LA OTRA MUERTE

Me encontraba nuevamente perdido en mitad del bosque de oscuros tejos. Debía orientarme para hallar el camino de regreso al círculo de piedras. Quizá Tanit estaba allí aguardándome. Pensé que lo mejor sería subir a la cima de la montaña para reconocer el paisaje, pero eso me llevaría una hora de ascenso al menos, y luego volver a bajar. Era lo más seguro, pero en cambio se me ocurrió otra cosa.

Realizaría un experimento. Podía intentar una transmisión telepática con mi mente. Dirigiría mis pensamientos a Tanit. Si ella era capaz de recibirlos, sabría entonces que me había extraviado, y vendría tal vez a buscarme. O quizá me indicaría de alguna forma donde podía localizarla y el modo de llegar a su lado.

Me senté en el suelo con las piernas cruzadas y me concentré en enviar mentalmente un mensaje a mi amiga. Le expresé con palabras silenciosas que necesitaba ayuda, pues estaba perdido y no sabía como localizarla. Después de haber formulado bien el contenido de las frases en mi mente, traté de enfocar la atención en el corazón, para proyectar desde allí, con toda mi energía, la demanda de auxilio.

Permanecí así, con los ojos cerrados, durante unos diez minutos, procurando implicar toda mi emoción para cargar los pensamientos con la fuerza psíquica necesaria. Pensé que si conseguía eso, tal vez salieran de mi interior con suficiente impulso o poder y lograrían llegar hasta Tanit. Sabía que ella poseía la capacidad misteriosa de leer en algunas ocasiones mi mente, pues había tenido oportunidad de comprobarlo repetidas veces, así que era muy posible que pudiera recibir las ondas emocionales o mentales que yo le enviaba ahora con intenso esfuerzo.

De repente escuché el ruido de ramas y hojas agitándose, y de pasos cautelosos sobre el suelo. Alguien se aproximaba con sigilo, no cabía duda. Abrí los ojos y observé alrededor. Era quizá demasiado pronto para que mi amiga se hubiera presentado. Me incorporé y agucé el oído y la vista. Enseguida fui capaz de localizar el foco de procedencia de los sonidos. Giré mi rostro y entonces ... los vi.

Eran tres y se habían detenido bastante próximos, a poco más de siete metros. Vi sus hechizantes ojos color de miel, muy fijos en mi, contrastando con la verde vegetación. Me sentí atravesado por miradas penetrantes, miradas intensas, pero al mismo tiempo también serenas, como si me escrutaran intentando explorar mi alma. Un repentino escalofrío recorrió mi cuerpo, pero mantuve la inmovilidad.

Había tres enormes lobos grises delante de mí (el más pequeño de aquellos ejemplares superaba seguro los cincuenta kilos). Estaban parados como tres estatuas en el bosque, contemplándome imperturbables, sin mover un músculo. Tan sólo su pelaje se agitaba levemente debido a la brisa.

¿Por qué habían aparecido así de improviso en este momento? ¿Tendrían quizá algo que ver con mi mensaje silencioso de auxilio? ¿Habían leído tal vez mi mente y eso hizo que llegaran hasta aquí, o sería una simple circunstancia casual? ¿Que querrían? ¿Serían amigables? ¿Me observaban por mera curiosidad? ¿Y si me atacaban? ¿Que podía hacer yo? ¿Qué debía hacer ahora? ¿Marcharme, o esperar que ellos se marcharan? ¿Debía moverme?

Todas estas preguntas se agolparon en mi mente en un instante.

El lobo que estaba en cabeza, con pasos lentos y cuidadosos, se aproximó entonces hacia mí. Ni siquiera pestañeé al verlo acercarse, y mi respiración creo que se detuvo. A un metro de distancia se paró. Me examinó con sus misteriosos ojos durante un momento en el que se congeló el tiempo. Quedé hipnotizado por su mirada profunda, en la que no descubrí ninguna agresividad. Parecían los ojos de un extraño ser humano. Poseían tal fuerza e intensidad que superaban en mucho a la mirada de la mayoría de las personas que había conocido. ¿Tenía frente a mí a un simple lobo o este animal era algo más?

