1 - El Mago



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ARCANO 1 - EL MAGO

1 - El Mago


El Mago es el número Uno, el número de la creación y de la individualidad; su poder es la transformación por medio de la voluntad. El Mago puede tomar la nada de la que surgió El Loco y darle forma de algo, haciendo Uno de Cero. Sin duda, éste es un poder divino y, en realidad, el Mago es el conducto de un poder superior, que domina todo el mundo material.

El nombre de esta carta puede parecer raro ya que la palabra Mago evoca la imagen de un ilusionista, cuyo único poder es la habilidad manual y la desorientación. Sin embargo, en muchos aspectos el Mago es también similar al ilusionista. Él está seguro de su destreza y de su habilidad para producir los efectos que desea. Su poder real proviene de fuerzas externas a él y no tiene poder sin estas fuentes, pues depende de quien esté detrás del escenario. Sin un conducto, el poder en sí mismo es impotente e inútil.

Con sus poderes el mago tiene influencia sobre todo: teoría y práctica, lógica y emoción, pensamiento y acción. El símbolo del infinito indica su poder ilimitado, que le viene de fuentes externas, pero está bajo su control. Su voluntad es un poder que, aunque puede ser sometido, nunca podrá ser destruido. Mientras que el Loco era el potencial, la posibilidad de lo positivo y de lo negativo, el mago es la unión de lo positivo y negativo. Él crea y conserva; destruye y redime. El mago nos recuerda que sólo desear no cambiará nada, pero una decisión puede cambiarlo todo. El deseo de crear no es nada sin la habilidad de crear y viceversa. Cuando aparece el mago, ello indica que usted está listo para convertirse en conducto del poder, como él lo es. Ahora es el momento de actuar, si usted sabe lo que quiere lograr y por qué. Si recientemente ha fracasado, ahora puede convertir ese fracaso en éxito, tan fácil como el mago transforma el fuego en agua. El efecto exterior más común de la influencia del mago es el no poder ser influenciado y la confianza total. Darse cuenta de que el mundo está bajo su control es lo que inspira este tipo de confianza. El mensaje del mago después de todo es sencillo. Su vida está bajo su control. Su vida es lo que usted quiere que sea. Su vida es como usted la hace.

El mago no sólo se vale del mundo físico para sus operaciones mágicas sino que también crea el mundo, en el sentido de dar a la vida un significado y una dirección. El mago es un pararrayos. Al abrirse al espíritu, lo atrae hacia sí, y después esa mano que apunta hacia abajo, como un pararrayos hundido en el suelo, hace que la energía defienda a la tierra, a la realidad.

La fuerza vital que llena al universo no es suave ni benigna. Es menester descargarla, afirmarla en algo real, porque ni nuestro cuerpo ni nuestro ser psíquico están hechos para almacenarla, sino solamente para transmitirla. Por eso funcionamos mejor como canales de energía.

La única forma en que realmente podemos aferrarnos al poder en la vida es estar constantemente descargándolo, al liberar el poder creativo nos abrimos para recibir un caudal nuevo. En cambio, si intentamos aferrarnos a él bloqueamos los canales, y el sentimiento del poder-que es en realidad de la vida misma-se marchita dentro de nosotros.

Los significados adivinatorios del mago se derivan de ambas manos, la que recibe el poder y la que lo dirige. La carta significa una conciencia del poder en la propia vida, también puede significar la reacción del consultante frente a alguien que lo acepta. Como El Loco, esta carta se refiere a los comienzos, pero aquí la referencia es a los primeros pasos efectivos. Puede aludir tanto a la inspiración para iniciar algún nuevo proyecto o fase de la vida, como al entusiasmo que nos sostiene a lo largo del duro trabajo que ha de conducirnos a nuestro objetivo. En segundo lugar, el mago representa el poder de la voluntad; la voluntad orientada y unificada a objetivos.

Desde el punto de vista de la Cábala, el Aleph aparece bajo la imagen del Mago, lámina nº 1, carta indicadora de potencialidades infinitas cuando aparece al inicio de un juego. El Mago indicará que la persona es movida por una fuerza inconsciente y que bajo ese impulso puede dar de sí algo extraordinario que sobrepasará su medida humana. Si el Mago aparece "enterrado" en mitad de un juego, puede ser anunciador de un peligro, ya que el Aleph, que es energía pura, cuando surge inesperadamente en mitad de nuestra vida, lo que hace esa energía es destruir lo edificado para volverlo a su estado primordial, como si una bomba atómica cayera sobre nuestra realidad. Es muy difícil canalizar positivamente la energía del Aleph, puesto que a través de él Dios insufla Su voluntad en el hombre, poniendo en su alma un designio que lo impulsa a abandonarlo todo para proceder a su realización. Dicen los cabalistas que Aleph es vida-muerte-vida, en el sentido de que, siendo la fuerza que produce la vida, es también la que destruye toda cristalización.

