XX - ESCUELA CIRENAICA

XX - ESCUELA CIRENAICA

Sócrates - Escuelas socráticas - Historia de la filosofía114. Aristipo, indigno discípulo de Sócrates, pero digno antecesor de Epicuro, fundó la escuela de Cirene o cirenaica. Según ésta, el único criterio de la verdad se halla en las emociones internas. Cyrenaicorum, qui praeter permotiones intimas, nihil putant ese criterii (Cic., I, Acad., lib. II, § 46). El origen de nuestros conocimientos es la sensación; el fin del hombre es la felicidad, y ésta consiste en el placer. Era rico y empleaba su fortuna en proporcionarse una vida conforme a su filosofía. No admitiendo diferencia entre el bien y el mal, buscaba únicamente los goces. Tal ejemplo es contagioso; su fácil teoría parece que se arraigó en su propia casa; allí nació el hedonismo o doctrina voluptuaria, explicada sistemáticamente por su nieto, enseñado por su propia madre Arete, hija de Arístipo.

115. A todas las doctrinas que proclaman el deleite como bien supremo les conviene que no haya Dios, y acaban por negarle; no es, pues, de extrañar que los discípulos de Aristipo cayesen en el ateísmo. De esa escuela salió Teodoro de Cirene, llamado el ateo.

116. Sin embargo, no debemos inferir que todos los filósofos de Cirene se extraviaran hasta tal punto; Aristipo, su fundador, fue discípulo de Sócrates, y los errores del discípulo no podían destruir de repente todas las doctrinas del maestro.

117. Hegesias es contado entre los alumnos de la escuela cirenaica; pero este filósofo no debió de satisfacerse mucho con el hedonismo de sus maestros, pues que tan al vivo pintaba los males de la vida y las ventajas de la muerte. Se dice que el rey Ptolomeo le prohibió hablar de esto en las escuelas, porque, a consecuencia de sus doctrinas, muchos se suicidaban. Lo refiere Cicerón: A malis igitur mors abducit, non a bonis verum si quaerimus; hoc quidem a Cyrenaico Hegesia sic copiose disputatur, ut is a rege Ptolomeo prohibitus esse dicatur illa in cholis dicere: quod multi his auditis mortem sibi ipsi consciscerent (Tusc., lib. I, § 34).

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