De pronto dio media vuelta y regresó junto a sus dos compañeros. Los tres emprendieron entonces la marcha alejándose. Tras andar unos cuantos metros se detuvieron, giraron sus cabezas hacia mí y observaron mi reacción. Uno de ellos regresó sobre sus pasos, me miró y volvió con los otros

Me contemplaban con sus enigmáticos ojos, que parecían brillantes piedras de ámbar. Y entonces ... lo comprendí. Querían que los siguiera. Dejé que se marchara mi miedo y despacio caminé hacia ellos. De inmediato retomaron la marcha, volviendose de vez en cuando para comprobar que iba tras ellos, o tal vez para darme confianza en su extraño proceder.

Ajustaban su paso al mio, procurando mantener una separación constante conmigo, nunca demasiado grande. Por fin, tras unos quince minutos de seguirles a través del bosque, llegamos a una zona descubierta, un gran calvero, y enseguida vislumbré ... el círculo de monolitos que buscaba. El gran anillo de enigmáticas piedras grabadas estaba allí mismo, delante de mis ojos.

Los lobos habían leído mi pensamiento, asombrosa e increíblemente, y me habían conducido y acompañado hasta aquí. ¿Cuál sería la explicación? ¿Cómo podían unos animales salvajes entrar en la mente de un ser humano y conocer sus deseos? ¿Y por qué me habían guiado?

De repente ... la vi.

Tanit se encontraba allí, parada en la hierba. Emitió una especie de gemido o grito muy agudo, y los tres lobos corrieron a su encuentro. La rodearon como perros domesticados, y ella les regaló efusivamente sus caricias.

Me acerqué, aun cauteloso, y Tanit me miró con una luminosa sonrisa.

- ¿Son lobos amaestrados? -le pregunté antes de saludarla- Me han conducido hasta aquí, leyendo los deseos de encontrarte que embargaban mi corazón. -afirmé sin comprender aún la verdadera razón del suceso.

- No están amaestrados, han actuado libremente. -aseguró al tiempo que me besaba como dulce recibimiento- Estos lobos viven en el bosque, y saben quienes son amigos, o quienes en cambio vienen con malas intenciones. Captaron tu necesidad y acudieron en tu ayuda.

- ¿Pueden leer el pensamiento de las personas? -le pregunté mientras la abrazaba cálidamente.

- La mayoría de los animales pueden percibir las emociones y sentimientos de las personas. ¿Acaso no lo sabes? -repuso sin albergar dudas.

Tuve que reconocer que lo había observado algunas veces con mis propios perros, pero me sorprendía que unos lobos salvajes hubieran intervenido para ayudarme.

- ¿Como han podido conocer mis deseos y pensamientos a distancia? -interrogué perplejo.

- Estos lobos son especiales. -me explicó Tanit mientras los acariciaba suavemente- Ellos también son guardianes de este bosque sagrado.

Miró durante un instante a los ojos de los lobos grises y luego prosiguió.

- Ayudan a quienes lo necesitan si descubren que el resplandor de su alma es de carácter positivo. Y atemorizan, para alejarlos, a quienes poseen un alma con colores turbios y negativos- me explicó con simplicidad.

- ¿Son lobos videntes? -volví a inquirir sorprendido.

- Pueden ver la energía interna de todos los seres vivientes. -repuso Tanit sin darle importancia.

Al fin me decidí a acariciar tímidamente el pelaje hermoso de los lobos. Estaban increíblemente limpios. Su comportamiento, tranquilo e impasible, me dio confianza.

- ¿Por qué te marchaste del hueco del árbol donde dormimos, sin avisarme? -la interrogué mostrando mi desconcierto.

- Cariño, dormías tan profundamente que quise dejarte descansar y por eso no te desperté. Cuando despuntó el alba vine hasta aquí, para realizar en este lugar unos ejercicios a la salida del sol. -me explicó con mirada cálida.

