LVI - FICHTE-LVII - SCHELLING

LVI - FICHTE

Fichte - Historia de la Filosofía330. La idea dominante de Fichte es que todo cuanto hay y puede haber sale del yo, o más bien, que nada hay real sino el yo, y que todo lo que aparece como distinto del yo es mera ilusión, pues que aun el mismo no yo es el yo en cuanto se opone a sí propio y se limita. El sistema de Fichte es el panteísmo idealista llevado al más extravagante refinamiento.

331. Fichte empieza por declarar que se propone buscar el principio más absoluto, el principio absolutamente incondicional de todo conocimiento humano. ¿Semejante principio puede ser encontrado? Fichte se digna atender a esta cuestión preliminar: supone la posibilidad, y se lisonjea de conseguir su objeto. (V. Filosof. fund., lib. I. capítulo XII.) El carácter de este principio será el de «un acto que no se presente ni se pueda presentar entre las determinaciones empíricas de nuestra conciencia, y que por el contrario sea el fundamento y la condición de posibilidad de toda conciencia». Pero entonces, ¿cómo lo podremos conocer? ¿Dónde lo buscará Fichte, él que sólo toma por base la conciencia? El filósofo no se cuida de esta dificultad, que, sin embargo, es harto grave.

332. El principio fundamental de Fichte es el mismo de Descartes: yo pienso, luego soy; mas para descubrir esta coincidencia es necesario resignarse a seguir al filósofo alemán por entre malezas y escabrosidades y asistir a combinaciones que parecen cabalísticas: A es A, o A igual a A; asombroso descubrimiento. Pero aquí no se afirma que A exista; sólo se establece la identidad de A con A; esta relación puede ser llamada X. Esta X ha de estar puesta en un A; es decir, en el yo, que es quien la percibe y la juzga. (V. Filosof. fund., lib. I, cap. VII.) Todo esto se reduce a consignar que hay en nosotros pensamiento, y por consiguiente ser pensante: yo pienso, luego soy.

333. Mas no se crea que Fichte se satisfaga con las modestas consecuencias que de semejante principio sacaron Descartes y los metafísicos más eminentes; el filósofo alemán se lanza por regiones desconocidas, oscuras, misteriosas. «El yo se pone a sí mismo, y existe en virtud de esta simple acción; y recíprocamente el yo existe y pone su ser simplemente en virtud de su ser. Es al mismo tiempo el agente y el producto de la acción, lo que obra y lo que es producido por la acción...
»El yo se pone a sí mismo absolutamente porque existe, se pone a sí mismo por el simple hecho de su existencia, y existe simplemente porque es puesto...
»El yo sujeto absoluto es este ser que existe simplemente, porque se pone a sí mismo como existente. Es en cuanto se pone, y en cuanto es en tanto se pone. El yo existe,
pues, absoluta y necesariamente para el yo. Lo que no existe para sí mismo no es yo.»
Por manera que, según Fichte, ser y conocerse es una misma cosa; el yo es porque se conoce, y se conoce porque es; y todo esto absoluta y necesariamente. Así el yo resulta divinizado, el yo se hace Dios; pero ¿habrá quien se complazca en esa divinización fundada en tamaños absurdos? ¿Con qué derecho confunde Fichte el ser con el conocerse, lo producido con lo producente, la causa con el efecto? ¿Con qué derecho pervierte todos los principios de la razón, estableciendo proposiciones contradictorias? ¿No le parece al lector que se halla sumergido en un caos donde experimenta vértigos, donde palpa tinieblas? Pues todavía no hemos concluído. Sigamos oyendo a Fichte.

334. «El yo —continúa el filósofo alemán— es infinito.» ¿Por qué ? «El yo se determina a sí mismo; se concede al yo la totalidad absoluta de la realidad, porque es puesto absolutamente como realidad, y ninguna negación es puesta en él...
»No hay realidad sino en el entendimiento, que es la facultad de lo real; lo ideal se hace real en él.
»El yo no es sino lo que él se pone; es infinito, es decir, se pone infinito.»
Creo que todo esto no necesita impugnación: insertarlo es refutarlo.