La carta invertida significa que de alguna manera la corriente de energía se ha visto perturbada o bloqueada. El poder está ahí, pero no tenemos acceso a él. Puede señalar la apatía aletargada que caracteriza a la depresión. También puede aludir a un abuso de poder, a una persona que se vale de un carácter muy fuerte para ejercer una influencia destructiva sobre otras. Invertido también indica inquietud mental, alucinaciones, miedo, especialmente a la locura. Cuando aparece invertido, al mago no hay que negarlo desterrándolo o confinándolo; en cambio, debemos encontrar la manera de volver a ponerlo en su posición correcta.



PUNTO DE VISTA JUNGUIANO

La magia de la conciencia humana es una espada de doble filo. Podemos usarla tanto para construir un nuevo mundo como para abrir con ella una caja de Pandora llena de ocultos demonios que pueden destruir nuestro mundo y la vida de este planeta.

La tentación de dar un uso inadecuado al poder es un aspecto oculto de cada una de las figuras arquetípicas; dado que en el mago este poder es tan primitivo y sutil, esta tentación se convierte en su bestia negra. Quizá una confirmación de ello sea que la carta número 15, el diablo, la vamos a encontrar como la sombra del mago. En la terminología de Jung, la sombra es una figura que se nos aparece en sueños, en las fantasías y en las realidades externas; encarna cualidades de nosotros mismos que preferimos no reconocer como nuestras, pues, de hacerlo así, nuestra propia imagen quedaría de alguna manera ensombrecida. Así pues, proyectamos esas imágenes aparentemente negativas hacia otra persona. Esta persona es la que siempre nos persigue en nuestros sueños, perturbando el ambiente con sus hechos o dichos inadecuados e incluso con insinuaciones demoníacas.

En la realidad exterior, la persona sobre la cual proyectamos nuestras sombras actúa constantemente como agente irritante. Casi todo lo que dice o hace nos sienta mal, su más mínima insinuación puede caernos tan mal que ello perdura un tiempo exagerado en nuestra conciencia, días, meses, incluso años. No nos va a dejar, de modo que nos hallaremos siempre involucrados emocionalmente con esta personalidad desagradable. Sucede a menudo que este contacto parece interno y externo a la vez y que, casi por arte de magia negra, esta persona a la que no quisiéramos ver nunca más está persistente e irracionalmente incordiándonos en nuestra vida diaria.

Quedan esclavas de la magia de la proyección, no sólo las características negativas que nos pertenecen, sino también muchas de nuestras potencias positivas y, como veremos pronto, si pretendemos reclamar estas potencias positivas como nuestras, antes tenemos que aceptar también las negativas. Llegar a conocer y aceptar nuestra sombra como aspecto de nosotros mismos es un primer paso importante para el auto conocimiento y la plenitud. Sin nuestra sombra, no seríamos más que seres bidimensionales, planos, sin volumen, de papel, sin sustancia.

Es difícil abrirnos al conocimiento de nuestra sombra y a la aceptación de ésta como miembro de nuestra familia interior, pero a veces resulta más fácil de lo que creemos. Pues cuando llegamos a conocer este aspecto oscuro nos damos cuenta de que la mayor parte de las veces la tristeza que nos proporcionaba se debía al hecho de que habitaba lo más oscuro de nuestro consciente. A medida que la dejamos aparecerá la luz, nos percatamos de que sus más molestas cualidades parecen más ligeras y soportables. Pero por el momento (que puede significar toda una vida), la sombra se verá en algún lugar, ya que estas energías, al ser concebidas para resistir, se convertirán gradualmente en poderes más creativos y nos darán el coraje y la fuerza de buscar cada vez más y más hondo en nuestra propia oscuridad en busca de nuevas figuras de sombras.