- ¿Que ejercicios? -quise saber.

- Pues ... Quería bailar durante el crepúsculo del amanecer (1).

- ¿Bailar? ¿Por qué?

- Pues porque me parece bello hacerlo cuando sale el sol, o cuando cae la lluvia, o durante el ocaso, o bajo la luna llena.

- ¿Simplemente?

- También porque durante esos momentos la naturaleza transmite una energía especial, que penetra por todas las células del cuerpo, si sabes sentir y valorar el alma del mundo.

- ¿Que es el alma del mundo?

- Es algo que no se ve pero que se encuentra siempre presente. Algo que está pleno de energía. Algo que es más real que la realidad aparente que ordinariamente se percibe. No es posible explicarlo con palabras. ¿Puedes comprenderme?

Contemplé sus ojos bellos, tiernos y profundos, mirándome cálidamente, intentando tal vez conmover algún resorte secreto dentro de mí.

- Recuerdo una vez -le dije- que me encontraba frente a unas montañas semi-áridas, distantes varios kilómetros en el horizonte. De pronto las montañas sufrieron una transformación. Dejaron de ser simples formas de piedra muerta para convertirse en algo vivo que me miraba, y que yo podía percibir y observar. Mi mente se hallaba en silencio y pude captar toda la energía que había dentro de esas montañas. Por unos instantes vi sus almas, o lo que tal vez eran sus almas, algo que se introdujo hasta el interior de mi ser, una percepción indescriptible que me trastornó y nunca pude comprender. ¿Tuvo eso algo que ver con el alma del mundo?

- Sí. -afirmó- En ese instante se levantó para ti un extremo del velo, y echaste un vistazo rápido a otra realidad, que la gente ni siquiera imagina.

- ¿Que es esa otra realidad? Me gustaría de verdad comprenderlo.

- No se puede comprender con la razón. Al menos mientras la razón se sustente en una concepción tan limitada del mundo.

- ¿Y no puedo hacer nada para intentar cambiar esa concepción? ¿Puedes ayudarme? ¿Acaso no has dicho muchas veces que és eso lo que pretendes?

- Claro que sí cielo, pero antes tendrás que decidirte a emprender un camino dificultoso, el camino que te enfrentará con tu propia muerte.

Y entonces, de pronto, recordé a la niña. La niña hasta la que, casualmente, también me había guiado un animal, su joven perro. La misteriosa niña que aseguraba era ella la que abría las Puertas del Mundo Subterráneo. ¿Se trataba todo de una mera coincidencia?

Los lobos grises, que se habían echado a los pies de Tanit, se incorporaron de pronto, como impulsados por el requerimiento de una llamada inaudible. Deprisa se alejaron yendo hacia el bosque, perdiendose enseguida en la espesura. Cuando sus siluetas desaparecieron, mi amiga propuso que nos bañáramos en el estanque que se hallaba bajo la fuente.

Nos desnudamos y nos sumergimos en la fría y tonificante agua. Durante unos breves minutos permanecimos en el gélido fluido, estimulando el cuerpo, chapoteando y jugando. Ambos dábamos grititos y nos reíamos de puro gozo. Después salimos para secar nuestra piel con los tibios rayos del sol matutino. Le conté entonces mi encuentro con la niña, y le pregunté de nuevo cual era su opinión sobre la identidad de la pequeña.

- Ya te dije que esa niña es en realidad la guardiana auténtica de este bosque sagrado.

- ¿Pero de qué tipo de ser se trata? ¿Quién o qué es lo que se oculta tras esa dulce imagen? ¿Por qué mencionó ella la muerte igual que tú lo has hecho también hace un rato?

Tanit aguardó entonces para responderme. Aireó su pelo para que se fuera calentando mejor por el sol, que subía rápido en un cielo totalmente despejado. Pensé que debíamos secarnos y vestirnos pronto, pues aún desconfiaba de nuestra intimidad en este lugar.

