LA DIABETES Y EL MITO DEL MINOTAURO



LA DIABETES Y EL MITO DEL MINOTAURO


Por Jorge Bosia.

La hipótesis que vertebra este trabajo sostiene que hay una correlación estrecha entre la situación del enfermo de diabetes melitus tipo II y el mito del Minotauro. De manera tal que el mensaje del Minotauro ofrece pistas importantísimas acerca del significado de esta enfermedad.

En este mito, Minos, heredero del trono de Creta junto con sus hermanos Radamantis y Sarpedón, pide a Poseidón que le ayude a conseguir el trono de la isla para él, excluyendo de tal modo a sus hermanos.

Poseidón le envía como señal favorable un magnífico toro blanco que surge del mar. Esta muestra del favor de los dioses, le permite a Minos efectivamente acceder al trono. Pero cuando debe sacrificar al toro, queda tan fascinado por su belleza que, en lugar de hacerlo, envía al sacrificio al mejor toro de sus propios rebaños y lo guarda en su palacio.

En respuesta Poseidón hace que Pasífae, la esposa de Minos, se enamore perdidamente del toro blanco y, mediante el ardid de introducirse en una vaca hueca de madera que le fabrica Dédalo a pedido suyo, logra quedar embarazada del toro. El fruto de tal unión es un hijo monstruoso llamado Minotauro, que tiene cuerpo humano, pero cabeza de toro. Para esconder a este ser, Minos hizo construir a Dédalo un escondite en forma de laberinto en el centro del cual vivió siempre el Minotauro.

El Minotauro, llamado Asterión, exigía un tributo anual de 7 jóvenes y 7 doncellas atenienses que entraban al laberinto y jamás salían.

Finalmente el héroe Teseo mató al Minotauro. Para cumplir su hazaña, Teseo contó de entrada con la ayuda de Ariadna, hija de Minos y Pasífae, quien se enamoró de él a primera vista. Ella le entregó un ovillo de hilo, precaviéndolo de la naturaleza laberíntica del escondite del Minotauro. Teseo entró desovillando el hilo, mató al monstruo y logró salir guiado por el hilo.

Para poder mostrar que nuestra hipótesis en el sentido de que este relato da pistas importantes sobre el mensaje de la diabetes, es correcta, vamos a hacer una interpretación que aclare el sentido del relato. Para ello nos guiaremos en primera instancia por las etimologías de los nombres en juego.

‘Minos’ tiene una connotación -que incluso perdura en castellano- referida a lo “pequeño”, lo “menor”.

‘Pasífae’, significa, según nuestra hipótesis, “la que manifiesta todo” o “todo lo manifiesto”, pues es un compuesto de ‘pas’: “todo”, unida a la raíz ‘fa’: “manifestar, revelar”. Puede traducirse también como "la que brilla para to¬dos" o "la que se manifiesta a todos", también "la que resplandece en to¬das las cosas". Un verbo relacionado es ‘fao’: “resplandecer, brillar” (conectado, por su parte, también con ‘fos’: “luz”).

‘Dédalo’ viene del verbo ‘daidállo’, que significa "trabajar con arte; adornar, embellecer". Pero este verbo se origina, a su vez, en una raíz que tiene tres significados básicos: 1) “dividir “, 2) “aprender”, 3) “quemar, destruir”.

‘Teseo’ puede conectarse con el verbo ‘títhemi’: “poner”. De allí viene nuestra palabra ‘tesis’.

‘Ariadna’ puede asociarse con la idea de “virgen”.

Poseidón es el dios del mar. Simboliza en el contexto de este mito a la dimensión divina o inmortal en su conjunto. Corresponde al sentido astrológico de Neptuno, el regente de Piscis.

‘Minotauro’ es un nombre bastante evidente. Remite a Minos, como un aspecto de éste y, a la vez, al toro.

El laberinto, Dédalo, Teseo y Ariadna pueden ser asociados con la discriminación y el discernimiento.

Minos, su esposa Pasífae, el toro y el Minotauro, por supuesto, corresponden al plano de la manifestación sensible que simboliza Tauro.

Creta es, a la vez, el organismo y el mundo -o la sociedad-. El microcosmos y el macrocosmos. Pero bajo el aspecto del primer nivel de la conciencia: el nivel sensorio-motriz o, si se quiere, la conciencia corporal. Obsérvese que ‘Creta’ contiene la raíz ‘kr’, de “carne”. Creta es el mundo en su faz física, perceptible.

