Luna (Jean Chevalier - Alain Gheerbrant, diccionario de símbolos)

Luna (Jean Chevalier - Alain Gheerbrant, diccionario de símbolos)

1. El simbolismo de la luna se manifiesta en correlación con el del sol. Sus dos caracteres más fundamentales derivan, por una parte, de que la luna está privada de luz propia y no es más que un reflejo del sol; por otra parte, de que atraviesa fases diferentes y cambia de forma. Por esto simboliza la dependencia y el principio femenino (salvo excepciones), así como la periodicidad y la renovación. En este doble aspecto es símbolo de transformación y crecimiento.

2. La luna es un símbolo de los ritmos biológicos: «Astro que crece, decrece y desaparece, cuya vida esta sometida a la ley universal del devenir, del nacimiento y de la muerte... la luna tiene una historia patética lo mismo que la del hombre... pero su muerte no es jamás definitiva... Este perpetuo retorno a sus formas iniciales, esta periodicidad sin fin, hacen que la luna sea por excelencia el astro de los ritmos de la vida... Controla todos los planos cósmicos regidos por la ley del devenir cíclico: aguas, lluvia, vegetación, fertilidad...».

3. La luna simboliza también el tiempo que pasa, el tiempo vivo del que es la medida por sus fases sucesivas y regulares. «La luna es instrumento de medida universal... El mismo simbolismo vincula entre si la luna, las aguas, la lluvia, la fecundidad de las mujeres, la de los animales, la vegetación, el destino del hombre después de la muerte y las ceremonias de iniciación. Las síntesis mentales posibilitadas por la revelación del ritmo lunar ponen en correspondencia y unifican realidades heterogéneas; sus simetrías de estructura o analogías de funcionamiento no habrían podido descubrirse si el hombre primitivo no
hubiera percibido intuitivamente la ley de variación periódica del astro».

4. La luna también es el primer muerto. Durante tres noches, cada mes lunar está como muerta, desaparece... Posteriormente desparece y aumenta en brillo. De la misma forma se cree que los muertos adquieren una nueva modalidad de existencia. La luna para el hombre
es el símbolo de este pasaje de la vida a la muerte y de la muerte a la vida; también se considera, en bastantes pueblos, como el lugar de este pasaje, al igual que los lugares subterráneos. Por ello «numerosas divinidades lunares son al mismo tiempo ctónicas y funerarias: Men, Perséfone y probablemente Hermes...» El viaje a la luna o incluso la morada inmortal en la luna después de la muerte terrenal se reservan, según ciertas creencias, a los privilegiados: soberanos, héroes, iniciados, magos.

5. La luna es símbolo de conocimiento indirecto, discursivo, progresivo, frío. La luna, astro de las noches, evoca metafóricamente la belleza y también la luz en la inmensidad tenebrosa. Pero no siendo esta luz más que un reflejo de la del sol, la luna es sólo el símbolo del conocimiento por reflejo, es decir, del conocimiento teórico, conceptual, racional; por ello se relaciona con el simbolismo de la lechuza. también por esta razón la luna es yin con relación al sol yang: es pasiva, receptiva. Es el agua con relación al fuego solar, el frío con relación al calor, el norte y el invierno simbólicos opuestos al sur y al verano.

6. La luna produce la lluvia; los animales acuáticos, profesa Huai-nan tse, crecen y decrecen con ella. Pasiva y productora de agua, es fuente y símbolo de fecundidad. Se asimila a las aguas primordiales de las que procede la manifestación. Es el receptáculo de los gérmenes del renacimiento cíclico la copa que contiene el licor de inmortalidad: por eso se la llama soma, como este licor. De igual manera, Ibn al-Fand la considera copa que contiene el yin del conocimiento y los chinos ven en ella la liebre que tritura los ingredientes que sirven para preparar el elixir de vida; de ella procede el rocío que posee las mismas virtudes.