335. ¿Quién ha hecho el mundo? O ¿quién ha hecho la que no es el yo? ¡Ilusión! Fuera del yo no hay nada. «Toda realidad es yo, es decir, el yo no es más que actividad; el yo no es yo sino en cuanto es activo; y en cuanto no es activo es el no yo...
»El yo y el no yo son ambos igualmente productos de acciones primitivas del yo.
»El yo y el no yo en cuanto son puestos idénticos y opuestos por la noción de la limitación recíproca son algo en el yo (accidentes), como sustancias divisibles, puestas por el yo, sujeto absoluto, ilimitable, al cual nada es idéntico y nada es opuesto. En cuanto el yo es absoluto, es infinito e ilimitado, él pone todo lo que existe, y lo que él no pone no existe para él, y fuera de él no hay nada. Todo lo que él pone lo pone como el yo; y él pone el yo como todo lo que él pone; por consiguiente el yo, bajo este aspecto, abraza en sí toda realidad; es decir, una realidad infinita e ilimitada. En cuanto al yo se opone un no yo, pone necesariamente límites, y se pone a sí mismo en estos límites. El reparte entre el yo y el no yo la totalidad de lo que es puesto en general.» (Doctrina de la ciencia.)
Basta, que esto fatiga; he querido exponer el sistema de Fichte con sus propias palabras, porque era preciso dejarle la responsabilidad de los absurdos en el fondo y de los enigmas de la forma. Lo único que resulta claro es que para Fichte hay una unidad absoluta; que todo lo que parece multiplicidad son meras apariencias; que nuestra propia conciencia no es más que un fenómeno del ser absoluto; que lo mismo sucede con el mundo exterior; el panteísmo idealista puro, presentado como él merece, bajo la forma del caos. (Filoso fund., lib. XI, capítulos XVIII y XIX. —Teodicea, cap. X.)


LVII - SCHELLING

Schelling - Historia de la filosofía236. El principio fundamental de Schelling es la identidad del sujeto que conoce con el objeto conocido. Las leyes del mundo real son las mismas que las del ideal; las unas se pueden comprobar por las otras. No habiendo más que la unidad absoluta, la multiplicidad es una simple apariencia: una manifestación de lo absoluto, que, según las fases que muestra, se llama naturaleza o inteligencia, cuerpo o espíritu. El desarrollo de la humanidad es una evolución de lo absoluto. La historia en todos sus aspectos, en todas sus partes, es una serie en que el ser absoluto se presenta bajo distintas formas; nuestra propia conciencia es un mero fenómeno de la conciencia absoluta. La filosofía puede seguir dos caminos: partir del yo y de allí sacar el objeto, el mundo; o partir del objeto y de allí sacar el yo. Como el sujeto es idéntico al objeto, el yo al no yo; lo uno se puede encontrar en lo otro; todo está en saber el secreto; quien desee conocerlo debe acudir a los filósofos alemanes; acuda allí, y después de haber gastado largo tiempo con inminente riesgo de perder el juicio, se hallará que sabe lo mismo que antes: nada.

237. Es preciso advertir que Schelling ha procurado, en los últimos tiempos, explicar a su modo sus teorías, esforzándose por desvanecer los fundadísimos cargos que se le han hecho; vanos esfuerzos: Schelling no puede sincerarse sino abandonando sus doctrinas anteriores. Para encontrar el panteísmo en su obra titulada Sistema del idealismo trascendental no se necesita sagacidad: basta saber leer. Comoquiera, son dignas de atención las palabras del filósofo en 15 de noviembre de 1841, en su cátedra de Berlín. (V. Filosofía fundamental, lib. I, not. 8.)

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