- La muerte tiene un doble sentido -dijo al fin- Por un lado significa el término de un ciclo, pero por otro implica un cambio radical, un giro profundo y definitivo que genera una realidad distinta. La muerte da miedo a casi todos, pero hay muertes que consisten en una metamorfosis. La sencilla oruga muere para convertirse en mariposa. La oruga que lentamente camina por la tierra y por las ramas de los árboles no teme a esa muerte transformadora. La busca durante toda su vida y se prepara para ella, porque es el único medio de evolución verdadero. Esa muerte es el destino que da sentido a su propia existencia. Para conseguir las bellas alas de la mariposa es preciso una transmutación completa y profunda. Todo lo demás son engaños y cambios de fachada, nada más.

- ¿Pero acaso hay de verdad algo tras la muerte? -le pregunté desconcertado, pues aún no comprendía el sentido de sus enigmáticas palabras. El escepticismo se apoderó nuevamente de mí.

- Siempre hay algo tras la muerte, distinto según cada especie viviente, pero la muerte de la que te hablo ahora no es la muerte del cuerpo. Se trata de algo que implica un cambio radical en la estructura de la energía psíquica. Se la denomina desde muy antiguo como "la muerte segunda", y es un requisito imprescindible para cambiar la habitual percepción del mundo.

Había escuchado ese vocablo ya otras veces. La muerte primera es la muerte corriente, tras la cual el alma va al cielo o al infierno, o reencarna luego en el mundo, o desaparece en la nada, según las creencias de cada religión o las creencias personales de cada uno. Pero la muerte segunda era un concepto iniciático. Implicaba la destrucción del ego del aspirante a dicha transformación (según creía yo erróneamente en aquel entonces) (2), un proceso doloroso, intenso, profundo y devastador. Algo con lo que muy pocos se atrevían a enfrentarse. Una experiencia que iba más allá de las teorías o las simples creencias.

- La muerte segunda es tu descenso voluntario a los Infiernos. Es decir, un viaje hacia tu propio interior psíquico subterráneo, con el fin de descubrir todo lo que se esconde en la oscuridad tenebrosa de tu Subconsciente. Tendrás que librar allí una batalla para liberar y reunir tus partes separadas, para integrarlas en un único ser energético y consciente. -me explicó Tanit, mientras su largo cabello, prodigiosamente, parecía estar ya completamente seco y brillante bajo la cálida luz del sol.

- ¿Y la niña? ¿Que representa la niña?

- La niña viene en tu busca para abrirte las puertas a ese mundo interior oscuro y desconocido. Pero como aún no estás preparado, la percibes tan sólo como una niña. Cuando llegue el momento, ella se mostrará a tu visión tal como realmente es- aseguró Tanit, extendiendo aún más el manto de un misterio que yo no lograba todavía penetrar.

Reflexioné durante unos breves instantes, y después volví a preguntar para tranquilizarme y corroborar que mi proceder había sido el más adecuado y no el fruto del temor.

- Entonces hice bien en no seguirla. ¿Verdad?

- Ella te llama, como lo hace una amante. Si no tomas su mano es simplemente por miedo. Pero el momento de acompañarla está próximo. -repuso en forma inquietante.

- No me siento preparado. Aún no comprendo ese proceso. Si he de pasar por la prueba de descubrir los secretos profundos de mi Subconsciente necesito más seguridad en mí mismo.

- El secreto de la muerte y la resurrección no se le ofrece a cualquiera. Es preciso haber llegado a un nivel de maduración psíquica determinado. Cada oportunidad que te ofrece la Guardiana del Umbral es una ocasión de oro. -aseguró Tanit, generando en mí un nuevo caudal de dudas e incertidumbre.

- ¿Pero por qué no me acompañas tú?