7. En el hinduismo, la esfera de la luna es el término de la vía de los ancestros (pitri-yana). Éstos no están liberados de la condición individual, pero producen el renovamiento cíclico. Las formas adquiridas se disuelven en ella, las formas no desarrolladas de ella emanan. Esto evoca el papel transformador de Shiva cuyo emblema es una medialuna. La luna es además el regente de los ciclos hebdomadario y mensual. El movimiento cíclico (fase creciente y menguante) puede relacionarse con el simbolismo lunar de Jano: la luna es a la vez la puerta del cielo y la puerta del infierno, Diana y Hécate, y el cielo de que se trata es la cima del edificio cósmico. La salida del cosmos se efectúa únicamente por la puerta solar. Diana sería el aspecto favorable, Hécate el aspecto temible de la luna.

8. La fiesta de la luna, cuya diosa es Heng-ugo, es una de las tres grandes fiestas anuales chinas: tiene lugar en el decimoquinto día del octavo mes, en la luna llena del equinoccio de otoño. El sacrificio consiste en frutos, tortas azucaradas que se fabrican y venden en esta ocasión y una rama de flores de amaranto rojo. Los hombres no participan en la ceremonia. Es manifiestamente una fiesta de las cosechas: también aquí la luna es símbolo de fecundidad. La luna es de agua, es la esencia del yin; como el sol, está habitada por un animal, que es una liebre o un SAPO. Los pueblos altaicos saludaban la luna nueva pidiéndole felicidad y suerte. Los estonios, los fineses y los yakutos celebran los matrimonios en la luna nueva. También para ellos es símbolo de fecundidad.

9. A veces la luna está afectada por un símbolo nefasto. Para los samoyedo seria «el ojo malo» de Num (el cielo), cuyo «ojo bueno» sería el sol. Entre los mayas, por ejemplo, el dios Itzamna (casa del resplandor = cielo), hijo del ser supremo se asimila al dios solar Kinich Ahau (Señor-Rostro del sol). Por esto Ixchel, diosa de la luna, era su compañera, pero también su aspecto hostil, malvado, que presenta los mismos rasgos que él, aunque lleva sobre la frente una diadema de serpientes, atributo de las diosas. La luna dirige la renovación periódica, tanto sobre el plano cósmico como sobre el terrestre vegetal, animal y humano. Las divinidades lunares comprendían entre los aztecas a los dioses de la embriaguez, por una parte, ya que el borracho que se duerme y despierta habiéndose olvidado de todo es una expresión de la renovación periódica; por otra parte, porque la embriaguez acompaña los banquetes, los cuales se celebran por las cosechas y son por tanto la expresión de la fertilidad. Se vuelven a encontrar aquí los ritos de siega, presentes en todas las civilizaciones agrarias. Los aztecas llamaban a las divinidades de la embriaguez «los cuatrocientos conejos». Es notoria la gran importancia del conejo en el bestiario lunar. También entre los aztecas la luna es hija de Tlaloc, dios de las lluvias, asociado igualmente al fuego. En la mayor parte de los códices mejicanos la luna se representa con una suerte de recipiente en forma de medialuna, lleno de agua, sobre el cual destaca la silueta de un conejo. Entre los mayas es símbolo de pereza y licencia sexual. También es la patrona de la tejeduría y, a este respecto, tiene la araña como atributo.

10. Entre los incas, según Means, la luna tenia cuatro acepciones simbólicas. En primer lugar se consideraba como divinidad femenina, sin relación con el sol; después como dios de las mujeres, frente al sol de los hombres; después como esposa del sol, engendrando con él las estrellas; al fin, en el último estado de su pensamiento sociorreligioso como la esposa incestuosa del sol, su hermano, divinidades ambas, hijas del dios supremo uránico Viracocha. Además de su función primordial de reina de los cielos y raíz del linaje imperial inca, reinaba sobre el mar y los vientos, sobre reinas y princesas, y era la patrona de los alumbramientos.

11. Pero la divinización de las dos grandes luminarias no hace siempre de la luna la esposa del sol. Así, para los indios ge del Brasil central y nororiental, este astro es una divinidad masculina que no presenta ningún vinculo de parentesco con el sol. En todo el mundo semítico del sur (arábigo, surarábigo, etiópico), la luna es igualmente de sexo masculino y el sol de naturaleza femenina, pues para estos pueblos nómadas y caravaneros la noche es dulce y reposante, propicia a los viajes. También entre otros pueblos no nómadas la luna es de naturaleza masculina. Es el guía de las noches.