Dado que las figuras de las sombras pueden aparecer disfrazadas de mil maneras, luchar con ellas va a ser una batalla constante. Tan pronto como reconozcamos y aceptemos uno de estos aspectos reflejado en una persona conocida o familiar, surgirá de nuevo bajo una nueva forma. No será ya el vecino de la casa de al lado, esta vez será un pariente lejano quién va a afilar nuestros dientes. Otra vez vamos a sentirnos fascinados, obsesionados y embrujados. Esta vez, nos toma precavidos. Antes de dejarnos tentar en vano, deberíamos consultar nuestro mago interior y convencerle de que deje de jugarnos estas malas pasadas. Si lo hacemos con firmeza pero con cortesía puede ser, incluso, que nos ayude a identificar esa parte de nosotros que se halla fuera, al otro lado de la calle. Por suerte no vamos a tener que identificar jamás al diablo como nuestra sombra, ni vamos a proyectar el peso total de su sombra sobre ningún vecino.

Quizá nuestro vecino pueda, a veces, encarnar nuestra propia sombra pero el diablo, en terminología Junguiana, representa siempre la sombra colectiva, lo que significa una sombra tan grande y tan abarcadora que sólo la puede soportar colectivamente toda la humanidad.

Ninguna de estas dos fuerzas nos pertenece personalmente: ni la creatividad sobrehumana del mago, ni la infrahumana destructividad del diablo. Son ambas figuras arquetípicas que representan tendencias instintivas cuyo poder se halla más allá de nuestro alcance. Sin embargo, poseemos cada uno algo de la magia de la conciencia y para demostrarlo tenemos las mil tentaciones demoníacas que queremos rehuir. Para resistirse a estas tentaciones se requiere un alto grado de disciplina y de autoconocimiento.

La prueba más evidente que tenemos de que somos nosotros los que vemos el mundo objetivo, es la que ofrecen los científicos en sus experimentos referentes a la luz.

Hay dos pruebas concluyentes de dos distintas tendencias (las dos igualmente válidas), las cuales afirman que la naturaleza de la luz está constituida por ondas, para unos, y para otros por corpúsculos. A pesar de los esfuerzos realizados, estos hechos científicos tan diametralmente opuestos rechazan ser reconciliados. La luz verdadera no va a darse a conocer a nosotros, la esencia última de la naturaleza permanecerá velada, dicen los científicos; ¡No será la naturaleza la que se revele a sí misma!

El defecto, dicen ellos, no estriba en los aparatos que el hombre ha hecho para observar la realidad exterior, sino que está en el hombre, en sí mismo, en la limitación de su aparato sensorial. No hay instrumento por perfecto que sea, capaz de mostrarnos la realidad oculta. Parece que vamos a quedar condenados a experimentar la naturaleza de la luz como ondas y como corpúsculos, lo cual no atañe en absoluto al mundo de allá, pero sí al de aquí, nuestro mundo psicofísico.

Somos nosotros mismos los que creamos el mundo. La naturaleza es y seguirá siendo un misterio. Al igual que la luz, nuestra mente también presenta una dualidad que está tan arraigada que a veces experimentamos nuestro mundo como exterior y a veces como interior.

Por ejemplo: casi todos nosotros podemos citar ejemplos de experiencias en las que un modelo interior correspondió de repente a un hecho externo de modo milagroso y sin que se pudiera establecer ninguna conexión causal entre los dos hechos. En estas situaciones una imagen interior se materializa de repente como realidad exterior, como por obra de un conjuro. Por ejemplo, a veces nos hemos sentido perseguidos por la imagen de una amistad de la infancia a quien no veíamos desde hacía más de veinte años y de repente, de no sabemos dónde, recibimos una carta, una llamada o una visita de este amigo. Sincronicidad es la palabra que Jung utilizó para describir este hecho, esta coincidencia entre un estado interno y una realidad externa. Por fenómenos sincrónicos, Jung quiso significar la coincidencia significativa de un hecho físico y otro psíquico que no pueden conectarse entre sí y que están separados en el tiempo y en el espacio (por ejemplo, un sueño con la realidad y el acontecimiento que predicen). Estas coincidencias surgen del hecho de que para nuestra conciencia, espacio, tiempo y causalidad, que son condicionantes discretos de un suceso, se relativizan o quedan abolidos en el inconsciente, como ha quedado satisfactoriamente demostrado por los experimentos de percepciones extrasensoriales de J. B. Rhine.

La conciencia separa en el proceso lo que en el inconsciente está todavía unido, oscureciendo o disolviendo la interrelación original de los acontecimientos en su gran unidad. Supongamos que el mundo unitario irrumpe en nuestro mundo cotidiano de tiempo y espacio, causándonos alguna de estas sorpresas, podemos pensar entonces que es nuestro mago interior el responsable. Cada vez que uno de estos fenómenos de sincronicidad se introduce en nuestro complaciente y ordenado mundo, es como una sacudida que nos obliga a reflexionar sobre el hecho y buscarle su posible significado.