- ¿Y qué crees que hago yo aquí? Camino a tu lado y te aproximo al Umbral. Te he traído a este inaccesible lugar desde otro espacio-tiempo. Te explico los secretos del universo y de la vida. Estoy contigo hasta que la Reina de todas las Brujas te ofrece su mano para que pases con ella al Otro Lado. ¿Cómo que no te acompaño? -repuso vehemente.

- ¿Y el conocimiento secreto del que me has hablado en algunas ocasiones y que todavía no me has revelado? ¿Aún no controlo mis energías? ¿Cómo voy a estar ya preparado para bajar a los Infiernos? -protesté.

Tanit guardó entonces silencio y luego sonrió con dulzura.

- Es cierto cariño. Es totalmente cierto que todavía no ha llegado el momento de enfrentarte a ese nivel de transformación. Pero debes ser consciente de tu destino.

- ¿Y cual es mi destino? ¿Tengo acaso un destino? ¿Sabes tú cual és? -inquirí con preocupación.

Miles de preguntas emergieron en mi mente.

¿Poseía Tanit una información sobre mí que yo desconocía? Me preocupaba este inquietante tema en el que yo me sentía un niño entre seres enigmáticos que parecían jugar conmigo. Sin embargo confiaba en el amor de mi extraña amiga.

- Todavía no ha llegado el momento de que te revele nada más. Será otra la que lo hará. Y ella aún no ha venido. -respondió sembrando un nuevo misterio.

- ¿Quien es ella?

- Alguien a quien amo tanto como a ti y que te ama tanto como yo. -repuso Tanit con brillo en sus ojos.

- ¿Cuando la conoceré?

- El día que menos te lo esperes, cielo.

- ¿Sabes donde se encuentra ahora ella?

Tanit me miró, dibujó con su boca una bella sonrisa y respondió:

- Se encuentra en el futuro. Llegará hasta nosotros a través de una grieta en el espacio-tiempo que ella misma creará. Será un momento maravilloso.

No pude sino reír ante su extraña e irracional respuesta. ¿Que és lo que trataba de decirme? ¿De quien estaba hablando?

- Cuando ella llegue -agregó Tanit- tendrás acceso a recuerdos que ahora están sellados en la profundidad de tu mente. A partir de entonces comenzará tu verdadera iniciación y la preparación de tu destino. Pero ahora estamos en un lugar sagrado donde tienes experiencias que vivir. Olvida durante un tiempo todo esto que hemos hablado. Vamos a vestirnos, porque debemos emprender sin más retraso ni demora una larga caminata.

Tuve que guardar todas esas incógnitas en mi interior, pues mi amiga parecía decidida a dejarlas en suspenso hasta que llegara el día en que se presentara esa otra enigmática persona. Alguien a quien decía querer igual que a mí. ¿Quién podía ser tan decisivo en mi vida como lo había sido ya Tanit?





(1) Crepúsculo: Momento de transición entre el día y la noche, o viceversa. Es el tiempo mágico en que la luz y la oscuridad se encuentran, y cuando la Naturaleza irradia mayor hechizo y belleza. Técnicamente es la fase en la que el sol no es visible, pues está oculto tras el horizonte, pero existe luz. Hay dos crepúsculos cada 24 horas: el matutino, llamado también alba o aurora, y el vespertino, denominado ocaso o simplemente puesta de sol. Vivir un crepúsculo en plena naturaleza revitaliza y vigoriza el cuerpo y la psique de quienes están abiertos a la percepción de las energías sutiles. Algunos chamanes utilizan estos instantes (el orto o momento cuando el sol cruza la línea del horizonte) para cargarse de energía mediante técnicas rituales antiquísimas. Las realizan al final del crepúsculo del amanecer, en el momento preciso que el sol emerge en el horizonte, o al principio del crepúsculo del anochecer, mientras el sol se oculta de nuestra vista.



(2) Destrucción del ego: En realidad no se destruye el ego, sino la cárcel energético-perceptiva en la que éste encierra permanentemente a la conciencia. A partir de la muerte segunda el ego pasa a integrarse dentro de un campo de conciencia de nivel superior.

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