Bajo la mirada que a nosotros nos interesa, la historia se refiere a lo que le ocurre al microcosmos, al organismo, cuando la conciencia está identificada con la forma sensible y, en lugar de gobernar el principio trinario, impera la tendencia excluyente y reduccionista de nuestra naturaleza, íntimamente ligada a la operatividad binaria de la mente. Estas tendencias están representadas por las actitudes de Minos y Pasífae.

El toro blanco representa la forma sensible que se recorta sobre el mar de la totalidad infinita. Es una totalidad pero en cuanto manifestada a la percepción; de allí que no se trata de la totalidad infinita, sino que la podemos identificar con las formas visibles y, en particular con el organismo físico.

El problema de Minos es que no sacrifica al toro; es decir: no lo devuelve a la totalidad. Se apega a la forma. El acto entre ridículo y grotesco de Pasífae con el toro escenifica el amor de Minos por el plano físico. Minos-Pasífae son dos caras de la misma moneda.

Al colocar el toro sagrado (obsérvese que se está diciendo aquí que la forma es sagrada) en su rebaño, Minos lo reduce a representación mental, y así le quita su sacralidad, la profana.

El Minotauro es el símbolo de la pareja Minos-Pasífae, son ellos mismos como unidad. El ser humano con cabeza de toro es una imagen para el materialismo o, en rigor, para cualquier tipo de apego a la forma física.

Esta monstruosidad debe ser ocultada tras de la fachada del laberinto de los argumentos y las deducciones de la lógica binaria. Esta maniobra la realiza el científico-técnico Dédalo, encargado de elaborar las teorías lógico-matemáticas que guardan ocultas el núcleo del materialismo y ostentan una fachada indescifrable.

Si estas hipótesis sobre el relato mítico son ciertas, y el mito tiene la misma estructura que la diabetes, es posible que el mensaje de fondo de la diabetes sea un llamado de atención dirigido a desenmascarar la identificación o fijación con el plano físico.

La diabetes es una enfermedad de los intercambios. Es una pérdida de permeabilidad de las paredes de las células que impide el paso del azúcar. Recordemos que ‘diabetes’ significa “sifón”. Si nuestra interpretación es correcta, la conexión que está obstaculizada en la diabetes es la vertical; es decir, una que supone una transformación o salto de nivel.

Ese salto de nivel está representado por la transformación de la glucosa en sustancias aprovechables, que en el enfermo está obstruida a través de la negativa del cuerpo a producir la sustancia (insulina) que permite a la glucosa atravesar la barrera celular.

En el alma, que es donde verdaderamente se juega el sentido de la enfermedad, la diabetes revelaría una dificultad para abrirse a la posibilidad de un nivel que trascienda lo sensible, la forma.

La correlación mitológica de esta tendencia del alma es el enamoramiento de Minos y Pasífae por el toro blanco. El toro es claro símbolo de la forma sensible.

Y esto mismo encontramos en el diabético: conductas de extremo apego a bienes atesorados (cosas o ideas), caracterizados por su improductividad. La figura nítida es la del coleccionista. Hacer productivo un bien implica arriesgarlo o, directamente transformarlo en otra cosa; alternativas ambas rechazadas por la personalidad diabética.

Realidades trans-físicas son también las sociedades. En éstas se genera una entidad invisible que tiene su propia voluntad y sus propios fines independientes de sus miembros. Este nivel invisible de la realidad, jerárquicamente superior al de sus visibles integrantes, es también rechazado por el diabético, del mismo modo que por Minos al deshacerse de sus hermanos, con quienes debía compartir el trono.

Esta ceguera para todo aquello que trascienda los sentidos toma la forma de síntoma grave en la ceguera que causa la diabetes.

Como el diabético, Minos quiere lo que ya tiene: el trono, es decir, el yo. Su meta es afianzar, cercándolo, el yo, pues teme la invasión que, según sospecha, le acarrearía el compartir. Teme que la membrana del yo sea permeable y se pierda. Por eso para asegurarse se identifica con lo más estable que conoce: su propia forma perceptible: es lo que tiene. Por eso no puede arriesgar. No puede soltar (sacrificar) la forma. Y atesora bienes que simbolizan este apego a la estabilidad corporal.