En su trabajo como pionero en este campo, Jung definió la sincronicidad como una conciencia llena de significado. Después sustituyó la idea de significados pre-existentes por el concepto más objetivo de desorden sin causa. En el mundo del inconsciente colectivo, el arquetipo se ve como el factor que pone orden; el significado es una cualidad que el hombre ha de crear por sí mismo. “La experiencia nos muestra que los fenómenos de sincronicidad suelen darse cuando nos encontramos cerca de un acontecimiento arquetípico, como la muerte, un peligro mortal, crisis, catástrofes...”

“... podría decirse que el paralelismo inesperado entre acontecimientos físicos y psíquicos que caracteriza a estos fenómenos, el paradójico arquetipo psicoide se ha ordenado por sí mismo: aquí como imagen psíquica y allá como un hecho físico material y externo”.

Dado que sabemos que el proceso de la conciencia consiste en la percepción de los supuestos que se revelan uno a otro, un fenómeno de sincronicidad podría entenderse como una manera desacostumbrada de hacerse consciente de un arquetipo.

No cabe duda entonces de que los acontecimientos sincrónicos se dan mucho más a menudo de lo que nos imaginamos, y que todo parece probar que deberíamos estar más atentos a ellos para nuestro provecho. Como suele suceder con estos hechos milagrosos, el esfuerzo que hacemos para entender su significado real es muy gratificador. Dado que estos hechos de sincronicidad son el mejor método que tiene nuestro mago interior para comunicarse con nosotros, es importante aprender a descifrar su oculto lenguaje. Por suerte, antes de que esta situación nos haga sentir especiales, nos encontramos con la siguiente advertencia de Jung: "Los milagros atraen solamente la comprensión de aquellos que no pueden percibir su significado. Son simples sustitutos para la incomprendida realidad del espíritu. No quiero decir con esto que la presencia viva del espíritu no se vea acompañada ocasionalmente por el acontecer de hechos físicos maravillosos. Solamente quiero subrayar que estos hechos no pueden ni reemplazar ni esclarecer la comprensión del espíritu que es lo único esencial". Como dice Jung, cuando se producen sincronicidades eso significa que se ha activado un poder arquetípico. Dado que los arcanos del Tarot simbolizan estos poderes, es comprensible que estimulen acontecimientos de este tipo. Si usted va a hacer un cuaderno de notas del Tarot, es importante que coleccione todas las experiencias que se relacionen con estos hechos.

Una antigua máxima de la alquimia dice: "lo que el alma imagina, sucede solamente en la mente, pero lo que Dios imagina, sucede en la realidad". Cuando el mundo unitario irrumpe en nuestro consciente, quizás es cuando vislumbramos por momento el mundo tal como Dios lo imaginó. Las imágenes arquetípicas que aparecen en nuestros sueños mientras nuestra mente consciente está desconectada vienen de niveles más profundos de la psique y es más difícil identificarlas. Aquí puede ayudarnos nuevamente el mago, enseñándonos el truco por el cual introducirnos en su mundo del sueño.

El primer paso, es que recordemos nuestros sueños. Dado que estas imágenes soñadas juegan un papel tan amplio en la conformación de nuestras vidas, nos importa sobremanera conocerlas. Los veintidós arcanos del Tarot muestran personalidades y situaciones arquetípicas. Al conocer estas figuras, aprendemos a reconocerlas cuando aparezcan en nuestros sueños. El prestar atención a nuestros sueños, aunque no hagamos otra cosa con ellos, tendrá un efecto sobre nuestras vidas. Según nos comportemos con el inconsciente, así se comportará él con nosotros. Los personajes de nuestros sueños, como los familiares y amigos han de tomarse en serio. Les gusta sentir que sentimos interés por ellos y por lo que hacen, que nos afecta tanto como a ellos. El mago es el que nos ayuda a conectarnos con el mundo de los sueños. El loco entra y sale de nuestras vidas ocasionalmente, el mago se queda adelante de nosotros. El loco puede traernos sueños aparentemente imposibles, pero el mago los hará aparecer sobre la mesa para someterlos a nuestra consideración. Es él quien nos ayuda a hacer que nuestros sueños se hagan realidad. Entonces, ¿qué esperamos para lograrlo?


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