RELIGIÓN Y CEREBRO: UNA CUESTIÓN DE FE

[NEUROTEOLOGÍA II]

RELIGIÓN Y CEREBRO: UNA CUESTIÓN DE FE
Por Sharon Begley
El doctor en neurología James Austin cree que para sentir que el tiempo, miedo y la autoconciencia se han disuelto, y tener realmente una experiencia mística y espiritual, ciertos circuitos cerebrales deben ser interrumpidos. ¿Cuáles? La actividad en la amígdala, que monitorea al ambiente y registra el miedo, debe ser reprimida. Los circuitos del lóbulo parietal, que nos orientan en el espacio y marcan la clara distinción entre lo propio y el mundo, deben ser silenciosos. Los circuitos frontales y temporales, que marcan el tiempo y generan autoconciencia, deben apagarse. Según Austin, cuando esto ocurre “lo que consideramos como nuestras funciones superiores de autoconciencia parecen disolverse o desligarse de la conciencia”. Sus teorías fueron publicadas en el libro “El Zen y el Cerebro” (MIT Press, 1998).
Desde entonces, cada vez más científicos se han dedicado a la “neuroteología”, el estudio de la neurobiología de la religión y la espiritualidad. En el 2000, la Asociación Norteamericana de Psicología

publicó Variedades de la Experiencia Anómala, que cubría enigmas desde experiencias al borde de la muerte hasta experiencias místicas. En mayo del mismo año se publicó “La Religión en la Mente”, que abarca el tema de cómo las experiencias religiosas actúan sobre los lóbulos frontales para inspirar optimismo y hasta creatividad. Y en el libro “Porque Dios no se va”, publicado por el doctor Andrew Newberg de la Universidad de Pennsylvania y su colaborador Eugene d’Aquili, utilizan imágenes cerebrales que obtuvieron de monjes budistas tibetanos perdidos en la meditación y de monjas franciscanas durante el rezo profundo para lograr identificar cuál es el circuito espiritual cerebral y para explicar como los rituales religiosos tienen el poder de movilizar a los creyentes y no creyentes por igual.
FUERA DEL TIEMPO Y DEL ESPACIO
Lo que todas las nuevas investigaciones comparten es una pasión por descubrir las bases neurológicas de las experiencias místicas y espirituales. En la neuroteología, neurólogos y psicólogos intentan descubrir qué regiones se activan y desactivan durante la experiencia que parece existir fuera del espacio y tiempo. ¿En qué se diferencian de las rudimentarias investigaciones realizadas en la década del ‘50 y ’60, que determinaron que las ondas cerebrales cambiaban durante la meditación? Esas investigaciones no decían nada acerca de por qué cambiaban las ondas cerebrales o qué regiones específicas del cerebro eran las responsables de ese cambio. Por otro lado, las investigaciones recientes tratan de identificar los circuitos cerebrales que tienen mayor actividad durante la experiencia.
Estudiando el flujo de sangre que se correlaciona con la actividad neuronal mediante un SPECT (tomografía computada de emisión de un único fotón), Newberg estudió al doctor Michael Baime durante sus experiencias místicas. Como se esperaba, la corteza prefrontal se iluminó. Pero les sorprendió el cese de actividad. Un grupo de neuronas en el lóbulo parietal superior se apagó. Esta región, que tiene el nombre de “área de asociación y orientación”, procesa la información acerca del tiempo y espacio. Determina donde el cuerpo termina y el resto del mundo comienza. Específicamente, el área de orientación izquierda crea la sensación del espacio físico donde existe el cuerpo.
El área de orientación requiere información sensorial para realizar sus cálculos. “Si se bloquea la información sensorial a esta región, como se hace durante la intensa concentración al meditar, uno evita que el cerebro produzca la distinción entre el yo y el resto”, dice Newberg. Sin la información de los sentidos, el área de la orientación izquierda no encuentra la frontera entre el yo y el resto del mundo. Como resultado, el cerebro parece no tener opción y “percibe al yo como interminable e íntimamente interconectado con todo”, escriben Newberg y D’Aquili en su libro. El área de orientación derecha, también privada de información sensorial parece permanecer en una sensación de espacio infinito. Los meditadores sienten que han tocado al infinito.
No es sorprendente que la experiencia religiosa se refleje en la actividad cerebral. Todo lo que experimentamos deja su marca en el cerebro. Lo difícil es que “no hay manera de determinar si los cambios neurológicos asociados con la experiencia espiritual significan que el cerebro está causando esas experiencias.... o si en vez esta percibiendo una realidad espiritual”.