Para zanjar el hiato entre un nivel de existencia y otro se han desarrollado los símbolos. Las imágenes, las metáforas, las analogías, son los modos de ligar los niveles. Esos intentos son genuinos mientras respeten la naturaleza incognoscible de los arquetípico en sí mismos, que están más allá de todos los niveles. Minos, con su negativa a sacrificar el toro blanco, está eliminando el nivel arquetípico, lo que produce el achatamiento instantáneo de todo a un único plano de realidad.

La diabetes es, a nuestro juicio, una enfermedad que manifiesta, en forma de síntoma, la posición reduccionista materialista o fisicista. La insulina es el símbolo de la capacidad de atravesar la membrana de la percepción. Es la escala que liga verticalmente el nivel físico con el que le sigue, el emocional, salvando así a la vez la postulación de los arquetipos. En el diabético, como adelantamos, lo trascendente está negado, de allí que los primeros síntomas aparezcan en los pies.

Este reduccionismo aísla al individuo en el laberinto de sus propias cavilaciones, teorías, ideologías, etc. Los museos son inevitablemente laberínticos, tanto como los dominios personales del diabético y como su mente.

Por otra parte, Minos tiene problemas matrimoniales. El diabético también. Al no poder constituir unidades cooperativas, el diabético no puede construir una verdadera unión matrimonial. Sus demandas transforman a su cónyuge en una “madre” sustituta.

En el mito esto no aparece directamente, sino a través del hecho de que Minos tenía muchas amantes. Sin embargo, se contaba que éstas morían en su lecho, pues del cuerpo de Minos surgían escorpiones mortíferos. Así es como el mito nos da a entender su imposibilidad de constituir pareja.

La contracara de esta imposibilidad es la relación de amor entre Ariadna y Teseo; que puede verse como un principio de superación de la enfermedad.

Para saltar del plano es preciso haber trabajado tanto la polaridad que se hayan “casado” los polos, los que, en una metamorfosis hayan pasado de opuestos a complementarios. Esto está simbolizado en la pareja de Ariadna y Teseo. Teseo-Ariadna representan la posibilidad de reunir los polos en el mismo plano. Al hacerlo, están en condiciones de saltar de plano, de elevarse hacia la super-posición de lo “otro”. Esta tarea implica no perderse en el laberinto de la lógica binaria. Por eso su instrumento es el hilo del pensamiento que permite andar y desandar sin perderse.

La consecución plena de esta victoria no la ejecuta, sin embargo, Teseo. Él y Ariadna son los héroes de la unión de los polos en el mismo plano; dejan las cosas listas para su consumación.

Quien ejecuta la transformación es el propio constructor del laberinto: Dédalo.

En efecto, muerto el Minotauro, Minos, enfurecido, encierra a Dédalo en el laberinto. La mente, que hasta ese momento se había puesto al servicio de la identificación con la forma sensible, se libera de esta identidad. Dédalo logra superar el materialismo. La solución es fabricarse unas alas con las que puede salir del laberinto por encima. Con esta imagen se está diciendo que la mente se separa del plano, de la binariedad, hacia la trinariedad. En términos astrológicos se produce el tránsito de Virgo a Libra.
Como Minos, el diabético, está aislado en medio de una abundancia que no puede aprovechar: es el rey de una isla rica y próspera; pero su esposa se enamora del toro; sus amantes mueren en sus brazos, su hijastro es un monstruo impresentable, su hija se enamora de su enemigo, su ministro de obras públicas lo traiciona.

Para el diabético, como para Minos, la superación de la enfermedad es la capacidad de generar cooperación, de compartir; que es el mandato que su padrastro Asterio le había indicado. Es su ceguera para lo trascendente; disfrazada de pragmatismo o sentido común del tipo “si no lo veo no lo creo”, lo que le obstaculiza esta salida.
Asimismo, hay en el diabético un rechazo del paso del tiempo; fiel revelador de la caducidad de todas las formas. Una aspiración vana a reinar eternamente.

Sin embargo, cuando una enfermedad se manifiesta es porque la persona ya está en condiciones de hacerse cargo concientemente de su problemática. Por eso no se trata estrictamente de la curación de las enfermedades, sino de su superación.

Jorge Bosia.

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