Teodoro de Bry y las Ilustraciones del descubrimiento de America

Una expresión artística inspirada en historias primigenias de América
"Catorce grabados escogidos de la Idea verdadera y genuina [...]
por Teodoro de Bry. edición facsimilar sobre la impresión de 1602.
Presentación por Luis Carlos Mantilla R.,
O.F.M.Transcripción, traducción y nota explicativa
por Manuel Briceño Jáuregui. S.J.
Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1988, 91 págs.


Durante todos los siglos anteriores al XX, cualquier hombre —y eran escasos— que emprendiera la aventura de un viaje (en la mente de nuestros antepasados viaje y aventura se hallaban indisolublemente asociados), estaba más o menos obligado a dejar testimonio escrito de su proeza. Antes del avión, hasta los años veinte, lo seis o más días de viaje de Bogotá a Medellín ameritaban tomar la pluma para contar los vericuetos y peripecias del paseo.

Antes del Descubrimiento, el clásico de clásicos de los viajeros es Marco Polo. Después del veneciano, los viajeros europeos al oriente se multiplicaron, y sus crónicas se convirtieron en materia rentable para libreros o impresores. Entonces la competencia parece centrarse en lo insólito, y los aventureros ponen énfasis en los seres maravillosos que han visto con sus propios ojos: centauros, pegasos, sirenas, uroboros, aves rock, dragones; todos y más se trasladan de las mitologías a la realidad, a la distante realidad de los lugares visitados por tan singulares pioneros del turismo. La abundancia de estas maravillas fue tal que, en España, por ejemplo, se hicieron populares en los siglos XVI y XVII las recopilaciones de hechos inexplicables y las descripciones de seres fabulosos; que contienen, por supuesto, una larga reflexión de orden teológico encaminada a demostrar la verosimilitud de estos fenómenos, basándose en que Dios, infinitamente poderoso, además de su facilidad para crear seres dentro de la regla, también tiene la posibilidad de crear seres excepcionales.

Los Diarios de Cristóbal Colón inauguran otra yeta para las crónicas de los viajeros. A él se añadirán muchos nombres, algunos tan fantasiosos como Pigafetta —citado por García Márquez en su discurso del Nobel— y otros justamente célebres por sus informaciones útiles para las ciencias actuales, como la historia, la etnografía o la botánica.

El problema principal de los cronistas y los viajeros en lo que concierne al tema de esta nota era que, si bien podían escribir un —así fuera torpe o fantástico— testimonio de su aventura, difícilmente tenían la habilidad de dejar un registro visual de su viaje. Son escasos los dibujantes viajeros. Hasta Mark y la Comisión Corográfica, para el caso colombiano, sólo Church, el pintor estadounidense, había pasado por nuestro territorio. De manera que los autores o editores contrataban las ilustraciones con dibujantes que posiblemente nunca habían visitado a América. Imposibilitados para copiar del modelo real, debían llenar con líneas los vacíos de las descripciones escritas, acogerse a éstas en lo que tenían de explícito y—como se verá más adelante— copiar de otros dibujantes y grabadores que habían utilizado el mismo procedimiento.

Teodoro de Bry, discipulo de Durero, fue uno de estos ilustradores. Nació en Lieja en 1528 y murió en Francfort en 1598. "Typographo vigilantissimo et solertissimo", se le llama a este artesano en una de sus obras —un tratado de arquitectura romana— que se conserva en la Biblioteca Nacional de Bogotá.

Su obra más famosa es la serie de ilustraciones que confeccionó para la Storia del mondo nuovo (1565), de Girolamo Benzoni, publicada en sucesivas ediciones desde 1594 hasta después de su muerte.

En 1602 se editó en Francfort un libro en latín, en cuyo frontispicio aparecía la siguiente leyenda: "Idea verdadera y genuina de todas las principales historias, y de los varios ritos, ceremonias y costumbres de los habitantes de las Indias; lo mismo que de las principales ciudades e islas y fortalezas o defensas de las cuales se trata en esta parte novena de la historia de la América o India Occidental. A este diseño histórico, con el objeto de un más fácil entendimiento y mayor placer se ha anexado y añadido un buen número de dibujos, grabados con el arte más exquisito. A costa, y cuidado y diligencia de Theodoro de Bry, y muerto él, de su viuda sobreviviente, y de sus hijos Teodoro y Juan Israel. En Francfort, imprenta de Mateo Becker, 1602".

El libro forma parte de una de las varias series que publicó De Bry y consta de veinticinco grabados divididos en dos series. Una de catorce sobre costumbres y ritos de los indios americanos, y otra de once sobre embarcaciones, castillos y asuntos relativos a las exploraciones holandesas del estrecho de Magallanes. Las fechas de estas exploraciones—1598-1599— confirman que el trabajo fue concluido por la viuda y los hijos de De Bry.