12. En la tradición judía la luna simboliza al pueblo de los hebreos. Así como la luna cambia de aspecto, el hebreo nómada modifica continuamente sus itinerarios. Adán es el primer hombre en comenzar una vida errante, Caín es un vagabundo. Abraham recibe una orden de Dios diciéndole que abandone su país y la casa de su Padre; su temeridad sufre la misma suerte: la diáspora, el judío errante, etc. Los cabalistas comparan la luna que se oculta y se manifiesta a la hija del rey. La luna aparece y se retira; alterna las fases visibles con las invisibles. En el Génesis, Tamar embarazada está a punto de dar a luz: «tenia dos gemelos en su seno. En el instante de parir, uno de ellos sacó una mano; la partera se la tomó y le ató un hilo escarlata, diciendo: Éste salió primero. Pero como él retirase la mano, fue su hermano el que salió. Dijo ella: ¡Vaya brecha que te has abierto!, y le llamó Peres. Salió después su hermano, el que tenia en la mano el hilo escarlata y le llamó Zéraj.» Ahora bien, el nombre de la palmera es tamar, en la cual se encuentra a la vez lo masculino y lo femenino. Por esta razón, según el Bahir, los niños de Tamar se comparan al sol y la luna que sale y vuelve a entrar para dejar pasar al sol primero.

13. La luna (en arábico Qamar) se menciona muy frecuentemente en el Corán. Como el sol, es uno de los signos del poder de Alláh. Creada por Alláh la luna le rinde homenaje. Alláh la ha sometido a los hombres para medirles el tiempo, en particular mediante sus fases. Su
ciclo permite el cálculo de los días. Pero en el día del juicio se verá partirse la luna, se juntará con el sol y se eclipsará». Existen dos calendarios en el islam; uno solar, para las necesidades de la agricultura; otro lunar, por razones religiosas, ya que la luna regula los
actos canónicos. El Corán mismo emplea un simbolismo lunar. Las fases de la luna y la medialuna evocan la muerte y la resurrección. Ibn al-Mottaz, diez siglos antes que Victor Hugo, dio con esta imagen célebre: Contempla la belleza de la medialuna que, recién aparecida desgarra con sus rayos de luz las tinieblas. Como una hoz de plata, que entre flores que brillan en la obscuridad, siega narcisos. Lo primero que nos llega a la mente cuando se quiere describir una cosa excesivamente bella y mostrar su extrema perfección es decir: un aspecto semejante a la luna... Para Jalal-od Din Rumi, «el Profeta refleja a Dios como la luna refleja la luz del sol. Así el místico que vive del fulgor de Dios se asemeja a la luna, por la cual se guían de noche los peregrinos».

14. Como la tierra, el sol y los elementos, la luna sirve de garantía en las fórmulas usuales del juramento irlandés. El calendario céltico, que conocemos en su forma luno-solar de Coligny, era originalmente lunar: «por este astro (la luna) los galos regulan sus meses y años, así coma sus siglos de treinta años» (Plinio, Historia Natural).

15. En las manchas de la luna se ve representado todo el bestiario lunar según la imaginación de los diferentes pueblos. En Guatemala y México figuran un conejo y algunas veces un perro. En el Perú un jaguar o un zorro. Pero, tanto en el Perú como en el folklore europeo, ciertas tradiciones ven los rasgos de un rostro humano, mientras que, siguiendo una tradición de los incas, están hechas de polvo que el sol había lanzado por celos a la cara de aquélla para obscurecerla, por encontrarla más brillante que él. Para los yakuto, las manchas de la luna representan a una niña que lleva sobre los hombros una percha con dos cubos de agua. La misma imagen es completada por un mimbral entre los buriato. En Europa se dio una figuración análoga, la cual se encuentra también entre algunos pueblos de la costa noroeste de América, tales como los tlingit y los haida. Los tártaros del Altai ven
en ella a un viejo canibal, que fue arrebatado a la tierra por los dioses para proteger a la humanidad. Los pueblos altaicos ven en ella una liebre. Perros lobos y osos habitan la luna o aparecen en los mitos que conciernen a sus cambios de fases como en Asia central, particularmente entre los gold, los ghiliaks y buriato.

