizar la rectitud en grandes asuntos, esto es lo que harán los sabios para dirigir al pueblo. Cuando los gobernantes valoran a sus ministros, si no consideran sus logros principales y simplemente resumen sus acti­vidades generales para buscar la menor bondad, ésta es la manera de perder a los sabios.

Por ello, cuando las personas son ricas en virtud, uno no pregunta los detalles de su conducta, y cuando las personas son dignas de alabanza, uno no critica sus asuntos menores. La condición humana es de tal manera que no hay nadie que no tenga fallos: si la gente hace lo esencial correctamente, tener errores menores no constituye una carga; si hace lo esencial incorrectamente, aunque sea una práctica general, no son dignos de mucha consideración.

Por tanto, quienes son puntillosos en pequeños asuntos no realizan nada que valga la pena, y quienes critican sin motivo la conducta no aceptan a las masas. Cuando el cuerpo es grande, sus articulaciones están distantes; cuando la escala es enorme, la alabanza está lejos. Ésta es la manera de valorar a los ministros.





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Lao Tse dijo:

Cuando la sociedad está a punto de perder su vida esencial, es como la emergencia de la energía negativa: el liderazgo es ignorante, se descuida el Camino, muere la virtud. Se emprenden proyectos que no están en armonía con la Naturaleza, se dan órdenes que constituyen una violación de las cuatro estaciones. El verano y el otoño disminuyen su armonía, el cielo y la tierra son exprimidos de su virtud. Los gobernantes en sus tronos están incómodos, los grandes se ocultan y no hablan, los ministros promueven las ideas de los que están arriba incluso en detrimento de la normalidad. La gente extraña a sus parientes, pero recibe a los villanos, utiliza el halago para estratagemas secretas; se compite por mantener gobernantes corruptos, acom­pañándolos en su caos para llegar a sus propias metas.

En consecuencia, gobernantes y gobernados están reñidos y mantienen relaciones amistosas cuando se aparta a los familiares y éstos no permanecen juntos. En los campos no hay brotes erguidos, en las calles no hay paseantes. Se extraen las arenas auríferas, se cogen las piedras preciosas, se capturan las tortugas por sus conchas y se les saca las entrañas. Se practica la adivina­ción cada día; el mundo entero está desunido. Los gobernantes locales establecen leyes que difieren entre sí, y cultivan costumbres antagónicas.

Sacan la raíz y abandonan la base, elaborando códigos penales para endurecerlos y hacerlos rigurosos, luchando con armas, exterminando al pueblo llano, asesinando a su mayor parte. Levantan ejércitos y cau­san problemas, atacando las ciudades y matando al azar, derribando lo elevado y poniendo en peligro lo seguro. Fabrican grandes vehículos de asalto y fortale­zas reforzadas para repeler tropas de combate, y hacen que sus batallones vayan a misiones mortales. Contra un formidable enemigo, de cien que van, sólo uno regresa; quienes llegan a hacerse una reputación para sí mismos tal vez consigan parte del territorio anexiona­do, pero esto cuesta cien mil muertos en combate, además de innumerables adultos y niños que mueren de hambre y frío.

Después de esto, el mundo nunca puede estar en paz en su vida esencial y disfrutar sus maneras de actuar habituales. Así, las personas conscientes y los sabios se elevan y la mantienen con la virtud del Camino, y la ayudan con humanidad y justicia. Quienes están cerca promueven su sabiduría, mientras quienes están a distancia toman su virtud a pecho. El mundo se funde en uno, y los descendientes se ayudan unos a otros generación tras generación para liberarse de los comienzos de la traición, detener la persuasión ilógica, eliminar las leyes crueles, liberarse de los deberes que causan problemas y arduos deberes, detener los efectos del rumor y de la murmuración, cerrar las puertas al partidismo, minar los cocientes de inteligencia para adaptarse a la normalidad general, ignorar el cuerpo y disminuir el intelecto para comulgar ampliamente con lo desconocido y diferenciado, al igual que cada cosa retorna a su raíz.

Incluso los sabios no pueden crear un tiempo; lo que hacen es evitar perder el tiempo cuando éste llega. Esta es la razón por la que no mueren.





179



Lao Tse dijo:

Hay un río que tiene quince metros de profundi­dad, pero no está sucio, así los metales y las piedras pueden verse en él. No es que no sea profundo y claro, pero ningún pez, tortuga o serpiente de agua se mete­rá en él. El cereal no crece en la roca; el ciervo no vaga por montañas áridas, por falta de refugio.

Así, en la práctica del gobierno, si la austeridad es tomada por pundonor, o la presión es tomada por perspicacia, o la crueldad hacia los subordinados es tomada por lealtad, o llegar con muchas estratagemas es tomado por logro meritorio, tales cosas son motivos que originan una gran ruina y divisiones tremenda­mente desgarradoras.

«Cuando el gobierno no es agresivo, el pueblo es puro; cuando el gobierno es agresivo, el pueblo es defectuoso.»







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Lao Tse dijo:

Gobierna a los países mediante políticas regulares, utiliza a los ejércitos con tácticas de sorpresa. Haz una política de gobierno insuperable antes de intentar pre­valecer sobre los adversarios. Si utilizas a los ingoberna­bles para atacar el desorden de los demás, esto es como responder al fuego con fuego, o a una inundación con agua; de la misma manera no será posible con ello esta­blecer el orden.

Así pues, se utiliza algo diferente para la táctica de sorpresa. La calma constituye una sorpresa para los agitados, el orden constituye una sorpresa para los confusos, la suficiencia constituye una sorpresa para los hambrientos, el descanso constituye una sorpresa para los fatigados. Si puedes responderles correctamente, como la sucesión de una serie de elementos, puedes ir a cualquier parte con éxito.

Así, cuando sus virtudes son iguales, la facción más grande triunfa sobre la más pequeña. Cuando su poder es comparable, la facción más sabia vence sobre la más necia. Cuando su inteligencia es la misma, la facción con estrategia captura a la facción sin estrategia.

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