LA CULPA

Nuestra herencia cultural:

Esta introducción sólo pretende hacernos comprender que todos los que vivimos en la sociedad occidental estamos en el mismo barco. Los valores de nuestra sociedad occidental están basados en la tradición judeocristiana. Hasta tal punto que nuestra cultura está profundamente impregnada por una herencia religiosa donde la culpa está siempre muy presente.

Asociamos a Dios, el padre que está en el Cielo, exclusivamente con la bondad y el amor, lo vemos como un padre que nos juzga y castiga por los pecados que hemos cometido. Ese papel también lo realiza el Estado (como padre sustituto). En cambio el Mal no es visto como una parte suya. En nuestra cultura Dios ha dejado de representar por entero la polaridad del bien y el mal, sólo encarna una faceta de esa polaridad. El Diablo representa la otra: es el maligno, el tentador, es perverso, lascivo y materialista. En otras culturas los dioses poseen la dualidad completa: dan y toman; pueden ser constructivos y también destructivos.

Durante siglos hemos mamado, junto con la leche materna, la idea de que ante Dios no somos más que unos pecadores. El pecado y la culpa están en la base de nuestro pensamiento y esos pecados están relacionados con entregarse a nuestra parte instintiva que también forma parte de la naturaleza humana. Nuestra cultura nos hace sentirnos culpables de ser lo que somos.

Si negamos nuestra parte emocional y nuestro ego libidinal, entonces estamos a un paso de convertirnos en personas que hacen exactamente lo opuesto de lo que predican. Todo lo que no nos gusta ver en nosotros lo proyectaremos en los demás, y nos sentimos totalmente justificados para juzgarlos, condenarlos, oponernos a ellos, castigarlos, etc. Los que encarnan el mal son siempre los demás, nunca seremos capaces de verlo como algo propio.

Cuando éramos niños no teníamos ni idea de qué podíamos ser culpables de alguna cosa. Pero en algunas ocasiones nuestros padres y otras figuras de autoridad insistían en que debíamos confesar todos nuestros pecados. En ese punto aparecía un ejercicio muy absurdo que consistía en inventar esos pecados cometidos, mentíamos para poder pasar por ese trance. Este ejercicio de confesión en un niño puede generar daños irreparables…

La culpabilidad es una emoción y como toda emoción es una moneda de doble cara:

-Una positiva, adaptativa que ayuda al desarrollo. Nos hace ver que las faltas son errores-maestros, nos estimula hacia la responsabilidad adaptativa y nos guía para tomar nuevos caminos, basándonos en las enseñanzas de los errores cometidos.

- Una negativa, enferma que obstaculiza la evolución. Es como un nudo en el que intervienen diferentes elementos:

1.-El pecado:

El pecado es una falta de “pensamiento, obra u omisión”. En el lenguaje jodorowskyano diríamos que desobedecemos con el ego intelectual, emocional, libidinal, material, o cometemos pecados mixtos.

Si el árbol te ordena “no triunfes” y ganas mucho dinero, hay culpa… “quédate con nosotros” y sales del territorio, “una mujer es madre antes que nada” y trabajas, “masturbarse es malo” y lo haces, “hay que decir siempre Sí”, y dices no, “el matrimonio es para toda la vida” y te divorcias, “piensa en los demás antes que en ti” y por una vez te permites ponerte por delante de los demás…. etc.

2.-El juicio:

El código penal de cada estado codifica lo que es condenable y como es esa condena. La familia transmite de manera verbal, no verbal y a través del inconsciente familiar, una moral en la que quedan estipulados los pensamientos, emociones, deseos y actos que están bien y los que están mal.

A veces no hace falta que nadie venga a decirnos que estamos haciendo mal, la memoria moral está en nuestras células y nuestro cuerpo reacciona cuando actuamos mal como si lleváramos a un juez instalado en las entrañas.

3.-El sentimiento de culpa:

La culpabilidad se vive como un peso. Es la pesada cruz de Jesucristo Nazareno o la bola de hierro del preso, una carga que impide que avancemos, que nos liberemos de la cárcel del pecado.

Si la familia proyectó sobre nosotros la identidad de algún ancestro que cometió una falta, nosotros podemos vivir con un peso de culpa por algo que no cometimos.

4.-El castigo:

Cuando no hay un juez exterior que dicte sentencia, nuestro inconsciente se encarga de marcar un castigo y nuestro cuerpo es el que vive la condena. Pueden aparecer enfermedades, bloqueos para el placer o fracasos continuos. Si en tu infancia te pegaron en las manos por robar un lápiz, cada vez que tengamos culpa nos pueden salir eccemas en las manos. Si te dieron un tortazo en la cabeza, te puedes chocar “accidentalmente” cuando “peques. Los deseos sexuales por la persona prohibida pueden provocar irritabilidad en la piel de los órganos genitales. Es muy frecuente el dolor de cabeza cuando se tienen “pensamientos impuros”. La neurosis de fracaso es todo un teorema sobre la culpa.

5.-La redención

La redención es un rescate, es la salida de la esclavitud, es lograr la liberación cuando se ha cumplido el castigo o se cuestiona la sentencia de ese juez interior.

Puede suceder que elevemos nuestro nivel de consciencia y empecemos a deshacer ese nudo de la culpa irracional que nos enfermaba o nos bloqueaba, mirando el pecado desde otra perspectiva.

-Por ejemplo, la culpa por haber atropellado a una persona sin intención se puede deshacer si llegamos a asimilar que sólo hemos sido un instrumento del destino de esa persona.

También la redención puede venir de la mano de la psicomagia: para liberarnos de un sentimiento de culpabilidad, incluso por algún pecado cometido por un familiar fallecido, hay que pagar la culpa de manera metafórica. Un par de ejemplos:

-Compensando (multa) a las personas a las que crees que has perjudicado con algo que simbolice la falta.

-Cargando con un peso que simbolice el pecado (por ejemplo: muñeca rellena de arena-bebé muerto por negligencia, el “pecador es la abuela, la que siente la culpa es su nieta infértil) y devolverlo a la tumba del “pecador” con un ramo de flores. “Este pecado es tuyo, no mío, te lo devuelvo y que el Universo haga con él lo que quiera”.

Negar la culpa o “hacer bucle” en el castigo, repitiendo y repitiendo pecado y penitencia, lleva al sufrimiento, a la enfermedad y a relaciones sadomasoquistas con la familia o con el mundo. Saber reconocer la culpa, aprender de los errores y dar el salto a la redención se vivirá como una gran liberación.

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