Las ilustraciones van acompañadas de un texto latino. Y aquí comienza otra historia que confluye a la anterior. Los textos de la edición de 1602 merecen el comentario del padre Manuel Briceño de que "el estilo latino [...] es correcto, culto, delicioso, flexible, ingeniosísimo". Sin embargo, el editor de 1602 es obstinado en no revelar su fuente y, en la nota introductoria, afirma que "sus autores son muchos y de muy diversa fuente". Pero los autores de la edición del Caro y Cuervo —padres Mantilla y Briceño—, apoyados en una nota de 1623, manuscrita en el ejemplar que examinaron, en la Enciclopedia Esposa y en su propio cotejo, encontraron que se trataba de fragmentos de una de las más clásicas crónicas de América, elogiada por Humboldt, la Historia naturaly moral de las Indias del jesuita José de Acosta. Y entonces entra Babel: el padre Acosta escribió su obra en latín y él mismo la tradujo al castellano. A su vez, el mismo De Bry—que tenía talento de grabador y de traductor— la tomó de una versión alemana y la volvió a traducir al latín.

Los eclesiásticos arriba citados—padres Mantilla y Briceño— descubrieron en la Biblioteca Nacional de Bogotá un ejemplar de la Idea verdadera y genuina... (edición de 1602, Francfort), tomaron la primera serie de catorce de los veinticinco grabados, prepararon sendos textos —ambos cuidadosísimos, llenos de datos—, el padre Briceño tradujo el latín de De Bry y el Instituto Caro y Cuervo realizó una bella edición bilingüe, sin la vistosidad policrom ática, estilo guacamaya, que suelen tener las ediciones de obsequio.

El mérito principal que tiene este libro, en cuanto a las láminas, es que se trata de una serie sobre América mucho menos reproducida que las de La historia del mundo nuevo de Girolamo Benzoni, de las cuales De Bry y su familia hicieron alrededor de diez ediciones y que después fueron reproducidas innumerables veces, como lo dice el padre Mantilla, en 1631, y en 1723. Y agrega: "En Colombia también han sido utilizados los grabados de De Bry para ‘ilustrar’ ciertas obras de carácter histórico, pero desgraciadamente sin que se haga mención del autor ni de la procedencia bibliográfica. Tal es el caso, por ejemplo, del trabajo de Enrique Caballero, América, una equivocación, Editorial Pluma, Bogotá, 1980, en donde reproduce dieciséis láminas de las que ilustran la Storia del mondo nuovo, de Benzoni, sin que para nada se mencione a De Bry. En agosto de 1988 apareció la pomposa publicación que lleva por título Historia de Bogotá, tomo 1 (Conquista y Colonia), edición conmemorativa de los 450 años de la fundación de Bogotá, editada por Benjamín Villegas Jiménez, en la cual aparecen varios de los grabados de De Bry, utilizando en particular aquellos que pintan la crueldad de los españoles, pero no aparece resaltado ni el nombre del autor ni la procedencia bibliográfica, omisión muy de extrañar en una publicación de tal categoría. Vale la pena aclarar que quien mire las láminas en la Historia de Bogotá, no tiene accesible el nombre del autor y su fuente; es necesario saber que su autor es, por ejemplo, De Bry, para consultar el índice alfabético de ilustraciones y saber allí en qué páginas están sus grabados.


"Existe unanimidad acerca de la calidad de los grabados de De Bry. Gabriel Giraldo Jaramillo dice que es ‘el más brillante intérprete plástico del indio americano", que en sus grabados el ‘indio americano es la reencarnación de los guerreros del mundo clásico, altos, robustos, admirablemente bien proporcionados, ágiles y hermosos y [que] ...] son la repercusión plástica de la concepción de una América utópica, supervivencia de la perdida edad de oro; sus grabados son un equivalente estético de las concepciones ideológicas de un Tomás Moro, de un Miguel de Montaigne, de un Vasco de Quiroga...".

Además de las fuentes escritas citadas por Mantilla y Briceño, de la propia imaginación de De Bry (que identifica a nuestros indios con las proporciones clásicas), es posible que el grabador flamenco conociera a otros ilustradores; no hay duda, para citar un solo caso, de que De Bry conoció los toscos grabados que, bajo la vigilancia de Hans Staden, realizó un anónimo grabador de Marburgo de la Verdadera historia y descripción de un país de salvajes desnudos, obra de Staden. De Bry la reeditó en 1594, y algunos de sus dibujos son, notoriamente, versiones mejoradas del de Marburgo; esto se ve muy claramente en los respectivos grabados sobre la antropofagia.

JOSE LUIS GÓMEZ

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