16. a) La luna, cuyo disco aparente es de la misma dimensión que el del sol, tiene en astrología un papel particularmente importante. Simboliza el principio pasivo, pero fecundo, la noche, la humedad, lo subconsciente, la imaginación, el psiquismo, el sueño, la receptividad, la mujer y todo lo inestable, lo transitorio y lo sujeto a influencia, por analogía con su papel astronómico de reflector de la luz solar. La luna da la vuelta al zodiaco en 28 días y algunos historiadores piensan que el zodíaco lunar de 28 casas (hoy día poco usado en la astrología occidental) es más antiguo que el zodíaco solar de 12 signos; esto explica la importancia de la luna en todas las religiones y tradiciones. Los budistas creen que Buddha meditó 28 dias bajo la higuera, es decir, un mes lunar o un ciclo perfecto de nuestro mundo sublunar, antes
de alcanzar el nirvana y llegar al conocimiento perfecto de los misterios del mundo. Los brahmanes enseñan que por encima del estado humano hay 28 estados angélicos o paradisíacos, es decir, que el influjo lunar también se ejerce tanto en los planos sutiles y sobrehumanos como en el mundo fisico. Los hebreos relacionan el zodiaco lunar con las manos de Adam Kadmón, el hombre universal; 28 es el número de la palabra cHaLaL = vida, y de las falanges de ambas manos. La diestra, la que bendice, está en relación con la luna creciente, y la siniestra, la que lanza los maleficios, con los 14 días de la luna menguante. Las imágenes simbólicas de las 28 moradas lunares hindúes figuran en la Astronomie Indienne del abate Guérin

b) Fuente de innumerables mitos, leyendas y con la imagen de diversas divinidades (Isis, Ishtar, Artemis, Diana, Hécate...), la luna es símbolo cósmico que se ha extendido a todas las épocas, desde tiempos inmemoriales hasta nuestros dias, de uno a otro horizonte. A
través de la mitología, el folklore, los cuentos populares y la poesía este símbolo concierne a la divinidad de la mujer y a la potencia fecundante de la vida, encarnada en las divinidades de la fecundidad vegetal y animal, fundidas en el culto de la Gran Madre (Mater Magna).
Esta corriente perdurable y universal se prolonga a través del simbolismo astrológico, que asocia al astro de las noches la impregnación de la influencia maternal sobre el individuo en cuanto madre, alimento, madre-calor, madre-caricia madre-universo afectivo. Para el astrólogo, la luna testimonia, en el seno de la constelación del nacimiento del individuo, la parte del alma animal, representada en esta región, donde domina la vida infantil, arcaica, vegetativa, artísticas y anímica de la psique. La zona lunar de la personalidad es esta zona
nocturna, inconsciente, crepuscular de nuestros tropismos, de nuestras pulsiones instintivas. Es la parte de lo primitivo que dormita en nosotros, viva aún en el sueño, las ensoñaciones, los fantasmas, lo imaginario, y que modela nuestra sensibilidad profunda. Es la sensibilidad del ser íntimo librado al encantamiento silencioso de su jardín secreto, de la impalpable canción del alma, refugiado en el paraíso de su infancia, replegado en si mismo, acurrucado en un sueño de la vida, sino librado a la embriaguez del instinto, abandonado al trance de un escalofrío vital que lleva su alma caprichosa, vagabunda, bohemia, fantástica, quimérica, al gusto de la aventura...

17. La luna también es el símbolo del sueño y lo inconsciente como valores nocturnos. Entre los dogon el zorro pálido Yurugu, maestro de la adivinación el único que conoce la primera palabra de Dios, que no habita el hombre más que en sus sueños, simboliza la luna. Pero lo inconsciente y el sueño forman parte de la vida nocturna. El complejo simbólico lunar e inconsciente asocia a la noche los elementos agua y tierra, con las cualidades de frío y de humedad, por contraposición al simbolismo solar y consciente, el cual asocia al día los
elementos aire y fuego y las cualidades de calor y sequia. La vida nocturna, el sueño, lo inconsciente y la luna son términos que se emparentan con el dominio misterioso de lo doble; sorprende, en este sentido, ver asociada a la luna la hermosa metáfora de la lanza del eco en una leyenda buriata. Según la interpretación de Paul Diel (Introduction), la luna y la noche simbolizan la imaginación malsana salida de lo subconsciente; añadamos que el autor entiende por subconsciente «la imaginación exaltadora y represora». Esta simbolización se aplica, en numerosas culturas, a toda una serie de héroes o divinidades que son lunares, nocturnos, incumplidos y maléficos.