VISIONES Y ESTADOS MÍSTICOS
Cuando la imagen de una cruz, por ejemplo, dispara una sensación de admiración religiosa, se debe a que el área cerebral de asociación visual, que interpreta lo que ven los ojos y conecta las imágenes con las emociones y memorias, ha aprendido a vincular esas imágenes con esos sentimientos. Las visiones que surgen durante el rezo o ritual también son generadas en el área de asociación: la estimulación eléctrica del lóbulo temporal produce visiones.
La epilepsia del lóbulo temporal lleva esto a un extremo. Aunque algunos estudios han negado una conexión entre la epilepsia del lóbulo temporal con la religiosidad, otros creen que la condición parece llevar a voces y visiones religiosas.
Aunque la epilepsia del lóbulo temporal es rara, los investigadores sospechan que los estallidos de actividad eléctrica localizados llamados pueden llevar a experiencias místicas. Para probar esta idea, Michael Persinger sostiene un casco lleno de electroimanes sobre la cabeza de un voluntario. El casco crea un campo magnético débil, no mayor al producido por un monitor de computadora. Persinger descubre que el campo dispara estallidos de actividad eléctrica en los lóbulos temporales produciendo sensaciones que los voluntarios describen como supernaturales o espirituales: una sensación de lo divino. Él sospecha que las experiencias religiosas son producidas por "mini tormentas eléctricas en los lóbulos temporales", y que tales tormentas pueden ser producidas por la ansiedad, crisis personales, falta de oxígeno, baja glucosa en sangre o simple fatiga. Pero, ¿porqué los lóbulos temporales? Persinger especula que el lóbulo temporal izquierdo mantiene nuestro sentido de lo propio. Cuando la región es estimulada pero la derecha no, la izquierda lo interpreta como la sensación de presencia, como al yo dejando el cuerpo, o como Dios.
“Existe una correlación entre la gente cuyos pensamientos inconscientes tienden a pasar a la consciencia y las experiencias espirituales”, dice Michael Thalbourne de la Universidad de Adelaide. Desafortunadamente, los científicos no saben qué permite a los pensamientos inconscientes aparecer en la consciencia de algunas personas y no en otras. El único predictor de tales experiencias, sin embargo, es algo llamado “disociación”. En este estado, diferentes regiones cerebrales se disocian de otras. “Esta teoría, que explica a la hipnosis tan bien, podría también explicar a los estados místicos,”dice Michael Shermer, director de la Skeptics Society. “Algo parece estar sucediendo en el cerebro, donde un módulo se disocia del resto de la corteza.”

LAS BASES NEURONALES DEL CREER
Esa disociación puede reflejar la actividad eléctrico inusual en algunas regiones cerebrales. En 1997, el neurólogo Vilayanur Ramachandran le dijo a los participantes de la reunión anual de la Sociedad de Neurociencias que "existe una base neuronal para la experiencia religiosa”. Sus resultados preliminares sugirieron que la profundidad del sentimiento religioso, o religiosidad, podría depender de la remarcada actividad eléctrica natural en los lóbulos temporales. Lo interesante es que esta región cerebral parece importante para la percepción del lenguaje. Una experiencia común a muchos estados espirituales es escuchar la voz de Dios: parece surgir cuando malinterpretamos el lenguaje interno con algo externo. Durante tales experiencias, el área de Broca del cerebro (responsable del habla) se enciende. La mayoría podemos reconocer que es nuestra propia voz, pero cuando la información sensorial está restringida, como ocurre durante la meditación, la gente es “más propensa a atribuir los pensamientos generados internamente a una fuente externa”, dice el psicólogo Richard Bentall de la Universidad de Manchester, Inglaterra.
Hasta la gente que se auto describe como no espiritual puede ser movida por ceremonias religiosas. De ahí el poder del ritual. La clave es la combinación entre la atención localizada, que excluye otros estímulos sensoriales, junto con la sensación emocional magnificada. Juntas, parecen aumentar la actividad del sistema de excitación del cerebro. Cuando esto sucede, explica Newberg, una de las estructuras cerebrales responsable de mantener el equilibrio, el hipocampo, pisa el freno. Esto inhibe el flujo de señales entre neuronas.

SUAVIZANDO LAS FRONTERAS DEL YO
El resultado es que ciertas regiones del cerebro son privadas de la información neuronal. Una de esas regiones parece ser el área de la orientación, la misma región que es silente durante la meditación. Como en esos estados, sin la información sensorial el área de orientación no puede cumplir su función de mantener un sentido de donde termina lo propio y empieza el mundo exterior. Por eso los rituales pueden desencadenar lo que Newberg llama “suavización de las fronteras del yo”.
Es posible que los científicos nunca resuelvan la pregunta más importante de todas: si nuestros circuitos cerebrales crearon a Dios o si Dios creó nuestros circuitos cerebrales. Cualquiera sea lo que uno crea esto será, finalmente, una cuestión de fe.

Primera publicación: Revista Newsweek, 11 de junio de 2001

Comentarios