18. «La Luna -o el Crepúsculo- arcano mayor del Tarot, según ciertos intérpretes, expresaría la enlodadura del espíritu en la materia; la neurastenia, la tristeza, la soledad, las enfermedades; el fanatismo, la falsedad, la falsa seguridad, las apariencias engañosas, la falsa ruta, el robo cometido por los allegados o servidores, las promesas sin valor; el trabajo, la conquista penosa de la verdad, la instrucción por el dolor o las ilusiones, las decepciones, las trampas, el chantaje y los extravíos. Este arcano completa las significaciones del Enamorado y, como esta lámina, corresponde en astrologia a la sexta casa horoscópica. Añadamos que la Luna de un Tarot francés del comienzo de siglo XVIII
citado por Gérard van Rijnbeck, reproduce no dos perros ladrantes como en los juegos corrientes, sino una vaca, una cigüeña y una oveja; lo cual remite a la atribución tradicional de los animales domésticos a la sexta casa horoscópica». Conviene sin embargo examinar esta lámina desde más cerca: la luna se nos presenta dividida en tres planos. Del disco lunar azul, sobre el cual se dibuja un perfil en forma de medialuna, parten veintinueve rayos: siete azules, siete blancos y, más pequeños, quince rojos. Entre el cielo y la tierra hay ocho gotas azules, seis rojas y cinco amarillas que parecen ser aspiradas por la luna. El suelo amarillo está accidentado y no tiene más que dos plantitas de tres hojas, mientras que, en el fondo del paisaje, a derecha e izquierda, se levantan dos torres almenadas con chaflanes que parecen estar una a cielo abierto y la otra cerrada. En el centro del paisaje, dos perros color carne (o un lobo y un perro) están enfrentados con las fauces abiertas pareciendo aullar, y se puede pensar que el de la derecha agarra una de las gotas azules. Por último, en el tercio más bajo de la lámina, en medio de un espejo de agua azul, rayado de negro, avanza un enorme cangrejo visto por el lomo, igualmente azul. Estos tres planos bien distintos son los de los astros, la tierra y las aguas. La luna que los domina sólo ilumina por reflejo y aspira hacia ella todas las emanaciones de este mundo, tengan éstas el color del
espíritu y la sangre, del alma y su potencia oculta o del oro triunfante de la materia. Los dos canes cerberos, guardianes y psicopompos, ladran a la luna y nos recuerdan que a través de toda la mitología griega han sido los animales consagrados a Artemis, cazadora lunar, y
a Hécate tan poderosa en el cielo como en los infiernos, como lo sugieren las dos torres, límites de los dos mundos opuestos. Incluso el cangrejo ha sido asociado a menudo a la luna por su marcha de delante para atrás, semejante a la del astro. Pero la luna se ha considerado siempre como mentirosa y no debemos quedarnos en esas apariencias de orden cósmico, pues esta lámina tiene una significación más profunda y de orden psíquico «La luna, dice Plutarco, es la morada de los hombres buenos después de su muerte. Llevan allí una vida que no es ni divina, ni bienaventurada, pero sin embargo exenta de
preocupación hasta su segunda muerte. Pues el hombre debe morir dos veces». De esta forma la luna es la estancia de los humanos entre la desencarnación y la segunda muerte, que preludiará el nuevo crecimiento. Las almas, en forma de gotas, de tres colores diferentes, correspondiendo tal vez a tres grados de espiritualización, suben entonces hacia la luna y, si los perros las quieren asustar es para impedirles rebasar los limites prohibidos por donde se extraviaría la imaginación. El mundo de los reflejos y las apariencias no es el de la realidad. Lo único presente en las aguas azules inundadas de claridad lunar es el cangrejo; recuerda al signo astrológico del Cáncer que tradicionalmente es el domicilio de la luna y favorece el retorno a si mismo, el examen de conciencia. Como el escarabajo egipcio devora lo que es transitorio y participa en la regeneración moral. En la vía de la iluminación mística adonde nos conduce el arcano decimoséptimo (la Estrella), la luna aclara el camino, siempre peligroso, de la imaginación , de la magia, mientras que el sol abre la vía regia de la razón y la objetividad.

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